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Hace una semana comentábamos el dilema financiero que afecta al oficialismo y a la oposición: la acumulación de lo que, según la oposición, es una “bomba” de deuda de corto plazo en pesos, que no está claro a quién le conviene que explote antes o después de las elecciones.

El asunto siguió con cruces en Twitter entre el viceministro Gabriel Rubinstein y varios referentes de política económica de la oposición. Con cierta candidez, el Viceministro negaba la insostenibilidad de la deuda en pesos, pero a la vez reclamaba a la oposición que dijera de manera explícita que no pensaba reestructurarla. A la vez, consideraba un objetivo imprescindible dejar de emitir deuda, tanto en dólares como en pesos, para lo cual proponía eliminar el déficit primario.

Todo lo cual no hace más que reafirmar la gravedad del dilema. Que Rubinstein reconociera la gravedad de que la oposición diga algo que pudiera afectar la credibilidad del Tesoro nacional, deja en claro lo precario de la situación. Muchos tenedores podrían preferir no correr el riesgo de tener títulos que venzan cuando los “cumplidores” Rubinstein y Massa ya no estén en el Ministerio.

No entrar en default sólo es posible si se renueva el crédito, o si se pagan las deudas con emisión (con el consecuente costo en inflación y tipo de cambio paralelo) o con una fuerte reducción del gasto público. De hecho, Rubinstein sugería, en otro tuit, que habría que eliminar el déficit primario de forma de no tener que emitir más deuda. El asunto está en que la Ley de Presupuesto contempla un déficit primario de 1,9% del PBI para este año. La estabilidad laboral de Rubinstein estaría en riesgo si pretendiera bajar el déficit este año, por lo que su tuit parece desear lo que todo dirigente desea: patear los problemas para adelante.

No será sencillo este 2023. A la acumulación de vencimientos en pesos se le suma la escasez de dólares que se va a agravar con el correr de los meses y la caída de las exportaciones agrícolas a causa de la sequía. La Bolsa de Comercio de Rosario, la Bolsa de Cereales y el Departamento de Agricultura de los EE.UU. volvieron a bajar en estos días sus estimaciones para la campaña 2022/2023.

Ni el déficit fiscal ni el tipo de cambio oficial parecen reconocer esta nueva realidad. Sigue la emisión monetaria para financiar al Tesoro, y ni la inflación ni la brecha cambiaria ceden. Y sigue la necesidad de emitir deuda en el mercado, pagando tasas que significarían la ruina de una empresa privada, que queda, en consecuencia, fuera del mercado de crédito, mientras la economía se estanca.

Parece mentira que alguien crea que la farsa de hacer creer que este escenario endeble es estable mejore la oferta oficialista de cara a las elecciones. A la vez, esta endeblez plantea un desafío que el principal partido opositor no parece capacitado para resolver: decir la verdad.

Acumulamos décadas de fracasos por culpa de no querer hacer las cosas que se deben hacer. Por gastar más de lo que generamos para que la gente no se de cuenta de que estamos mal, a costa de postergar el momento de la verdad, que, cuando llega, llega con fuerza devastadora. No decir la verdad, como estrategia propagandística, nos ha impedido hacer cosas dolorosas, pero imprescindibles para generar empleo y crecimiento.

Peor aún: no decir la verdad es una forma de menospreciar a los votantes, como si éstos fueran incapaces de asumir una cruda verdad. ¡Sus penurias cotidianas, arrastradas durante años, es lo que es crudo! No decir la verdad no solo agrava esas penurias, sino que hunde la esperanza de revertirlas.

Con los reparos del caso, el fenómeno de los libertarios es una contribución a la verdad, y un dolor de cabeza para la política. Las encuestas parecen revelar que la gente, y sobre todo la gente joven, entiende muy bien sus denuncias: que para la política no es buen negocio achicar el estado, y que el estancamiento y la falta de empleos son culpa del tamaño del estado, que se sostiene con demasiados impuestos, demasiada deuda y demasiada inflación.

Quizás, no decir la cruda verdad ya no sea la mejor estrategia política. Si así fuera, podríamos estar a la vera de un cambio de verdad.
Fuente: El Entre Ríos

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