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Sin demasiadas opciones, la realidad nos ofrece muy pocos caminos de acá al futuro


A pocos meses de las elecciones presidenciales reina una gran incertidumbre, y salvo Macri todavía estamos en una total oscuridad en lo que se refiere a los otros potenciales candidatos con posibilidades. Cristina Kirchner no da señales respecto de su eventual candidatura, y en el peronismo federal no terminan de definirse las opciones, entre las que se cuentan a Lavagna, Massa, Urtubey y tal vez Pichetto.

De todos los candidatos, la única que despierta un inocultable nerviosismo en el mundo inversor es Cristina Kirchner. En ese grupo existe un amplio consenso que si el kirchnerismo llegara a imponerse en las elecciones de octubre, casi con seguridad procedería entonces a lo que se conoce en la jerga como ¨patear el hormiguero¨. Esto es embarcarse en una riesgosa aventura que incluiría el default de la deuda, un estricto control de capitales, y una suba memorable de impuestos, particularmente de las retenciones que hoy paga el campo.

Del peronismo tradicional no hay demasiadas precisiones, salvo que es muy probable que pretenda renegociar el acuerdo con el FMI en la búsqueda de una mayor capacidad de maniobra, hoy muy restringida. Tampoco queda muy claro si está dispuesto a abrazar muchas de las reformas acordadas con el Fondo, algo que si se espera que Cambiemos continúe honrando una vez terminado el proceso electoral y en el caso de que resultara vencedor.

En ese contexto, no sorprenden los dichos de Lavagna, hoy el candidato con más potencial en el peronismo alternativo, quien tal vez para sintetizar la mirada económica de ese sector dijo el otro día ¨Hay una palabra que se llama ajuste y otra que se llama crecimiento. Hace muchos años que lo único que escuchamos es ajuste, ajuste, ajuste. Hay que bajar la presión tributaria y mejorar la rentabilidad¨. Una verdad de Perogrullo. Obvio que no hay persona en la tierra que no desee lo mismo. De hecho, el gradualismo de Macri puede ser percibido como un esfuerzo voluntarista similar, que no funcionó, y que ahora Lavagna y los otros peronistas del sector pretenden replicar.

"Los planteos del Lavagna cuasi candidato no son otra cosa que verdades de Perogrullo"

Y si no le funcionó a Macri, con el enorme apoyo internacional que recibió y que se coronó en su momento con el respaldo masivo del Fondo y de las principales economías del mundo es difícil pensar que le pueda funcionar a gente como Lavagna y Massa, dirigentes que despiertan poca confianza entre los dueños del capital, y que son quienes? deberán acompañar con su tan necesario dinero las iniciativas del próximo gobierno. Esto vale tanto para los inversores locales como para los internacionales, y particularmente para aquellos que tienen una alta exposición en la economía real.

Problemas estructurales de arrastre y un mal de diagnóstico del actual gobierno, que derivó en una malísima gestión en materia económica, nos pusieron en una situación delicada como la que estamos hoy. Sin acceso a crédito, sin moneda, está más que claro que la reserva de valor para el argentino es el dólar y no el peso, con un estado elefantiásico y que pasó en los último 15 años a convertirse en casi la mitad de la economía, con una presión impositiva récord,? con una infraestructura a mitad de camino en su recuperación después de que fuera literalmente arrasada durante los años del kirchnerismo, con una educación en los niveles más bajos de la historia, y con un tercio de la población sin posibilidades de sacar la cabeza de debajo del agua, las alternativas son mínimas.

Estamos hablando de tener por delante un camino estrecho e intrincado donde las bifurcaciones o desvíos conducen a una muerte segura. Quien quiera que gane las elecciones, si de verdad pretende que volvamos a ser un país normal, va a tener que tomar el difícil camino que es la de la razonabilidad. Mal que nos pese, ya no hay espacio para aventuras populistas por más que los cantos de sirena nos quieran hacer creer otra cosa.

Puntualmente, para lograr volver a un sendero de crecimiento duradero y sostenible harán falta medidas antipáticas y hasta provocadoras. Habrá que reducir el estado y su peso sobre el sector privado, sin descuidad por supuesto a los sectores más humildes. Habrá que hacer una reforma laboral que le de mayor flexibilidad al mercado de trabajo y nos permita adaptarnos a un mundo en ebullición con las nuevas tecnologías. Los sindicatos tendrán que sumarse a este cambio de paradigma o desaparecer.

"El que no quiera patear el hormiguero, con resultados totalmente impredecibles, tendrá que tomar un camino tortuoso y largo pero que tiene buen destino"

Habrá que comenzar un proceso de desregulación, algo que se hace imperativo. Esto debería resultar de gran alivio al sector privado y en particular a las empresas creadoras de empleo, hoy prisioneras de una telaraña regulatoria estatal que las asfixia. También habrá que terminar con la acuciante presión impositiva que hace que el sector privado, generador de los empleos más productivos, pague los impuestos más altos del mundo. O casi.

Finalmente, habrá que lograr que el argentino vuelva a creer en su moneda, vuelva a ahorrar en ella, y evitemos así para siempre los saltos discretos devaluatorios y sus respectivos explosivos episodios inflacionarios. Finalmente, debería fomentarse una mayor apertura económica y también una más sana competencia, terminando así con los eternos oligopolios que suelen saber acomodarse al calor oficial de turno. La globalización también trae beneficios y deberíamos saberlos aprovechar.

Este camino, que se plantea, horriblemente escabroso, deberá ser el que tomemos algún día, preferentemente más temprano que tarde. Si se evitara por todas las formas posibles de abordarlo, la consecuencia inevitable será la pauperización general, ante un estado que habrá terminado de quedarse sin respuestas.

Argentina no es un país rico como todavía nos siguen diciendo y salvo honrosas excepciones el argentino común no cuenta hoy con las herramientas adecuadas como para salir a competir con sus conciudadanos del mundo. La debacle lleva décadas, no es solo de ahora, y hay claramente un componente cultural que hace imposible que podamos progresar a la par de casi todos los otros países del mundo. Los ejemplos sobran y son ciertamente lapidarios para con nuestra actuación. La buena noticia es que estamos mas cerca que nunca de tocar fondo, y se sabe que muchas veces es ese el momento cuando finalmente aflora el instinto de supervivencia. A ese punto parecemos haber llegado.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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