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Con el previsible adelantamiento de la fecha de las elecciones locales, se está asistiendo -en medio de un preocupante (en apariencia, al menos) desinterés del hombre común- a una notoria anticipación en el movimiento ostensible de los dirigentes políticos, algunos de los cuales parecieran encontrarse en “la línea de largada”.

Tal es el caso de Miriam Lambert, que queriendo dar una impresión de cercanía con el vecindario de Colón prefiere que la llamen simplemente Miriam, a quien, a decir verdad, en la ciudad hace tiempo que se la ve colocada en esa línea de largada.

Posición a la que llegó en parte por mérito propio, en parte por el apoyo de su esposo, actual intendente, y la aquiescencia del grupo familiar del mismo. Un apoyo que a lo largo de estos últimos ocho años le ha permitido la incorporación de nuevos miembros -sabemos todos de aquello que con el tiempo “se agranda la familia”- y adquirir experiencia de gobierno.

De donde, contando con el apoyo de una gran mayoría del personal municipal -al que a los fines electorales cabría en número de votantes multiplicarlo por cuatro- y agregando una cantidad indeterminada de vecinos que aprobarían la actual gestión de la administración municipal, cabría decir como lo señalábamos al principio, que “Miriam es número puesto”, o al menos razonablemente se la debe tener por tal.

Máxime si se tiene en cuenta la existencia de una amorfa oposición que parece moverse en el vacío con más velocidad que ideas y no demasiado ruido, dando la impresión que su suerte se jugará solo en la existencia de una figura de peso propio, que tenga el coraje, y sobre todo muestre el despertar de un auténtico llamado vocacional, para lanzarse a llenar ese vacío.

Mientras tanto, lo que se ve frente a Miriam “and family”, es una “proto alternativa” de vocación más centrífuga que centrípeta, la que da la impresión de la presencia de muchos que piensan aplicar la estrategia de “cortarse solos” en forma apresurada, o al menos procurarán hacerlo.

Son los que en otros tiempos hubieran recibido el apelativo de tránsfugas, inaplicable hoy tanto en sentido estricto como en el “neutro”, en estos tiempos de “borocotización” de la política. Tiempos en los que se ve en muchos la tentación de moverse como “átomos libres”, buscando de una manera, dubitativa pero a la vez calculadora y ansiosa, la “molécula” en la que les conviene insertarse.

Como se ve, Miriam espera del otro lado de la grieta -aunque habría que preguntarse si en Colón hay en realidad una grieta o es una mera figura literaria a la que vemos como tal- solo se ve confusión y una imprecisa incertidumbre.

Prueba de lo cual, la tenemos en el entredicho con que muchos se entretendrían si quedara planteado con la seriedad debida, y no con cierta liviandad especulativa, como es nuestra ocurrencia, el siguiente interrogante: ¿la banca del concejal colonense Aníbal Richard -que ahora, a estar a lo que se ha visto, ha decidido hacer no se sabe si “rancho aparte” o irse a vivir a otra ranchada- es en realidad suya o de Cambiemos?

Una idea que seguramente habrá pasado por la cabeza de quien ocupaba el tercer lugar de la lista de concejales por esa coalición. O, por lo menos, así lo mal pensamos.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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