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Indudablemente estamos abrumados, en un mundo sobrecargado de todas esas tecnologías digitales de las que conozco poco y nada; porque con lo único que cuento es con un celular antediluviano, el que trato de llevar bien guardado, casi escondido.

No por miedo de ser presa de algún pequeño ladronzuelo, ya sea de a pie o de los que andan en moto; sino para no dar lástima a los compañeros de mi círculo, los que andan todo el día fanfarroneando que cuentan en realidad con una máquina chiquitita, de esas que casi se pueden esconder en la mano, y que aún así son capaces de prestar cualquier servicio, y que incluso sirven para poder ser utilizados también como... teléfono.
Debo confesar que ni por asomo se me ha ocurrido husmear en Facebook, engendro que por lo que me han contado es algo verdaderamente tóxico; que de eso que llaman Instagram no sé un pepino y ni sé si escribo esa palabra correctamente; y de Twitter sé apenas un poquitito más porque he visto alguno de Trump en la pantalla de la tele, algo que no es un buen ejemplo.

Después de todo lo cual, tengo que darles mi más franca opinión, ya que dicho con total franqueza y pidiendo disculpas por si alguien se siente ofendido, se me ocurre que todos esos engendros están convirtiendo a este mundo nuestro maltratado de tantas maneras -que no sé si las aguanta de sufrido o de inconsciente- pero de lo que estoy seguro es que algún día nos lo cobrará con creces; esos engendros digo, lo han convertido en el paraíso de conventilleros y malévolos, entre las que incluyo a los demás incursos en ese comportamiento, porque todavía hablo en español antiguo, y no de ese que metiendo a las letras e, a y equis en todas partes vienen a confundirnos hasta chiflarnos al pretender igualarnos.

Pero debo reconoce que el contenido de un tuit me ha sido útil porque me ha ayudado, aún más de lo que la tengo, a despertar mi sesera de por sí despierta. Un amigo, que en realidad es apenas un poco más que un conocido y que se estupidiza por lo demás mirando todo el día en la tele programas intragables, me contó de uno que se hablaba de un tuit de una chiquilla llorosa y casi angustiada, porque la había dejado su novio y proclamó su dolor a ojos de todo el mundo, a la vez que hacía un mea culpa que no sé si era señal de arrepentimiento.

Pero lo que sí se me quedó grabado fue una frase que al parecer decía, volvía a decir y repetía, casi como si fuera una muletilla; aunque en realidad servía para pintarla de cuerpo entero, lo que hizo que la encontrara del todo sincera al imaginarla ver así obsesionada y en la que textualmente admitía que “perdonen, soy re intensa”, porque efectivamente no podía ser de otra manera, y tuve lástima de aquel que la había aguantado tanto, lo que vendría a explicarse solo de tener ella otras virtudes, o como se llamen, y que él supiera, escondidas.

La verdad es que frío como me maldigo de ser, con ese mi corazón de piedra, debo confesar que el llanto de esa niña me importa un cuerno, ya que estoy seguro que volverá con ella su novio claudicante. Entre paréntesis, debo confesar que no sé si existen todavía los que se conocían como novios, aunque he oído de algo raro que se llama “amigovios”, o encontrará algún otro al que no le importará el que ella sea intensa. Porque como saben, hay varones para todo.

Lo que me llamó la atención es eso de que proclamara que era intensa. Algo que por mi perspicacia habitual, me llevó al vuelo a pensar acerca de cómo cambian las palabras que se utilizan para hablar de una misma cosa.

Porque a mi entender, ser “intenso” es lo que antes nombrábamos como “cargoso”, o de una forma totalmente grosera “hincha…”. Porque cargoso es alguien que es pesado o molesto hasta el punto de que puede llegar volverse insoportable. Y lo que ocurre es que a los cargosos, lo que les pasa es que están buscando la forma de disimular el serlo. Así buscaron una solución, cual es intentar que se los llamara “denso”. Lo que no dio resultado. Y es por eso que se definen ahora como “intensos”. Aunque quieran llamarse como les gusta, siguen siendo esos cargosos, que son molestos como amigos, si es que los tienen a pesar de ser tan pegajosos.

Lo que me hace compadecer a todo que tenga que compartir con él o ella, mesa y lecho.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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