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Venezuela nos muestra el camino que no hay que tomar

Durante esta semana se lo vio visitando legisladores en el Congreso de la Nación al hijo del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Junior. Este joven, y según muchas voces inexperto, es el Jefe del Cuerpo de Inspectores Especiales de la República Bolivariana. En ese carácter visitó a diputados y senadores argentinos para contarles de toda su experiencia aplicando la ley de (des)abastecimiento en Venezuela, norma muy similar a la que se quiere aprobar aquí.

Venezuela se destaca hoy por una desesperante situación de inflación y desabastecimiento, circunstancia que ni el implacable joven Maduro ha sabido solucionar, esto a pesar de todas las multas, castigos y clausuras de comercios que se han venido practicando en el último tiempo. La falta de papel higiénico en ese país fue titular de los diarios de todo el mundo hace no mucho. El problema sigue sin solucionarse.

La situación es aún más grave en la frontera con Colombia, como aquí podría llegar a darse en un futuro muy lejano en la costa del Uruguay. Como los precios de muchos de los productos básicos del lado venezolano están ¨cuidados¨, como una torpe forma de luchar contra la inflación, esto hace que no lleguen nunca a las góndolas de aquel lado, pero si del colombiano, todo a través de un gran esquema de contrabando.

Esta situación se repite, aunque en menor escala, en el resto del país, lo que hace que los tours de compra a Caracas estén a la orden del día, exclusivamente para adquirir allí los productos de primera necesidad que no se pueden comprar en sus lugares de origen. La magnitud del problema es tal que Maduro Senior acaba de anunciar el establecimiento de un registro biométrico para la compra de alimentos, el cual se instrumentaría a partir de noviembre. O sea, cada individuo podrá utilizar un cupo predeterminado siempre y cuando pruebe su identidad a partir de un sistema que lea sus huellas dactilares. No hace mucho, el presidente de Venezuela había expresado su rechazo a viva voz a esta iniciativa calificándola de disparatada. De ciencia ficción.

Puesta en contexto entonces, la visita de Junior debería agregar poco y nada al argumento de que una nueva ley de (des)abastecimento es lo que Argentina necesita para salir de la espiral inflacionaria en la que está atrapada. Las alacenas vacías de almacenes, comercios y supermercados de Venezuela son el claro ejemplo de que lo que allí se hace es lo que NO se debe hacer. Hasta un joven que todavía no ha terminado la escuela primaria puede ver la evidencia e interpretarla correctamente.

Por lealtad, por estupidez, o por una mezcla de ambas cosas, nuestros legisladores nacionales parecen haberse decidido a votar la norma, aun a riesgo de que en un futuro no muy lejano sea declarada inconstitucional y considerando el despropósito que es buena parte de su contenido. Entre quienes se aprestan a votar la ley positivamente se encuentran varios de los diputados y senadores por nosotros elegidos. Sería apropiado que en su momento los medios hagan trascender sus votos y también sus fundamentos, para que quienes los votamos podamos evaluar como decidieron parase frente al problema.

La inflación es una realidad que muy pocos se atreven a negar, hasta el mismo gobierno ha dejado de hacerlo. Hoy está francamente descontrolada. Sin embargo, la principal razón de ese descontrol no es el exceso de intermediación o ciertas prácticas oligopólicas, presentes ambos en alguna medida en todo el resto de un mundo donde hoy no hay rastro alguno de inflación, sino el desbocado uso de la máquina de billetes para financiar el gran déficit del sector público. Lo que explica en buena parte porque estamos entrando, otra vez, en aquel desolador túnel de finales de la gestión de Alfonsín, caracterizado por la hiperinflación y una enorme contracción económica.

Eso del lado de la demanda. Del lado de la oferta se percibe una creciente caída en la producción de bienes y servicios, producto de la falta de confianza que ha provocado un derrumbe en la inversión. Nadie, ni nosotros mismos, quiere invertir en esta Argentina. Salvo imponderables, todo el mundo que tenga alguna intención de hacerlo va a esperar hasta que asuma el próximo gobierno.

Mientras tanto, tendremos que seguir penando con la realidad y lidiando con la falta de sentido común de quienes nos conducen, quienes ahora se aprestan a desabastecernos. El éxito de la visita de Maduro Junior es fiel reflejo de esa circunstancia. ¿Sabremos aprender alguna vez de nuestros errores?

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