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Indudablemente me estoy volviendo un tipo popular. Y digo tipo, y no empleo otra palabra para autocalificarme, porque no soy uno de esos que se las cree.

Lo que pasa que después de la carta que recibí y de la que les hablé, ahora ha llegado al diario un correo vía internet de un chiquilín socarrón haciéndome una de esas preguntas que parecen dedicadas a hacerle a uno pisar el palito.

¿Se acuerdan que en una oportunidad comenté que no escucho radio ni miro televisión ni se me ocurre leer los diarios? Y la pregunta del mocoso fue “cómo hago entonces para estar tan enterado, hasta de cosas que nadie escucha ni ve”.

La respuesta es simple, mi querido preguntón. Es que no vivo dentro de una burbuja como tantos, y estoy siempre atento a lo que pasa a mí alrededor. Con la mirada despierta y el oído atento. Y no digo del olfato, ya que a una cuadra de mi casa, ya descubro la comida que me espera.

Y lo que sigue lo pesqué de dos turistas que parecían yanquis conversando con un compatriota nuestro, sentados en una mesa del café.

Hablaban del dólar, pero no de cualquier dólar, sino de una nueva emisión de un billete de 20 dólares que se iba a hacer el próximo año mostrando la cara de una famosa esclava liberta que se convirtió en una famosa activista abolicionista (repito las palabras de manera casi textual, gracias a mi memoria auditiva fotográfica). Lo que pasó, aunque esa es una suposición mía, porque a ellos no se los escuché, es que al gran Donald le molestaba la cosa, porque iba a aparecer la imagen de una mujer de sexo y de género y para colmo negra en un billete de un banco de América. Es por eso que habría pateado a la emisión, hasta el año 2028, como forma de asegurarse que él ya no esté cuando los nuevos billetes se impriman, si es que se llegan a imprimir. Lo que veo problemático, de no ser que Michelle Obama, aprendiendo de otros precedentes, llegara a la presidencia de una América que no sé si seguirá siendo primera.

Lo que sí escuché de los mismos parroquianos es comentar risueñamente es que la imagen de esa mujer venía a reemplazar la del primer presidente populista que tuvo la Unión Americana y del que Donald se siente como su perfeccionista y perfeccionado sucesor.

Terminé de tomar mi té de boldo, y me marché. Y mientras lo hacía, me puse a rumiar amargamente la suerte que ignoran que tienen en el norte donde conservan, desde vaya a saber cuándo, la cara en un billete de un presidente desde hace más de dos siglos.

Mientras que entre nosotros, la peor maldición para un prócer o a alguien que se lo tiene por tal, es que a algún capitoste se le ocurra hacer imprimir su imagen en la cara de un billete de nuestra moneda de desvalor nacional.

Porque a decir verdad nos hemos pasado “degollando próceres” sin que nadie siquiera dijera ni mu. No quisiera que ahora pasara lo mismo con los animalitos de Dios cuyo dibujo se han comenzado a utilizar, no sé bien si es porque se nos han acabado los próceres, o es una anticipación del desparramo que el tan mentado cambio climático puede llegar a originar.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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