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Estamos, lo que se dice, pasados por agua. Aclarando que no es cosa de un mal chiste, sino de una verdad literal. Y, como también se sabe, con las verdades no se juega.

Es por eso que vuelvo a lo que me refería en anterior ocasión, cual es que la cosa pasa por mantenernos calmos y ayudar en lo que se pueda a superar este mal trago, que a su vez es bastante largo y grande como no necesito contarles, y dejar el “pase de facturas”, como calcadito lo mencionaba, para posterior oportunidad, si es que para hacerlo no callamos esas cosas que al parecer siempre, entre nosotros resultan inoportunas.

Porque como todos sabemos estamos llenos de cosas que no se hablan, en algunos casos por una cuestión de pudor, el que tiene un lejano pero no necesario parentesco con “lo correcto”, algo que tampoco es de desdeñar. O porque lo que se diga puede llegar a molestar a alguien, que después no deje de rumiar la más malévola manera de cobrarse la incomodidad que puede inclusive llegar a abochornarlo. Una forma de mantener cerrada la boca, que se vuelve peor en el caso que se habla pero sin mover los labios, o sea como el que tira la piedra pero que esconde la mano, algo que es una cobardía y que muestra cuan miserablemente cobarde es el que de esa manera actúa.

Digo que no es esta la hora de pasarse facturas. Y me convenzo de que así deben ser las cosas, cuando veo como se pretende politizar el tema, en un país como el mío y que es también el nuestro, en que aprendimos una cosa que se le pasó por alto al mismísimo Juan Domingo. Es para lograr que todo se trabe y embarulle es cierto que un buen método es nombrar una comisión, pero por nuestra parte hemos aprendido por experiencia propia que otra forma de hacer lo mismo, es dejar que el embrollo se haga más grande por dejar que en él meta la cola la politiquería.

Una manera de mirar desde el mirador, como sea dicho de paso no puede sino ser así, que me lleva a recordar una manera de distribuir los “inundados”, cual los hacía por su antigüedad considerando las veces que habían pasado por esa situación.

Algo que me llevó a pensar, a mí que pensar me gusta tanto, y más cuando mi tío no me viene a visitar y por eso lo extraño, que en realidad lo que los políticos amigos del chamuyo no les da el marote para pensar, que hay mucha pobre gente, hermanos nuestros no atendidos, que viven “en situación de inundado” los trescientos sesenta y cinco días que parece ser un único día todas esas veces repetido. Y lo peor de verdad, es que para esos inundados por la vida que llevan vida de inundado, nunca esa vida les parece, en un decir, más plena que cuando llega una inundación, y como se dice son “realojados”.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa).

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