Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Con la veda electoral encima

Hoy se vota, y hasta mejor diría que ya se está votando. Es así como el de ayer fue día de reflexión, el de hoy es acción, ya que no otra cosa significa el votar, aunque eso no quita que lo sea también siga haciéndolo. Aunque de eso no hablaban quienes en tiempos idos hablaban que para el hombre cualunque no había día más aburrido que el de las elecciones.

Por Bucéfalo

La campaña electoral a la que se ha asistido ha sido en general, calma, incluso se diría silenciosa. De movilizaciones populares poco, por no decir nada. Mientras se ha asistido en el caso de algun acto, a la extensión también al ámbito político de la técnica del corralito, aplicada primero en el de la economía y luego en el del futbol, donde se da el caso de que se jueguen partidos sin la presencia de la hinchada del visitante. O extremando las cosas, y al paso que vamos llegaremos a comportarnos como alguna vez según se afirma, era corriente ver en algunas regiones de cultura musulmana, donde curiosamente las ventanas de los diversos ambientes daban a un patio interior, y todo los frentes al exterior estaban tapiados, con excepción de una puerta que habría poco y nada.

Claro está que ahora existen la televisión y las redes sociales, que hasta cierto punto vendría a reemplazar el cara a cara, aunque nunca podrá hacerlo con ese baño de multitud que enfervoriza.

Aunque de cualquier manera, no estoy seguro que ese cambio de comportamiento sea importante, en tiempos que con otros objetivos, que no pueden discutirse como tales, es frecuente ver gente arreada por la calle, y por lo que he escuchado se le toma lista al momento de la participación en actos y marchas, como forma de constatar presencias, y poder tomar nota de loa ausencias.

Pero existe, lo que considero que existe otro argumento con el quitar importancia a este cambio en los comportamientos de campañas electorales, las que dejando afuera el hecho de que la movilización popular sea en el mejor de los casos escasa.

Es el que tiene que ver con el hecho de que esas campañas han pasado a convertirse en no otra cosa que una mezcolanza de ausencia y de dichos, verdaderamente deplorables. Una campaña hecha sobre todo de palabras huecas, en la medida que dicen poco y nada, por estar vacías de contenido, y que como tal suenan a hueco, por más de la belleza que pueda tener la forma en que se la adorna a esa oquedad.

Porque no ha existido en la campaña, lo que se llame un debate de ideas. Aunque debe preguntarme, y así lo reconozco, si una campaña electoral es el mejor de los ámbitos para siquiera plantear ideas, no ya poder debatirlas; ante el hecho que por lo general en la campaña es infrecuente la presencia de los contendientes en un solo recinto. Y el caso de los conocidos debates televisivos, independientemente que por lo general se asiste a la presencia en el caso excepcional que sea más de uno, a una corta serie de ellos, estamos todos de acuerdo que no es ni el lugar ni la ocasión más adecuada para hacerlo.

Es que ambas condiciones (lugar y ocasión) se dan como es hasta obvio señalarlo, en el Parlamento (nombre figurado que se aplica a lo que entre nosotros el Congreso de la Nación, las legislaturas provinciales, o en su caso los concejos deliberantes) y de allí la alusión común a los debates parlamentarios.

Un tipo de acontecimiento que en el caso de darse entre nosotros, a todos los niveles (y lo digo con dolor) provoca tristeza por la mezquindad (estoy tentado) a hablar de ausencia de ideas que por lo general en ellos se hace presente. De allí que buenos sería que todos los cuerpos deliberantes que tanto dinero se los ve despilfarrar en las aplicaciones más insólitas, destinasen una parte de ellos a la trasmisión por televisión y radio de las sesiones de esos cuerpos. No necesariamente para que se esté la gente prendida al televisor, todo el tiempo que duran las deliberaciones, sino para que de vez en cuando se tomen el trabajo de hacer un zapping. Se tendrá asi una muestra…

El único debate parlamentario del que mantengo un recuerdo vívido, de los acaecidos en los últimos años (algo que no significa que nos los haya habido otros a la vez más valiosos y menos deplorables) fue en el que se trató en la Cámara de Diputados de la Nación lo que recuerdo versaba acerca de algo cuyo objeto era lo que se designaba como la reforma jubilatoria.

Debo reconocer que ese debate lo debería haber seguido con mayor atención, dada la trascendencia del tema como se lo designaba, pero de él lo único que recuerdo, y esto de una manera vaga y seguramente incorrecta pero que me siga provocando el mismo malestar que sentí en esa ocasión, es el poder ver a diputados nacionales, que alternativamente y por una parte, dentro del recinto más que tomando parte de un debate vociferaban, y que por la otra entremezclados con la multitud agresiva reunida en la Plaza del Congreso, la imitaban arrojando también piedras, al edificio en el que por otra parte sesionaban.

Dado lo cual cabría lamentarse que lejos estamos de asistir a un verdadero debate de ideas, e inclusive de tenerlas, algo que es más grave todavía!!!

Y la situación relatada, viene a ser un ejemplo sobresaliente de una ominosa circunstancia que en el momento actual signa nuestros tiempos. El que no es otro que la falta de respeto que simultáneamente muestran hacia el pueblo del que dicen ser parte y efectivamente lo son, aunque siempre serlo no como un todo, sino como una parte, lo que no es lo mismo aunque se pretenda hacerlo aparecer por lo contrario, y las instituciones de la República en el que ese mismo Pueblo se expresa, y que deben estar a su servicio.

