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Existen muchos tipos de “peores”, y lo que es más lamentable es que entre ellos existen muchos cuya gravedad se vuelve mayor a medida que pasa el tiempo.

Dicho esto, y así lo destacamos, sin que dejemos de mantenernos esperanzados, no por aquello que la esperanza es lo último que se pierde, sino por nuestra convicción que “mientras hay vida, hay esperanza” O dicho de una manera que consideramos expresión de mayor sabiduría, porque la vida no tiene sentido, si nos dejamos ganar por la desesperanza.

Eso no quita, que si prestamos atención a nuestro ámbito específico, cual es el de la información y que por momentos se tenga la impresión de que el mismo es el “peor de todos”. Haciendo un repaso del material con el que se alimentan los medios gráficos, una primera categoría, está constituida por “los accidentes de tránsito” con resultados varios y consecuencias que, muchas veces, no pasan de terminar siendo un “simple susto”, para seguir con los que son en definitiva no otra cosa que “problemas de chapa y pintura”, y terminar con aquéllos en los que resulta afectado es el cuerpo humano, comenzado con las lesiones y culminando con la pérdida de la vida.

Una situación que tiene múltiples causas, pero en cuya base se encuentra la ausencia de una educación vial por parte de los conductores de vehículos, y el mal estado de las rutas. Algo que al momento de atribuir responsabilidades, las mismas se distribuyen en parecidas proporciones entre esos conductores y el gobierno, por haber fallado, tanto unos como el otro, en asumir sus respectivas responsabilidades. La segunda categoría, la consideramos constituida por los actos delictivos que, más allá de su entidad concreta, vienen en conjunto a tenerse todos por graves, por la atmósfera social de inseguridad que es su consecuencia.

Dentro de esta categoría existe un grupo especial que consiste en el de “los femicidios”, respecto a los cuales, atento a la complejidad del contexto en que se producen, exigen medidas de prevención que vayan más allá de la protección de contacto y la entrega de botones antipánico. Parecida preocupación provocan, dentro de la misma categoría. Las grescas juveniles y sus muchas veces extremos efectos, así como hechos que dan cuenta del paso en un “arrase serial” por parte de verdaderas “manadas” juveniles. En esa misma categoría sorprende ver a las mujeres, especialmente jóvenes, asumiendo el rol de protagonistas en el campo del delito, en la que se insinúa una débil tendencia a una equiparación de sexos, en ese reprobable cometido.

Si ingresamos a la categoría de la interacción en el campo de lo público, se da la curiosa situación que se presta más atención a las “trivialidades” en las que incurren o resultan partícipes quienes ocupan funciones públicas o aspiran a hacerlo, que a las cuestiones fundamentales vinculadas con la gestión de la cosa pública, las que por lo general quedan ocultas por una imaginativa vestimenta llena de mentiras- En una palabra, se asiste a una “farandulización” no solo de la vida pública y como consecuencia de la información a la que la misma da lugar, mientras decae de una manera pronunciada el interés que despiertan las grande cuestiones nacionales.

Al mismo tiempo las que se “conocen como buenas nuevas” han perdido relevancia no solo en lo que respecta a su número, sino porque son anuncios no de éxitos, sino de atajos que provocan el alivio de “ver que las cosas han terminado resultando mucho mejor de...lo esperado”. Es por eso que dentro de este repaso, no nos hace sentir bien, luego de una reunión celebrada en Washington, en la que participaron el Secretario de Estado de esa nación, y nuestro canciller. En declaraciones posteriores al encuentro, ya frente a la prensa, el funcionario estadounidense vino a expresar su esperanza de ver una Argentina con su “brío” recuperado – en realidad, él hizo alusión a una “economía vibrante”, una expresión que la consideramos con un “empuje menor” al que nos es indispensable-, cual es el de una sociedad llena de ánimo, energía y decisión.

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