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Nos solemos acordar de nuestro primer jefe por la marca que nos ha dejado en nuestro desarrollo profesional. No conozco a nadie que cuando se refiere a su primera experiencia laboral no mencione o haga referencia a su primer jefe.

Sin embargo, no se suele relacionar o vincular esta experiencia con las implicancias que tiene en el futuro laboral de los individuos. Siempre será una marca imborrable, ya sea por lo enriquecedora o dolorosa en ese período único de la vida.

En ese sentido esta columna pretende dos objetivos básicos; el primero de ellos es para los jefes que reciben a un nuevo colaborador inexperto, que tengan en cuenta el significado que tiene esa circunstancia para quien inicia su camino laboral; el segundo es para quienes hemos experimentado esa situación y podamos reflexionar acerca de la misma, de un aprendizaje que dejó sus huellas.

Me permitiré compartir mi propia experiencia: Comencé a trabajar en el año 1969, con 15 años de edad, como pasante de una Escuela Técnica en una empresa autopartista de origen estadounidense. Recuerdo ese día con intensa emoción.

Nunca antes había visitado ni conocido una empresa tan grande para mí, con 1200 colaboradores, varias naves de fabricación, oficinas vidriadas, árboles frondosos y jardines con canteros atesorando flores y aromas de un otoño que llegaba.

Desde Recursos Humanos, (por aquellos tiempos Oficina de Personal) me acompañaron a mi lugar de trabajo, Almacén de Producción. Allí me recibió mi primer jefe, el señor Guillermo D’Amore, con su guardapolvo azul marino, camisa clara y corbata, ¡¡¡zapatos de seguridad lustrados!!! Guardo de él el mejor de los recuerdos y eterno agradecimiento por sus enseñanzas.

Mirándome a los ojos estiró su mano derecha para saludarme. “Bienvenido señor Mayer” fueron sus primeras palabras con una cariñosa sonrisa; imagino que mi timidez y mi inseguridad lo conmovieron. Me invitó a sentarme en un pequeño escritorio que estaba al lado del suyo; en aquella época los escritorios eran de metal cubiertos por un vidrio.

Comenzó a explicarme qué era un almacén de producción y cuál sería mi tarea principal, la más importante, registrar en forma manual en fichas kardex (aún no existían las computadoras) el ingreso y egreso de materiales que dos colaboradores del pañol entregaban o recibían para las líneas de fabricación.

Me recalcó la importancia de los horarios, en mi caso de 8.00 a 12.00 en la mañana, de saludar siempre de usted a todos sin excepción, de decir gracias y por favor. Eran los mismos conceptos que me reiteraban mis padres pero ahora eran más penetrantes.

El escritorio al final de mi jornada debía quedar limpio, sin papeles sobre el vidrio. Tenía tres bandejas superpuestas, una de entrada, otra de salida y una tercera de archivo de documentos. Además, en un rincón de la oficina había un escobillón y una palita. Me dijo que antes de irme era necesario barrer el piso donde había trabajado. Recuerdo también que me remarcó de tener las manos limpias y las uñas limpias y cortas.

40 años después, en una reunión de gabinete del Gobierno del Doctor Hermes Binner en Santa Fe, también remarcaba que en nuestra gestión todos sin excepción tuviésemos presente al cirujano doctor Juan B Justo.

“MANOS LIMPIAS Y UÑAS CORTAS”

De mi primer jefe aprendí muchas otras cosas; no solo el saludo de llegada, ser puntual, también su interés por cómo le iba a mi familia, el sentido de mi trabajo en un proceso de fabricación, la importancia de priorizar los estudios. Siempre me recordaba que si tenía algún examen podía compensar las horas y tantas otras enseñanzas.

Años más tarde, en mi experiencia laboral en Alemania aquellas enseñanzas fueron claves para mi mejor inserción, tanto en la sociedad como en el ámbito laboral.

En la trayectoria laboral, tuve otros jefes de los cuales siempre aprendí…, a veces lo que hay que hacer y otras lo que ¡¡¡nunca se debe hacer!!!

Respeto, reconocimiento, normas de convivencia, orden, organización, dar sentido al trabajo y disciplina, enseñanzas de mi primer jefe.

Repasando algunos conceptos sobre disciplina recordé su importancia en la cultura japonesa. En Japón hay una frase que no existe en otros idiomas: “Otsukaresama Desu”. “Te alabo humildemente por tu duro y agotante trabajo”. Representa el reconocimiento al otro y a su trabajo.

La disciplina en Japón se basa en tres columnas:

ORGANIZACIÓN: permite por lo menos dos cosas, ahorrar tiempo y ser más eficiente.

LIMPIEZA: es mucho más que limpieza, es tirar lo que no sirve, es aprovechar mejor los espacios.

PUNTUALIDAD: no solo cumplir horarios o ser puntuales; es también ser consecuentes con nuestros objetivos en tiempo y formas.

En síntesis, en DISCIPLINA es necesario e imprescindible tener:

VOLUNTAD – COMPROMISO – ESFUERZO
Fuente: El Entre Ríos

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