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Protestas mapuches en la Patagonia
Protestas mapuches en la Patagonia
Protestas mapuches en la Patagonia
No todos entre nosotros han pasado la angustiosa sensación de sentirse desvalidos. O sea, como lo dice el diccionario de la lengua, la certidumbre de no tener el amparo, ni la ayuda, ni la protección, que en un momento dado se necesita. Conviene recalcar, aunque posiblemente exista una línea muy fina de separación entre “sensación” o “convicción” de desvalimiento, la de la convicción es la manifestación no solo de una situación concreta, sino al mismo tiempo extrema.

La que se hace más desesperante aún en los casos en los que no encontrar ayuda ni protección cuando se la necesita, no es – contra lo que se puede llegar a suponer- consecuencia de la circunstancia azarosa de encontrarse completamente solo y aislado, en esa situación límite en la que el único recurso al que apelar es clamar al cielo, con la casi imposible probabilidad que se produzca un milagro.

Si no que se trata de lo que acontece. Buscando ejemplos de tonalidad casi novelesca, cuando a alguien que se encuentra a medias ahogado en las aguas de un río, se le hace manifiestamente vívida la presencia del ocupante de un bote que observa impasible su situación. Una experiencia imposible de describir, para quien no la ha atravesado, y que en su caso precisamente ha salido de ella por puro milagro.

Yendo más allá en el análisis, y valiéndonos de situaciones reales, debemos señalar que la convicción de desamparo es infinitamente mayor en casos, como los que se viven actualmente en nuestra Patagonia Oriental, como consecuencia de un plan sistemático de terrorismo; que incluso de aquellas – que no dejan igualmente de serlo- que se viven en las grandes áreas metropolitanas, donde se hace presente el ignorar por parte del que sale de su casa al trabajo, a la escuela o a efectuar una compra, si volverá a regresar a ella sano y salvo.

Porque si en este último caso la situación es de gravedad extrema, siempre está presente la posibilidad de que los vecinos o la misma policía eventualmente vengan en su ayuda. Y no es ese el caso de nuestros habitantes de las tierras patagónicas en conflicto, cuando sufren el incendio de sus casas o el despojo violento de ellas; o cuando se trata de la ocupación de la tierra propia destinada a su explotación productiva mediante su trabajo esforzado, en medio de un clima inclemente por meses, o que resultan apedreados al circular por las rutas, por los mismos grupos certeramente identificados, sin que ese Estado –al nuestro- que mentirosamente se autocalifica de “presente” hasta el cansancio, no solo no le preste asistencia como resultas de su gestionar deficiente habitual, sino por rehusarse a hacerlo, por considerar que ello está, en una errónea descripción, “fuera del ámbito de sus atribuciones”, errando en la calificación de la excusa. Ya que debió mencionar, aunque ello formalmente correcto es algo hasta moralmente monstruoso, que se trata de una cuestión que no le compete, por no ser suya “la competencia”.

Algo que vendría a significar que no debe atender a los casos en que se haga presente la “conmoción interior”, la misma que en casos extremos la Constitución Nacional, contempla como una de las situaciones en las que válidamente declarar el “estado se sitio”. No es que nos quejemos porque así no lo sea declarado en el territorio “conmocionado”, ya que atendiendo a la forma cuando menos torpe que nuestro gobierno lleva a cabo su gestión, quizás “el remedio sería peor que la enfermedad”.

Pero la renuncia de una fiscal afectada por el mal trato oficial, luego retirada ante las promesas de apoyo, es ya una señal de un estado de cosas; el cual luego fue corroborado por el reclamo de auxilio del gobierno provincial al gobierno nacional, el que mereció esa respuesta a todas luces más que censurable.

Todo ello sin dejar de advertir que la efectuada se trata de una composición de lugar que es totalmente válida al momento de escribir estas líneas, pero que ignoramos si va a serlo en el momento en que está a disposición de nuestros lectores, ya que es conocida la forma en que actúa el gobierno nacional, en el que resultan habituales y notorias las marchas y contra marchas.

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