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En Cañuelas aparecieron falsos médicos
En Cañuelas aparecieron falsos médicos
En Cañuelas aparecieron falsos médicos
Entre las tantas cosas con las que nos empeñamos en agotar nuestra capacidad de asombro, en esa situación de realismo mágico que desde hace tiempo sufrimos los argentinos, ahora ha aparecido la novedad de que no todo los médicos que alguna vez puedan llegar a atendernos en un hospital público lo sean de verdad.

Es que quién nos ausculta o atiende, por cualquier síntoma de dolor o de enfermedad, es posible que sea una persona incursa en el delito de ejercicio ilegal de la medicina.

En definitiva de un falso médico, o para decirlo de una manera más familiar de un “medico trucho”. De una truches más, en este paraíso de trucheras en el que nos hemos empeñado esforzadamente en convertirnos.

Se debe reconocer que la situación a que aludimos no es nueva. Ya que quienes cuentan años sobre sus espaldas y las huellas de los mismos en su cabellera, han visto de todo. Desde médicos que parecían no serlo, por los tremebundos errores en que incurrían sus diagnósticos, hasta los que se exhibían con ropaje de curandero, con la intención de ganarse una mayor clientela.

Pero en la actualidad pareciéramos estar ante una incipiente epidemia de esta peligrosa, cuando no mortífera, plaga. De la que son los casos más recientes los dos falsos médicos en un hospital de Cañuelas y el haberse detectado una médica, también falsa, en un hospital de Villa Paranacito.

No es de extrañar entonces que de manera simultánea con la producción de los hechos relatados, en el diario “La Nación” de Buenos Aires haya aparecido una nota que se ocupa de la insuficiencia de médicos en relación a la población en nuestro país.

Con el agravante que se asiste a una distribución desigual de esos profesionales en nuestro territorio, ya que mientras se da una mayor concentración de ellos en los centros urbanos de mayor población, su presencia se hace cada vez más escasa a medida que nos alejamos de ellos e ingresamos en lo que, en una mala copia a los Estados Unidos, se ha dado en llamar la “Argentina profunda”.

La que, haciendo gala de una incoherencia bien nuestra, se encuentra mayormente ubicada en la periferia, cual es el caso de Misiones y el Chaco. Una explicación que se intenta en esa nota, para la situación referida, estaría en la caída del número de “médicos de familia” – que paradójicamente existen quienes dicen que es la más difícil de las especialidades- frente a los especialistas que se circunscriben a profundizar en conocimientos y prácticas cada vez más acotados del campo de la medicina.

Circunstancia que se a su vez se la intenta explicar en función de una serie de factores entre los cuales, junto a las resistencias y temores que provocan el ir a vivir a un interior inhóspito en diversos grados, se agrega el menor nivel de ingresos de quienes ejercen de esa manera su profesión. De donde, haciendo una simplificación harto limitada de la situación, parecería que una posible solución estaría en la revalorización del médico de familia - y tambiénde la enfermería, esa verdadera Cenicienta inexplicable y además injustamente infra apreciada- a través de un incremento en sus ingresos, que hiciera posible la reversión del actual estado de cosas.

Tenemos presente, que entre las tantas “misiones” enviadas por el régimen cubano al exterior en las décadas pasadas –no podemos olvidarnos por contraste de las “misiones militares” en África, donde se lo vio en un momento al Che Guevara ejercitando su puntería con un arma de largo alcance en vecinos que deambulaban en territorio de otro país, allende a la frontera, como si se tratara de un coto de caza- se encontraban aquéllas que se tradujeron en el envío de más de diez mil médicos cubanos a ejercer su profesión en territorio venezolano.

Porque la situación es en nuestro caso otra, y debe ser otro nuestro comportamiento. Y a ese respecto debe tenerse en cuenta que en el caso de la entente cubano-venezolana en la materia, se asistía a un negocio en el que se intercambiaban la prestación de servicios médicos por petróleo y sus derivados.

Mientras que en nuestro caso no se hace otra cosa que mostrar a la nuestra como una “tierra de asilo”, acción más ponderable, si se tiene en cuenta el trato que en la actualidad se da en el mundo a los migrantes, con la impiadosa actitud de cerrarles la puerta en sus narices.

Dado lo cual debería ser también cierto que no le daremos a los migrantes huyendo de las garras de Maduro, el trato que en su país se le dio a los médicos cubanos que allí ingresaban. Los cuales quedaban, siguiendo el propio relato de algunos de ellos que pudieron contarlo, en virtual estado de servidumbre, con jornadas de trabajo que se traducían en hasta más de ochenta horas de trabajo semanales, y con una retribución a sus tareas que en una ínfima parte se colocaba en sus bolsillos en bolívares, una mayor era entregada a su familia que había quedado en la isla y la parte del león era retenida por el estado cubano, circunstancias todas ellas reunidas que convertían el intercambio al que aludimos, en poco menos que una “trata de esclavos”.

Volviendo a nuestra tierra, se debe señalar que la de la ausencia relativa de médicos, no es ni la única ni la más grave de nuestras crisis en el ámbito de la salud pública. Es que no se puede explicar así, la importante falencia en materia de prevención, de la que resulta un claro ejemplo la verdadera epidemia de infantes enfermos de sarampión, en tiempos que la vacunación libra, fácil e indoloramente, a los críos de esa acechanza.

Y en la que se hacen presentes situaciones que se considerarían una anécdota de mal gusto, jocosa sino constituyera síntomas de desquicio, cual es la del comentario del familiar de un paciente internado en un hospital de nuestra provincia, quien luego de expresase complacido por la calidad de la atención recibida por aquí, insinúa un pero: “lástima que hay que tener mucho cuidado y tomar muchas precauciones por la noche, ya que de madrugada llegan los ladrones”.

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