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El país entero fue conmovido por el asesinato de un desafortunado muchachito en Villa Gesell, víctima del desenfreno alevoso de un grupo de coetáneos, a los que se puede describir como una “manada”, una forma perversa gregaria, de cuya reaparición malévola –se trata evidentemente de una regresión- tuvimos ocasión de referirnos en una en un reciente editorial.

A lo que se sumaron varios hechos desgraciados –en cuanto merecen una condena moral- como la supuesta atribución del delito por parte de los partícipes de esa salvaje tropelía, a otro muchacho que ni siquiera estaba en el lugar, y que tuvo afortunadamente la posibilidad de probar su inocencia con una coartada contundente.

A lo que se añade la intención por lo menos imprudente - calificada así para hacerlo en la forma más benévola- del dueño del boliche donde se iniciaron los hechos que tuvieron esa trágica culminación- de reabrir el local a la noche misma del día de acontecimiento, seguramente producto de la amoralidad de su carácter, de que “la fiesta debe siempre continuar”.

A ello siguió un reguero de inculpaciones generalizadas para padres que por ser ellos también malos ejemplos, resultan incapaces de educar correctamente a sus hijos –aunque no sería raro que entre los quejosos hubiera muchos que fueran portadores de esa falencia-, y a los clubes donde se practica el rugby, sus autoridades, entrenadores y jugadores, en la que no dejaba de insinuarse una crítica de tipo clasista, en la que no eran ajenas esporádicas referencias a los que se menciona como “niños bien”.

En tanto respirando como lo hacemos, de una atmósfera insalubre signada por la exasperación, y el descontrol, nos resulta difícil acertar en el diagnóstico y de esa manera rumbear hacia adelante por la senda correcta, nada fácil de seguir.
Es que seguramente todo no pasará por otra cosa que por cortas campañas contra el consumo de alcohol; por hacer presentes fuertes sermones en los clubes a los que practican determinados deportes, y por aumentar la presencia policial en los alrededores de los locales donde “se vive la noche” y se hace presente una hueca “garufa corrida”.

Algo parecido a lo que viene a darse en el caso de la educación sexual que se intenta dar a esos mismos jóvenes, que tiene como meta principal el evitar el embarazo, sobre todo de chicas que apenas si han dejado de ser niñas, y que desde la temprana adolescencia, dejan en cierta manera de bloquear su juventud, de la peor manera. Todo ello independiente del hecho que toda criatura que nazca, es una circunstancia que merece gratitud.

Es que no se advierte plenamente – y quizás no se lo hace siquiera parcialmente- que el problema pasa por una forma de proceder que se extiende entre nosotros y que parece ganar cada vez más vuelo, y que viene a explicar el hecho que se hace en forma siempre creciente: que vivimos en una sociedad a la que nos aferramos a considerar que lo es “sin ley”, ya que la ley está en franca retirada.

Se hace presente entonces el reino de la “desmesura” – a la que los atenienses denominaban “hybris”, a la que consideraban merecedora del castigo de los dioses- y que si es peligrosa su presencia en una persona, lo es más cuando viene a signar el comportamiento de toda una sociedad.

Es que por desmesura debe entenderse la ausencia dominante en una persona, en grupos humanos o en la sociedad del “auto dominio o del autocontrol.” A su vez definidos éstos como “la capacidad humana que tiene una persona y que le permite controlar las emociones y los impulsos que lo afectan en determinado momento y ante un evento concreto, o en su cotidianidad”.

Algo que los psicólogo asocian a la ausencia o deficiencia en la “inteligencia emocional”, lo que se estimaría como la causa del desconocimiento de la “noción de límites” en los comportamientos, y de la necesidad de cuidarse de no transgredirlos.

O sea, dicho de una manera más llana, que esa circunstancia se hace presente en el hecho de que tan a menudo nos exhibamos como “niños grandes”, de esos que nunca han conocido lo que significa la palabra “no”, desde el mismísimo día de su nacimiento hasta su adultez.

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