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Partimos de los dichos que escuchamos una vez, en palabras de tono docente, por parte de una arquitecta. Ella explicaba que toda edificación, requiere, para conservarla en forma óptima, una inversión anual permanente, no inferior a la vigésima parte –un 5 %- de su valor, con ese objeto. De donde, agregaba, cualquier edificación en cuyo mantenimiento no se gasta ni un solo peso durante veinte años, al final de ese período la veremos convertida en una ruina.

Se trata de consideraciones que no podemos dejar de asociar a un artículo periodístico de opinión que el domingo pasado publicara el diario La Nación, cuyo título es “La necesidad de reaccionar antes de que sea demasiado tarde”, y cuyos autores son los economistas Carlos Melconian y Facundo Martínez.

Consideramos de un interés superlativo, el análisis de la postura por ellos sostenida, para que de una vez por todas comprendamos y seamos conscientes totalmente de la gravedad extrema del momento en que vive nuestro país, el cual su futuro solo sería imaginable como un “choque de lleno contra una pared”, según las llanas manifestaciones de otro especialista. Todo ello, claro está, para el caso que no asumamos todos con convicción y empeño la tarea de reaccionan inexcusable e ineludiblemente en la forma adecuada.

En la nota aludida los mencionados economistas ponen el acento en dos cuestiones cruciales, cuales son los que, forzando su terminología, cabe señalar como una referencia a dos “stocks”, el primero de “capital bruto fijo” y el otro, el “del trabajo”; entendido éste en dos dimensiones, cuales son la “cualitativa” -es decir su calidad- y la “cuantitativa”, que no es otro el que número de personas en condiciones y aptitud de hacerlo. Todo ello, como elementos imprescindibles con los cuales contar, para nuestra recuperación.

Para clarificar las cosas, es oportuno señalar que la condición de “bruto” del capital fijo, es consecuencia de incluir como aquel la inversión destinada al mantenimiento del capital fijo. Todo lo cual lleva a concluir que los activos fijos son activos materiales o inmateriales, que son obtenidos a partir de procesos productivos y se utilizan, de forma repetida, en otros procesos de producción durante más de un año. El que incluye, tal cual se acaba de ver, aquella inversión destinada a cubrir la depreciación del stock de capital, y que por ello contempla el adjetivo "bruta”.

En tanto, la importancia de la referencia de la evolución en el “stock de capital” de nuestro país, al que los mencionados economistas designan como “capital reproductivo”, reside en el hecho, a partir de la determinación de esa evolución, se puede inferir cuánto necesitamos invertir y ahorrar para poder, de esta manera, garantizar tasas de crecimiento económico que generen empleo adecuado y permitan el bienestar de todos nosotros.

A las conclusiones que en el trabajo llegan los autores, y que en realidad anticipan desde el vamos de una manera casi apocalíptica, no es sino las que desembocarían en un “derrumbe terminal” de nuestra economía, de no adoptarse y hacerlas propias –en lo que a cada uno corresponde- las medidas adecuadas.

Y si se ha hablado de “derrumbe” es porque se ha visto y se sigue viendo a los niveles de inversión de capital en nuestro país, caer de manera tal, que resultan insuficientes para compensar la propia depreciación de los bienes de capital que conforman el stock; dado lo cual, entonces, es imposible que no suceda lo que está sucediendo. “Ocurre como cuando no se arregla siquiera lo que se deteriora, ni se reemplaza lo obsoleto. Esta es la decadencia que entra por los ojos del hombre común. Se nota aun intuitiva y callejeramente. El país va para atrás".

A ese respecto, debe computarse que en la actualidad ese stock de capital reproductivo se está contrayendo a una tasa anual que triplica a la que se contraía durante la hiperinflación (1988-89) o al doble de la crisis de 2002. En estas magnitudes, no es ya un fenómeno corriente, de los que permiten un rápido “rebote”, tal como vemos a tantos ilusionarse.

En contraste de lo cual, advierten Melconian y Martínez, que “en los 70 el crecimiento promedio anual del stock de capital reproductivo fue del 4,5%; los 80 fueron de constante declinación con derrumbe al final (en la híper); en los 90 (pos-híper 1990) creció fuerte al 4,8% anual; en los 2000 (hasta el 2011) mantuvo un ritmo de crecimiento bueno del 3,7% anual, declinante. A partir de 2012 hasta 2019 baja a menos del 1%. En los últimos dos años de ese ciclo de estanflación arraigada (crisis de 2018-19) ya eran de caída en el stock.”

Frente a lo cual algo que no puede pasarse por alto, es lo que pasa hoy, ya que el stock de capital reproductivo de la economía determinará junto a la dotación de trabajo el crecimiento futuro de la economía.

Y nuestros autores, observan como ya ha quedado dicho y ahora se remarca, que lo grave que está sucediendo hoy, es que “ese stock de capital reproductivo se está contrayendo a una tasa anual que triplica a la que se contraía durante la hiperinflación (1988-89) o al doble de la crisis de 2002”.

Es así como también señalan que “para poder regresar, aunque sea a la tasa de inversión mínima que había en 2017, se requeriría para los próximos dos o tres años una inversión flujo (en equipos, tecnología, infraestructura) que tendría que crecer a tasas promedio del 30/40% por año. Y está cayendo”.

Además, hay que computar que junto al crecimiento del stock de capital reproductiva, el trabajo viene a constituir los determinantes básicos para que “una economía crezca en cualquier país del mundo y bajo el régimen político que sea (desde los EE.UU. capitalistas hasta la China comunista). No hay discusión ideológica de ninguna índole que lo ponga en duda. No entran en la "fórmula de crecimiento" (mucho menos como columna vertebral o motor) subsidios, planes sociales ni la emisión monetaria. Las políticas asistenciales son muy necesarias, pero nunca un sustituto para la fórmula del crecimiento.

Mientras tanto, según Melconian y Martínez, “al igual que el stock de capital, el trabajo en la Argentina está cayendo en calidad y cantidad: en lo que va del año, alrededor de un millón de puestos de trabajo, pasando el empleo total de unos 19,5 a 18,5 millones de personas. Casi desde 2007 no se crea trabajo asalariado formal privado en la Argentina, merced a lo cual estos ya representan apenas "poco más de un cuarto" de la población económicamente activa y en condiciones de trabajar (5,8 versus 21 millones de personas). Están por debajo de los trabajadores asalariados informales (que se estiman en casi 7 millones de personas). El grueso del resto del empleo lo completan el sector público (3,2 millones) y los monotributistas-autónomos (1,9 millones).

Advierten también, “el peligro que reside en el caso que el Gobierno quiera ‘cebar la demanda’ más allá de esas posibilidades o hacer política expansiva berreta, terminando básicamente recogiendo inflación. Si el objetivo es crecer, no queda otra que revisar los determinantes de la inversión y el empleo. Magia de repartir lo que no existe, no hay. En ese caso, se repartirá decadencia”.

Mirando las cosas tratando de hacerlo con cara optimista, cabría considerar que esas consideraciones y cifras que asustan, pueden tener –y así lo esperamos- un efecto saludable, en el caso que por una vez el temor sirva para “abrirnos la cabeza”, en contraste con lo que habitualmente sucede.

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