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Siempre se dice que la realidad supera a la ficción. Una manera de decir que a nuestro alrededor vemos cosas tan repugnantemente asquerosas, que ni siquiera podríamos ver a sus autores retratados en “El infierno” de la Divina Comedia de Dante.

Lo que no significa que hasta el final de los tiempos no sea necesario seguir separando la cizaña del trigo. Ya que existen casos sublimes de entrega bondadosa, ante los cuales nos sentimos inclusive hasta incrédulos. Basta con pensar en Santa Teresa de Calcuta.

Pero hoy me voy a referir a las cosas repugnantemente asquerosas, que son las que más venden. Como forma de variar el contenido de estas deshilvanadas notas.

Y es aquí donde entran en escena los “sacamantecas”. Unos maléficos, aunque industriosos malvivientes, del pueblito peruano de Huanaco, que concibieron la lucrativa profesión de ponerse a matar a quienes pudieran “cazar”, porque de eso precisamente se trataba, para luego de hacerlo colgar los cadáveres descuartizados de sus víctimas en ganchos y encender velas para que chorreara el tejido adiposo.

Un negocio lucrativo, si se tiene en cuenta que, según se ha publicado, el sebo obtenido era vendido a supuestos comerciantes europeos dedicados a la fabricación de cosméticos, y que éstos les pagaban hasta 15.000 dólares (10.000 euros) por litro.

Mientras tanto, no estaría de más que hiciéramos todo contrición, por vivir en un mundo en el que, sin llegar a esos extremos, o aún sobrepasándolos, suceden cosas parecidas.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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