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La foto que pretendió llevar calma
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Hasta esta semana, la frase “Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa”, tuiteada por el economista Alejandro Kowalczuk y retuiteada por Malena Massa, parecía encarnar el pensamiento mayoritario del mercado financiero y del mundo empresarial. Esta semana, sin embargo, el establishment comenzó a darle la espalda a Massa, socavado por rumores acerca de su capacidad de gestión y su honradez.

Hasta hace pocos días, Massa parecía el garante de cierta estabilidad. Esta semana, la estabilidad financiera se perdió. El mercado cambiario dejó de confiar en Massa. Por un lado, por el fracaso del dólar-soja III, a pesar de su costo inherente. Vender dólares a $220 y comprarlos a $300, cubriendo la pérdida con emisión monetaria, deja de ser una transacción picaresca cuando los dólares no se suman a las reservas. Por el otro lado, por la suba desordenada de los tipos de cambio paralelos. La suba semanal de $50 llegó a todos los titulares y encendió las dudas respecto de cuán geniales son esos artificios, si la emisión alimenta la suba en el tipo de cambio paralelo, y conspira contra su éxito.

También en el mercado financiero Massa comienza a perder brillo. Sucede que, en el afán de manipular el tipo de cambio paralelo, que se escapa por la mala praxis administrativa, el Ministro empuja a las agencias del sector público a vender bonos. Lo hacen con gran desprolijidad, en los últimos minutos de las ruedas bursátiles, y sin miramientos: hunden las cotizaciones para bajar un par de pesos el precio del dólar paralelo. Tal desprolijidad alimenta las sospechas: vender temprano y recomprarle al Gobierno a la tarde fue, esta semana, una forma de ganar mucho dinero.

Al parecer, hasta el FMI comienza a darle la espalda a Massa. La ansiedad lo está matando: pretende que el organismo adelante los desembolsos del resto del año a cambio de promesas difusas. Pero el FMI parece reacio a dar algo a cambio de nada. Si es complaciente con la revisión de las metas, es para evitar un mal mayor, el default. Pero sabe que esa complacencia no corrige los problemas de déficit, emisión desmedida y falta de reservas, que son las cosas que le preocupan. El Fondo ya descubrió todo lo que puede ofrecer Massa es nada: ni más ajuste, ni una devaluación, lo que no significa que ambas cosas puedan ocurrir, por las malas.

La única que no cambió es la gente: Massa jamás repuntó en las encuestas de opinión. Ahora, ante el fracaso de la pantomima del plan antiinflacionario basado en los “Precios Justos”, Massa se hunde con el resto del Gobierno en lo que, según el Índice de Confianza en el Gobierno de la UTDT, es el menor nivel de aprobación de una gestión en 20 años.

Hay muchas razones por las cuales el aura de Massa se desvanece. Pero no son las que imaginan Massa o los periodistas que le hacen eco. Los rumores del miércoles sugerían que la suba del dólar y la baja de bonos y acciones obedecían a los rumores de una salida de Massa del Ministerio. Estos rumores habrían surgido a partir de un almuerzo del ahora exasesor Antonio Aracre con el Presidente, en el que supuestamente Aracre habría presentado un plan antiinflacionario, lo que supondría de alguna forma reemplazar a Massa. Massa se siente así de importante, e imagina que puede calmar los rumores (¡y a los mercados!) con una foto con el Presidente.

Pero la realidad es que no es por eso que el mercado tiembla y deja de confiar en Massa. Son los malos resultados económicos que cosechó, y el descuido con el que ejerce su función, como si no le importara desatar un incendio y sobreestimara su cualidad de bombero, los que generaron las turbulencias. Peor aún: si realmente un ignoto asesor presidencial pudiera hacer temblar al Ministro de Economía y a los mercados, el asunto diría mucho sobre la fragilidad del Ministro y de la economía.

El apego del establishment con Massa merece entrar en el catálogo de los amores incomprensibles. Poco o nada ha producido en términos macroeconómicos, y menos aún en términos financieros. La estabilidad inicial duró lo que un sueño. Ahora, el mercado comienza a sospechar que aferrarse a Massa como madero de salvación podría conducirlo al mismo naufragio al que temía que lo llevara su salida.

Eso de que “no hay nada después de Massa” es una construcción que el propio Massa promovió y regó a diario, y que el mercado compró hasta esta semana, cuando a los malos resultados se le sumó la mala praxis para intentar revertirlos. Al término de la semana, el superministro parece haber comenzado a perder sus superpoderes.
Fuente: El Entre Ríos

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