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Andrés Larroque
Andrés Larroque
Andrés Larroque
Cuando el ahora exministro Guzmán estaba próximo a cerrar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo definía como un paso imprescindible, que se contraponía a la alternativa al acuerdo, que él definía como “la incertidumbre.” En simultáneo, un conjunto de intelectuales kirchneristas publicaba un documento con el incendiario título de “Moderación o Pueblo”. En él manifestaban su rechazo al acuerdo con el Fondo (la moderación) y proponían una salida alternativa, con más política y populismo (el “pueblo”). Al final, el acuerdo con el FMI se firmó y el flamígero documento pareció pasar al olvido.

Hasta que, adrede o por casualidad, el Ministro de Desarrollo de la provincia de Buenos Aires, Andrés “Cuervo” Larroque, decidió sacar su contenido del ostracismo. En declaraciones radiales, juzgó que “la fase moderada está agotada” y que Cristina Kirchner es la única que “genera esperanza”.

No sabemos cuánto de la voluntad vicepresidencial está representada en las sentencias de Larroque. Quizás represente más la parte dialéctica de esa voluntad que de la real voluntad de pasar a la acción. Sin embargo, tanto va el cántaro a la fuente que se hace imposible no pensar que el fiel de la balanza se va inclinando, al menos en la mente vicepresidencial y en la de sus consejeros, hacia la necesidad de intervenir el Gobierno, para así lograr el paso de la “moderación” al “pueblo”.

Las internas en el seno del Gobierno, y la idea de que corregir el rumbo depende de hacer “más política”, parecen nacer de la premisa que un recordado audio de la exdiputada Fernanda Vallejos hizo explícita: Cristina es “la voz del pueblo”.

Se trata de una premisa cuya verosimilitud está en duda, por más de un motivo. El primero y más objetivo es el resultado que le propinaron las urnas al Frente de Todos en la última elección legislativa. El segundo, más opinable, es el altísimo nivel de rechazo que registra la Vicepresidente en las encuestas de opinión: nadie a quien entre 70% y 80% de la población no quiere ver ni oír puede arrogarse su representación. El tercer motivo es que nada de lo que las disputas políticas, si se apunta a resolverlas con “más política”, parecería coincidir con los deseos, o las necesidades, del “pueblo”. Aquella bella idea alfonsinista que rezaba que “con la democracia se come, se cura y se educa” ha sido desmentido por la fea realidad que nos toca vivir.

Que la política esté preocupada por internas, debates y grietas que sólo le interesan a la política tiene que ver con el desencanto que hoy provoca en el “pueblo”. La dirigencia gasta demasiado tiempo y dinero en planificar reformas judiciales, leyes de medios, debates interminables sobre el aborto, las políticas de género o la legalización de las drogas, o en visitar a condenados por la justicia. Materias que pueden despertar simpatías, pero que lucen lejanas para alguien que no sabe si va a poder comer a la noche, si se va a poder curar de una dolencia grave en el hospital público que le toque, o si su hijo podrá progresar social y económicamente aún si completa los 12 años de educación pública. La falta de gestión en estas cuestiones tan básicas, la falta de una respuesta eficaz al 50% de pobreza, es la causa del rechazo masivo que hoy recoge la política.

Para estas cuestiones no hay más que respuestas de ocasión, casi siempre bajo la forma de daciones de dinero. Esto también debilita a la gestión. Cada reclamo recibe una contraprestación en dinero, pero ese dinero sigue sin ser suficiente. No resuelve los problemas inmediatos, sino que los agrava, con más inflación, menos trabajos de calidad, escasez de bienes privados y mala calidad de los bienes públicos, cuya calidad no puede mejorar si los recursos se despilfarran en gasto improductivo. Este “sálvese quien pueda”, y la respuesta que recibe, marca a las claras la cercanía de un fin de ciclo. No puede durar, porque ya no hay recursos para hacerlo durar.

¿Qué quiere decir Larroque cuando dice que la “fase moderada está agotada”? Una interpretación apresurada podría llevarnos a creer que dice que hace falta más populismo y menos FMI. Otra, que se necesita una gestión más eficaz para recuperar el favor popular. Sea cual fuere la interpretación correcta, parece importante entender que la política no está respondiendo a lo que el “pueblo” parece demandar: que la política no lo jorobe más con problemas que no son sus problemas, y que se ocupe más de los problemas de la vida real.
Fuente: El Entre Ríos

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