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La misión del Alto Comisionado de Derechos Humanos fue expulsada de Nicaragua donde se encontraba investigando las violaciones a los derechos humanos de los nicaragüenses en el contexto de manifestaciones contra el actual presidente Daniel Ortega. Con más de 320 muertes y 2000 heridos, el panorama se ensombrece cada vez más en esta nación centroamericana.

El miércoles pasado la oficina del Alto Comisionado había publicado un informe en el que responsabiliza a Ortega de graves violaciones de derechos humanos.En el informe se recogen denuncias de ejecuciones extrajudiciales, torturas, detenciones ilegales y la existencia de grupos armados irregulares en contra de manifestantes. A cuatros de meses del estalle del conflicto político-social, todavía no hay salida de la crisis y la represión.

No sólo se trata de una grave y violenta represión a todo aquel que se oponga al régimen sino también de persecución política con despidos por estar involucrado en este tipo de marchas. Así es como más de cuarenta académicos, trabajadores administrativos y más de 80 universitarios fueron sido expulsados de la Universidad Autónoma de Nicaragua, uno de los bastiones de la resistencia en contra del gobierno.

La UNAM fue tomada el pasado abril por estudiantes para manifestar su repudio hacia el gobierno y permaneció bajo su poder durante dos meses hasta que luego de una salvaje embestida los alumnos fueron desalojados (con un saldo de dos muertos y decenas de heridos).

Es entonces que ninguna de las partes parecería dispuesta a ceder. Si bien, se puede dé a momentos ver como vencedor al gobierno sandinista, las manifestaciones en su contra continúan. En palabras de quien fuera vicepresidente de esta nación, el escritor Sergio Ramírez: “Ortega está ganando la batalla militar, pero ha perdido la guerra”.

No se trata de un enfrentamiento entre potencias mundiales, no se trata de una guerra entre países, sino que es una sociedad que se quiebra y se pelea contra su clase gobernante. Por un lado, está el gobierno que no acepta sus críticos; y por el otro, ciudadanos comunes y corrientes que piden un cambio. Y en el medio pierden todos.

Hoy, parecería que los nicaragüenses han sido dejados a su suerte. Si bien existe una presión internacional para que se llegue a una solución pacífica y se termine con la represión, la expulsión de la misión del Alto Comisionado no hace más que generar más incertidumbre sobre qué será de esta nación que no puede manifestarse libremente.

100 días después no hay luz para Nicaragua. A pesar de los grandes progresos que en materia de derechos humanos se han realizado a nivel mundial y de las existencias de muchos e importantes organismos que velan por ellos todavía se siguen sucediendo sus violaciones y todavía la capacidad de respuesta frente a ellas sigue siendo lenta. Esperemos que antes de que sea demasiado tarde terminé el conflicto. Las heridas no serán de curar. Eso está claro.