Porque asistimos a una falsificación de una falsa democracia directa (debería quizás más correctamente, aunque ello no cierra, aludir a una democracia participativa o semi directa) que es una desnaturalización de lo pretende ser, sea cual sea lo que sea, cual es la presencia en la calle de grupos de presión de objetos y magnitudes diferentes) pero que son inadmisibles, o al menos debería serlo, cuando esa forma de actuar se la ejercita contra el Congreso y frente a él.

Se trata de algo no ya doble, sino triplemente lamentable, ya que de esa manera se asiste a un desborde consecuencia de la auto destrucción de su prestigio por parte del Congreso, a lo que se añade el hecho que en nuestra compleja y descuajeringada cultura, le hemos (y eso no es de hoy) agregado un factor más, cual es el apriete, como mecanismo para tratar de imponer lo que se quiere contra viento y marea.
La política como arte de gobernar
En un día como hoy, es momento de marchar a votar, que por lo demás considero es una falta de respeto a sí mismo el siquiera vacilar entre hacerlo y no hacerlo; sino ponernos a pensar acerca de cuál es el estado de lo que llamamos política entre nosotros.

Ya que existe una idea bastante generalizada, y por eso también hasta cierto punto equivocada, que la política es ideales. O lo que es lo mismo conseguir en el gobierno un laburo que no es tal. Queda pendiente la cuestión del para qué, algo que admite diversas respuestas, algunas de ellas más o menos loables, y otras no tanto o nada, pero esa es una cuestión que en la ocasión, sin negarle su máxima importancia no es de mi interés.

Y aun entre los que así no piensan, sin que ello les signifique vivir en las nubes de Úbeda, como alguien dijo y por lo menos una repitió, existen no pocos entre los cuales la política está mal vista. A quienes deben admitirse que tienen cuando menos un poco de razón; la que debe concedérsele, como por mi parte lo hago por mí cuenta, si se comienza por reconocer quien ello afirma, que debe asumir al respecto su cuota, que nunca es por lo general menor en esta deplorable situación.

Porque la de la política, entendida ella en su verdadera dimensión, es una de las más elevadas de las ocupaciones en la que un hombre cualquiera, que es lo mismo que decir todos, puede procurar llenar su tiempo, si es que lo considera de verdad, valioso.

Ya que por significado etimológico, esa palabra desde su mismo origen remite a lo público y a su cuidado, entendiendo por lo público lo que atañe, interesa e inclusive hace al interés de cada uno. No en vano, como se ha repetido en un enunciado que no es de este medio, pero del cual éste en cierta forma se ha apropiado complacido, cuando los Padres Fundadores de la unión americana declaraban que entre los derechos esenciales de todo hombre se encontraba no la felicidad, sino su busque, estaban haciendo referencia a su plenipotencias a la hora de ocuparse de lo público.

Es por ese que contra lo que comúnmente se considera ( y a si nos va) la centralidad de la política se encuentra en el poder. En sus diversas formas, como son la manera de hacerse de él y conservarlo, a la vez que la forma de ejercerlo.

Porque la centralidad de la política reside en otra cosa, a la que se llega pariendo de empezar por concebirla como el arte de gobernar. A la vez que se entiende por tal, una manera de actuar en conjunto e individualmente que nos haga miembros de una sociedad que permita a todos y cada uno de quienes la integran vivir de una manera plena, con lo poco y sobre todo lo mucho que ello significa.

Es por eso que si no fuera una manera de autoexcluirse y un mirar imposible desde afuera se tendría que decir que la nuestra no es una buena sociedad. Ya que la misma desde el vamos no se ha auto instituido en torno de valores que asegura a todos la posibilidad de vivir una vida plena y no se trata tan solo del caso de aquellos que de un tiempo a esta parte hemos descubierto que son sectores vulnerables.

No estoy en condiciones de convertirme en maestro de nadie, a la manera de señalar cuáles son los comportamientos requeridos y los pasos a seguir para lograr todos y cada uno una vida plena ya que considero que ese es un aprendizaje que estimo debemos lograr que entre todos dé su fruto. Dado que yo sea no existe entre nosotros ni un Licurgo ni un Solón.

Pero de lo que sí estoy convencido, es que nos será imposible lograr vivir de esa manera, mientras no aprendamos a distinguir en lo que se nos ofrece entre pompas de jabón y cosas verdaderas; mientras no aprendamos a conciliar nuestro propio interés con el del común, o que se vuelvan altos los parámetros que utilicemos para medir lo que es correcto y no lo es; la verdad de la mentira y la certidumbre de que nada valioso se consigue sin esfuerzo.

Y sobre todo que aprendamos a comprender que la vida no es, ni es deseable que lo sea, como algo que pueda describirse como un eterno presente. Porque debemos animarnos para mira hacia atrás, algo muy distinto de querer volver al pasado, ya que precisamente el hacerlo, y conservar de esa manera vivas valiosas experiencias es lo único que nos permitirá construir un verdadero futuro y no seguir tropezando siempre con la misma piedra.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

Enviá tu comentario