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A la Justicia le llevó 17 años juzgar a Alanís
A la Justicia le llevó 17 años juzgar a Alanís
A la Justicia le llevó 17 años juzgar a Alanís
Tembladeral. Esa es la sensación en el centro cívico entrerriano. No sólo porque habita la manzana el gobierno, sino porque conviven en ella los poderes que se alzan de hombros por estos días asombrados de que el velo haya comenzado a correrse.

Muchos de los actores de los últimos veinte años se miran entreojos. Susurran. No saben por dónde puede venir, o no, el coletazo. Se preguntan también si podrá ser posible que los de enfrente, los que están en tribunales podrían demorarse, como con el ex vicegobernador Héctor Alanís, otros 17 años para juzgarlos por si los roza alguna cuestión.

Cierto es que la pequeña hendija no alcanza para desenmascarar todo, pero frente a la oscuridad de tantos años, un poco de luz es un primer buen paso. Y los más importante es que la estocada final vino de la mano de la gente en las calles, fuerza indispensable para sentar a cada legislador en las bancas, fuera del signo que fuera.

Más allá de los personajes, lo interesante de la cuestión es el fondo. Todo un andamiaje centenario entró en discusión. Los fueros, esa inmunidad parlamentaria de la que gozan los legisladores, pero que siempre se utilizó para la impunidad de los actos y no de la opinión, está en zozobra, en debate y ese ejercicio es saludable para todos.

En Entre Ríos la discusión está planteada y se enfrenta con un frágil argumento: La tradición. Asegura el oficialismo parlamentario que nunca se quitaron los fueros a un legislador de la provincia. Lo que no dicen, es que pocas veces hubo casos tan resonantes como los actuales que involucran a diputados y a la vez al mismo presidente de la Cámara, en supuestas irregularidades en el manejo de los fondos públicos cuando era gobernador del mismo modo que a su ex ministro y ahora también diputado, Pedro Báez.

De todos modos, la posibilidad de solucionar ese detalle está atada a la voluntad de los legisladores que tienen en sus manos iniciativas, con estado parlamentario, que apuntan a facilitar el mecanismo, o dicho de otro modo, a impedir que los fueros sean, como hasta ahora, un escudo de impunidad.
La figura del arrepentido
Desde hace un tiempo, aparece con cierta repitencia en medios, el uso de la figura del arrepentido. Ese paso en las normas, obliga a plantear el juego de la doble moral porque quien delinque, como vemos ahora en casos de resonancia nacional, acude luego de un ejercicio contrición y pesadumbre, no siempre sincero pero sí conveniente, que le permite a cambio de revelar sus debilidades, un trato preferencial según los datos que aporte y es ahí donde tiene que hacer el esfuerzo.

Sin embargo, ese ruido que hace la ley (en cuanto a la doble moral) es el mecanismo que permite desbaratar el crimen organizado y que habilitó, como ahora, el desmembramiento del actual delivery de fondos públicos que escandaliza el país y que tendrá repercusiones en la provincia donde Pietroboni había dado algunos indicios y donde ahora Luis Lossi se presenta bajo esa figura, aunque también con la especulación en la manga de una edad casi inimputable: Sus casi 90 años.

Hasta acá, guste o no, se esté a favor de quitar los desafueros o de conservarlos, se esté a favor de la figura del arrepentido o no, lo cierto es que las herramientas fueron dadas por dos de los tres poderes.

También es cierto que una Justicia más activa y con más poder de reacción hubiera evitado muchas situaciones y debates. De hecho, podríamos preguntarnos si la figura del arrepentido tendría espacio frente a una Justicia comprometida y de tolerancia cero, le cueste a quien le cueste.

Podríamos coincidir en que, para cada caso, el legislador o el gobierno ha puesto las herramientas, algunos con más entusiasmo que otros y otros, más distraídos de la transparencia de la cosa pública y tanto como para paralizar los organismos de control del Estado.

Entre esos dos poderes, en los últimos diez años y también otros tantos más, hay una trama de aciertos y desaciertos, intentos fallidos y muchos que hoy sienten que tanta impunidad les va a venir encima, pero en contra. Y, quizás en poco tiempo.

Las herramientas que están, proyectos, propuestas, leyes y demás tips para transparentar lo público y terminar con la corporación y la mala mañana de la corruptela, necesitan la voluntad política de que se pongan en práctica, sobre todo para hacer tangible la igualdad ante la ley. Resta también ahora que la Justicia, tuerta y lenta, recuerde que tiene los marcos y los tiene a mano. Y desde hace tiempo. Es hora que los empiece a usar, para que los arrepentidos no sean los que finalmente revelen su complicidad.
Fuente: El Entre Ríos

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