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Cuando llegó mi tío, que no sé si les dije pasa por casa a diario, ya que si bien trabaja tiene lo que él llama “mucha disponibilidad horaria”, algo que a mí me causa mucha gracia escuchárselo decir; se encontró con la sorpresa de que se me “había soltado la cadena”.

Porque, como ustedes saben, pienso mucho, hasta el punto que hay veces que me parece que no hago otra cosa. Esa es la explicación, se me ocurre , que de común me muestre calmo, con esa cara que no sé por qué la llaman de póker, cuando en realidad la exhibimos los que tratamos de mostrarnos como caballeros, de esos que parecen estar más allá del bien y el mal, aunque la procesión vaya por dentro.

Debo decir, y eso es casi un consejo, que la receta para mantenerse calmo es pensar mucho que es como estar siempre mirando para adentro, y prestar poca, y mejor ninguna, atención a las noticias que llegan desde afuera, con las cuales hay que tener cabeza fría, y fuertes y anchos hombros para mantenerse sereno. Es por eso que, cuando llegó mi tío, me encontró con la sangre hirviendo. Lo que había sucedido es que al tan mentado Aguilera, que no sé por qué el hecho de ser cuñado de Urribarri lo ha transformado en un personaje, que cualquier día de estos lo vemos aparecer en esas revistas con chismes de la farándula; ya que lo habían dejado salir de la cárcel, cuando hubo un juez que le había dado permiso para pasar las fiestas de fin de año en familia y luego quedarse allí lo más pancho hasta que le hagan el juicio; pero después volvieron, vaya a saber por qué diablos a encanastarlo, ahora se le ha dado permiso para nuevamente dejar la cárcel por dos veces, una por el onomástico de su madre, y la otra para ayudar a su hijo más pequeño a encender las velitas en su cumpleaños.

“Familiero el hombre”; estaba pensando en voz alta cuando llegó mi tío; a la vez que redondeaba la frase diciendo que “parece un chiste más, en un país que es una joda”. Me trató de calmar diciendo que lo sano es mirar las cosas desde su lado más bueno, y esperar que llegue el día que los que hoy parecen privilegios, de esos que en otros tiempos tuvieron “ los hijos de Mitre”, se generalicen, dando muestras de una admirable suavización -qué palabreja esta la de mi tío- de las reglas, de manera que no haya más puertas giratorias ni cárceles, ni tampoco presos y los jueces se queden sin trabajo, aunque sigan cobrando esas remuneraciones intangibles, vueltas en todos los casos vitalicias, ya que ellos al haber quedado sin expedientes que resolver no tendrán ocasión ninguna que los eche por mal comportamiento.

Fue allí donde la sangre me dejó de hervir y quedé helado. Es que nunca hubiera imaginado que algún día podría ver a mi tío diciendo tamaños disparates.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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