Los dolores de cabeza que trajo la caída del precio de la soja fueron compensados con el alivio que trajo el derrumbe del petróleo

La evolución de los términos del intercambio fue a lo largo de la historia nacional unos de los principales determinantes de los ciclos económicos. Una realidad que aún hoy sigue vigente. Desde inicios del siglo XXI, Argentina no sólo no dejó de ser un productor de bienes primarios, sino que el peso de estos dentro de las exportaciones y dentro del PBI total fue en aumento.

La cuestión es que el advenimiento de una nueva clase media en China y el consecuente cambio en las pautas de consumo de alimentos y toda clase de bienes en el gigante asiático redundó en un prolongadísimo período de precios en aumento y una sustancial mejora en los términos del intercambio para nuestro país. Mejora que comenzó a diluirse en 2015 a partir de un cambio fundamental en el panorama mundial: la Reserva Federal de los EE.UU. dejó de aumentar la oferta de dólares y prometió comenzar a subir las tasas de interés en 2015. Estas decisiones llevaron a que durante 2014 el dólar estadounidense se fortaleciera no sólo contra otras monedas, sino también contra los activos cuya cotización se mide en dólares.

Entre estas cotizaciones están los de las materias primas. Aún antes de que se desatara la reciente debacle en el precio del petróleo, la mayor parte de las monedas emergentes y de las materias primas habían sufrido fuertes recortes en sus cotizaciones. En lo que a Argentina más concierne, entre el máximo de abril pasado y el mínimo en septiembre el precio de la soja registró una caída de casi 44%. Y aunque desde ese mínimo tuvo un rebote vigoroso, el precio actual aún se mantiene 18% por debajo del precio promedio del año.

Algunas estimaciones que sólo toman en cuenta el efecto precio hablan de que las menores cotizaciones de la soja podrían redundar en una caída de alrededor de 4 mil millones de dólares en las exportaciones argentinas durante 2015. Monto al que habría que añadirle la potencial existencia de tierras marginales en las que con la caída de precios dejaría de ser rentable producir. De todas formas, los 4 mil millones ya sonaban como un impacto fuerte para una economía en la que faltan dólares.

Sin embargo, la caída del precio del petróleo vino a modificar la ecuación. Si el precio de la soja cayó con fuerza, el del petróleo directamente se derritió, por razones que al parecer exceden las puras condiciones de oferta y demanda. Entre el máximo del 20 de junio pasado y el cierre del viernes el crudo tuvo una caída de 48%.

Lo que en cierta forma vino a ser un regalo de Navidad para las alicaídas arcas fiscales y cambiaras del gobierno. Hace dos años que Argentina comenzó a ser importadora neta de combustibles, por lo cual la caída en los precios internacionales obra a su favor a la hora de hacer las cuentas de la balanza comercial. De mantenerse los precios actuales, los dólares que se perdían por la caída del precio de la soja se verían más que compensados por la baja del petróleo a menos 60 dólares por barril.

La restricción externa seguirá siendo el principal factor de determinación de la evolución macroeconómica en 2015, cuando los vencimientos de capital y servicios de interés sobre la deuda externa nacional, provincial y privada excede los 10 mil millones de dólares. Hace una semana el gobierno quiso cruzar el Rubicón del endeudamiento externo, convalidando una tasa de casi 10% en dólares, pero cosechó un fracaso en el intento. Nada impide que vuelva a intentarlo, pero deberá aceptar que si va al mercado tendrá que ser en condiciones de mercado.

Hace apenas un mes, el horizonte mostraba nubarrones más que oscuros. Ahora, entre un poco de recuperación en el precio de la soja, la cancelación del 10% del Boden 2015 y la caída del precio del petróleo, las previsiones más pesimistas ya no parecen tener vigencia. Sin embargo, si el gobierno pretende sostener el tipo de cambio casi fijo en un contexto de alta inflación, las expectativas de devaluación en forma inversamente proporcional al plazo remanente hasta el fin del mandato.

Cuesta creer que en ese contexto no se retaceen los dólares de exportación y no vuelva con fuerza la demanda por los dólares oficiales que haya disponibles para importar, viajar o ahorrar, y por los dólares paralelos para suplir los que no se puedan conseguir del Central.

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