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Uruguay vuelve a clases
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Mientras muchos países van dejando atrás al Covid-19, una gran parte de Latinoamérica parece perder terreno frente a la pandemia

Hace algunas semanas que se pueden ver colmados de gente los bares de París, Berlín, Ginebra y otras ciudades de Europa, uno de los continentes más afectados. No solo eso: el turismo empieza a reactivarse, las playas y las plazas están llenas y, por si fuese poco, volvió a rodar la pelota y están en la cancha otra vez grandes figuras como Lionel Messi. Son imágenes más que esperanzadoras en todos aquellos países que parecían estar al borde del colapso sanitario y que ahora están ganando o a punto de ganar contra el coronavirus. Por el momento, ni las marchas multitudinarias con la consigna de #BlackLivesMatter parecen afectar la recta final de las curvas de contagio. Pero no solo en Europa hay casos “exitosos” en el manejo de la crisis.

Tanto en Oceanía, en Asia o en África hay casos que están dando la nota. En Nueva Zelanda, con 0 casos, se reanudó la competencia deportiva más popular de dicho país, el rugby, y asistieron al partido más importante de este fin de semana en Auckland más de 40.000 personas. Los países asiáticos que no son China, con técnicas algo más restrictivas o con mayor capacidad de rastreo de casos, lograron mantener muy baja la curva de contagios y de muertes.

¿Y nosotros? ¿Qué ocurre con los hermanos latinoamericanos? Al hablar del coronavirus, los grandes medios internacionales, como Al Jazeera, la BBC, Le Monde, entre otros, dejan de mirar intensivamente cómo afecta en Europa o Asia y pasan a analizar con mayor preocupación lo que ocurre de este lado del planeta. Claro está, la caída de la actividad económica, acentuada por el aislamiento y/o distanciamiento, tiene efectos más catastróficos para un habitante de América Latina que para el de alguna región más desarrollada. Como si fuera poco, los sistemas de salud, en general, están menos preparados para enfrentar un aumento desmedido del número de infectados.

Las mejores noticias llegan de Uruguay, país donde se apeló más a la responsabilidad individual y a un modelo no tan restrictivo y con muchos testeos por habitante, de Cuba, donde la curva baja significativamente, y también de Paraguay, donde persiste el aumento de contagios pero no así de muertes por Covid-19.

Aun así, casi todos los demás países de Latinoamérica están enfrentando costos altísimos, sea cual fuere el camino que hayan elegido para enfrentar la pandemia. Aquí algunos ejemplos: Brasil es sin duda el caso más impactante: 44.000 mil muertes y 890.000 casos de contagio acumulados. La gestión de Bolsonaro es muy criticada por diferentes expertos, a lo que el presidente brasileño responde que no puede pedir a su gente que deje de salir a trabajar para poder comer. Perú es otro de los países que más está sufriendo la pandemia, y eso que implementó una cuarentena estricta como la de Argentina, pero menos efectiva. Con un indicador de muertes per cápita similar al de Brasil, registró una peor performance económica: caída interanual del 40 % en la actividad económica en abril. Una catástrofe por donde se lo analice. Chile es otro caso extraño: cuando trató de flexibilizar tuvo rápidamente nuevos brotes de coronavirus que obligaron al gobierno a dar marcha atrás. En Argentina, la gestión también tiene muchas falencias, más allá de algún acierto inicial. La curva crece día a día y hay ciudades y pueblos que deben regresar a la fase 1 debido a nuevos brotes. El AMBA, el área de mayor peso en la economía del país, lleva casi 90 días sin funcionar con normalidad. Muchas empresas y monotributistas del segmento de servicios van entrando en quiebra y a los problemas económicos preexistentes se suman otros nuevos agravados por la pandemia.

El dilema entre sanidad y economía se acrecienta en toda la región y va quedando claro que distinguir de qué lado hay más vidas en juego no es un ejercicio trivial. Una región con muchísimos problemas estructurales de pobreza que debe elegir si permite a la gente salir a trabajar casi sin restricciones o si se intenta luchar a rajatabla contra contagios que aumentan. Con contadas excepciones, ni las políticas económicas ni las políticas sanitarias han sido efectivas. Los estados vienen asistiendo a sus ciudadanos, pero la ayuda estatal es insuficiente para estructuras poblacionales que suponen porciones relevantes de habitantes cuya supervivencia se juega día a día, o mes a mes. Tampoco alcanzan las medidas sanitarias, hayan sido éstas más o menos restrictivas, para lograr éxito en la erradicación del virus.

Mientras gran parte del mundo va dejando esta pandemia atrás y avanza hacia etapas post-coronavirus (aunque con secuelas y algunas dudas), Latinoamérica, desde Argentina hasta México, se ve estancada en una crisis sanitaria y económica contra la cual no cuenta con las mismas redes de protección con que contaron aquellos países a los cuales hace poco compadecíamos. Nuestra región está pagando por un problema que se originó en el Lejano Oriente, y debe luchar con menos armas que en otras latitudes tanto contra el derrumbe sanitario como contra el derrumbe económico.
Fuente: El Entre Ríos

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