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Esta semana el mercado financiero exhibió una muestra inconfundible de su preferencia electoral

La economía argentina enfrenta algunas debilidades estructurales que resulta imprescindible corregir para que el desarrollo sea posible. Entre estas debilidades estructurales, quizás la que más ha marcado los ciclos tan exagerados de nuestra economía es la dependencia del ahorro externo para subsistir.
Tenemos, como país, una inclinación enfermiza a gastar más de lo que generamos. Para cubrir el déficit, recurrimos, sin distinción de banderas políticas, al endeudamiento, y casi siempre al endeudamiento externo. Hasta los que declaman tener aversión por la deuda sucumbieron: endeudaron al Tesoro con el Banco Central, o con expropiaciones que, aunque no parecieran deuda en su momento, hoy nos caen como tal a través de las interminables sentencias desfavorables del CIADI.

Nuestros vaivenes económicos están muy relacionados con estas ideas: mientras el ahorro externo fluye, los engranajes de la economía entran en movimiento y todo se ve bien. Pero, cuando el flujo se corta, el ciclo se revierte y entramos en recesión, o algo peor. Los libros de historia económica argentina hacen referencia recurrente a la restricción externa.

Los libros de historia económica argentina hacen referencia recurrente a la restricción externa

Corregir este problema estructural supone esfuerzos que la política argentina no está dispuesta a tolerar. Medidas impopulares como trasladar recursos desde los sectores menos competitivos hacia los más competitivos (para ampliar nuestra capacidad para generar dólares de exportaciones), o reducir el gasto público improductivo, cuyo sustento demanda tasas impositivas absurdamente altas. Declamar que uno quiere impulsar la industria manufacturera al tiempo que aumenta el gasto público y los impuestos es una mentira atroz. Cada vez que llegan inversiones a Argentina, llegan a los sectores en los que el país tiene ventajas a pesar del gobierno: agro, petróleo y gas de Vaca Muerta, explotaciones de litio o servicios de desarrollo y consultoría de software.

El reconocimiento casi unánime de este defecto estructural no se condice con la escasa voluntad por avanzar en su corrección. Suponer que esta actitud podría cambiar según el resultado electoral no parece razonable. Los principales contendientes ya han sido reprobados en la materia.
Nos queda, entonces, el deseo de mínima: que el capital internacional vuelva a fluir hacia Argentina, para poder transitar nuestra condición de emergentes perpetuos de una manera más indolora. Para aspirar a esta mínima satisfacción, la semana dejó en claro qué necesita: que gane Macri.

Bastó que Miguel Ángel Pichetto se sumara a la fórmula de Macri para que el mercado financiero, tan propenso a las fábulas, supusiera que esa movida maestra aumentaba las probabilidades de reelección de Macri. Ergo, volaron las acciones, se desplomó el riesgo-país y hasta bajó el dólar. Al revés de lo que ocurrió hace dos meses, cuando las encuestas que lo daban por perdido.

Dada la restricción externa, el mercado financiero ha dejado en claro que nuestro futuro no será indiferente a quien gane las elecciones

Este comportamiento del mercado quizás augure tiempos mejores si Macri finalmente gana. Y que, aunque tenga las mejores intenciones, un gobierno del cual forme parte Cristina Fernández no gozará del beneficio de la duda de los mercados y sufrirá con fuerza los efectos de la restricción externa. Aunque quiera ser diferente, es probable que las circunstancias obliguen a ese gobierno a repetir las políticas que aplicó antes: cierre de la economía, monetización del déficit y subas de impuestos para sostener el gasto.

Quien gane las elecciones presidenciales en 2019 se encontrará con una situación económica más favorable que la que heredó Macri en diciembre de 2015. Se superó el default, se eliminó el déficit fiscal primario, se cortó a menos de la mitad el déficit de cuenta corriente, se hicieron los ajustes de tarifas, se corrigió la subvaloración del dólar y las inversiones en exploración y desarrollo de gas y petróleo terminaron con el déficit energético. Es cierto que la economía está en recesión y que la inflación es altísima, pero cabe imaginar que de tan mal que están, solo les queda mejorar.

Dada la restricción externa, necesitamos del mercado financiero internacional. Este ya ha dejado en claro que nuestro futuro no será indiferente a quien gane las elecciones. Ni Macri ni Cristina, siendo gobierno, quisieron resolver el problema estructural de la dependencia externa. Mientras ésta exista, nos sentiremos mejor si los dólares llegan.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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