"Agarraron a los nenes del cuello y los tiraron por las escaleras. Cuando los soltaban a ellos nos pegaban a nosotros. Los chicos no quieren ir más a una cancha. Todo era llanto y dolor", explicó Emanuel Moyano, DT de las categorías Sub 13 y Sub 15 del club Deportivo Strobel Moyano, quien estaba entre los acompañantes del grupo.

Un grupo de chicos de entre 10 y 15 años iban ir a ver algo con lo que muchos sueñan: concurrir a un partido de primera división. La actividad recreativa terminó en demencia. Sí, una demencia más del fútbol argentino.

Una delegación de 35 chicos y cinco adultos del Deportivo Strobel, una escuelita de fútbol del Departamento de Diamante (ciudad entrerriana) y apodada como "Los Gurises", habían sido invitados por el club Patronato a verlos enfrentarse con Unión de Santa fe por la décima fecha de la Superliga. Pero, todo cambió por una bandera.

Sí, porque ellos tenían la bandera que identificaba el programa al que pertenecen, "Los gurises van a la cancha", que era de color rojo y blanco, similar a la de Unión. Entonces, los golpearon.

¿El resultado? Siete chicos fueron derivados al hospital San Roque con "escoriaciones varias" y dos padres al hospital San Martín, uno de ellos con fractura de tabique.

Los golpearon, sí, los golpearon porque los "confundieron". Resulta ilógico pensar que el hecho de que uno crea que el otro pertenece al equipo rival es un justificativo para la violencia, incluso cuando el que está en frente es un chico. ¿No deberíamos cuidarlos tanto por su edad como por el hecho de ser personas? ¿O acaso ser del equipo contrario te quita la humanidad?

Quizás hechos como estos nos hagan replantearnos algo a lo que su cotidianeidad nos ha acostumbrado: que está bien golpear al rival. Nunca, bajo ninguna circunstancia, es correcto hacerlo.

Podemos buscar excusas, justificaciones como alegar que el otro nos provocó, pero no es lo correcto. No se ganan los partidos con los puños, se gana con el buen fútbol.

La violencia está presente en casi todos los ámbitos de nuestra sociedad. Los eventos deportivos son un lugar más donde se la ve, y hacen aún más inminente su tratamiento.

Violencia en el fútbol, violencia familiar, violencia de género, violencia en las calles entre peatones y entre conductores. Violencia. Sí, constante violencia. Pero, ojo, no está bien. No, no está bien. No podemos seguir anestesiados por su cotidianeidad.

El sábado le tocó a un grupo de chicos soportar una golpiza y nos indignamos porque no tenían nada que ver. Sin embargo, nos deberíamos indignar siempre porque no le debería tocar a nadie nada. Ni el más leve golpe.

Ir a la cancha es un derecho de todos. Y nadie tiene derecho a lastimarnos por los colores que elegimos. Cuando vuelva eso, volverá entonces sí el folclore del fútbol argentino. Y quizás su efecto se multiplique en muchos más ámbitos de nuestra vida donde también se necesita erradicar la agresión, donde también tiene que volver el folclore.

Enviá tu comentario