Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Una vez me habló mi tío de su abuelo. Un tipo seco y estirado, como era la mayoría de la gente de antes, cosa que a nosotros nos resulta horrible, acostumbrados a decir a cualquiera que se nos cruce, es decir todo tipo de lindezas.

Pero que a la vez era ocurrente. Quiero decir que tenía sus chispazos, sin dejar de mirar a su alrededor con seriedad y hasta con el ceño fruncido. Y una ocurrencia que mi tío me contó de su abuelo era que repetía cada vez que se iba a “sestear”, como él me dijo, o “meterse en la cama” cuando se había hecho noche, era “me voy a morir un rato”. Con lo que quería en realidad decir que se iba a dormir.

Pero estaba equivocado y lo que decía hasta era una falta de respeto, porque los muertos no sueñan; aunque estoy convencido que algún día se los va a ver ya como despiertos.

Pero por una vez siquiera tuve la ocasión, no de retrucar a mi tío, sino devolver el relato de su ocurrencia con otro. Porque aunque no lo parezca me gusta leer (poco y de vez en cuando) y así me había encontrado en el sillón de mi madre con un libro que ella leía y al abrirlo supe de otro abuelo, ya añoso, pero que no había perdido el ánimo, que se presentaba a sí mismo como “un muerto con permiso”.

Muerto con permiso. Linda manera de decir de un viejo. Ya que viene a significar que “está viviendo tiempo de descuento”, y que por lo mismo no es cosa de dejar de aprovecharlo lo más posible, disfrutando cada minuto, como si fuera un lengüetazo que le pega a un palito con el helado de agua incorporado.

Mi tío me miró, y pareció no ver gracia alguna en lo que dije, porque me contestó que, como era posible ya que, en realidad, somos todos “muertos con permiso”. Un permiso que no se lo puede emplear gastándolo todo el tiempo en pavadas, sin ver que en cualquier momento se acaba.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario