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En un tiempo en que no conocimos, hemos escuchado en lo no que era otra cosa que prueba de una forma totalmente contraria a una auténtica pedagogía, se buscaba “persuadir” a un chico, sobre todo si era pequeño, que se comportase de una determinada manera, advirtiéndole que en caso contrario, “se lo iba a llamar” o “iba a venir” nada más ni nada menos que “el hombre de la bolsa”. Una figura por lo menos severa, sino maléfica, la que más allá de la forma en que idealmente se la “corporizara” mentalmente, inspiraba en el pequeño una desaconsejable sensación de temor, cuando no de pavor.

Y esa mención resulta adecuada para hacer referencia a la forma que entre nosotros se utiliza, por parte de cierta dirigencia, y la manera en la que es escuchada por una parte importante de nuestra población, máxime cuando se lo hace en forma machacona e insistente: la palabra “ajuste”. Sobre todo cuando el enunciado de esa palabra viene asociada con la sigla “FMI”, y mucho más cuando se le añade el recuerdo al nombre de Mauricio Macri, al que en forma contradictoria, no es extraño que se le agregue la palabra “gato”; la, que en ese caso suena de una manera diferente a cuando se la utiliza, también con referencia al nombrado, en forma peyorativa.

Cierto es que esa secuencia –ajuste. F.M.I. Macri- deja bien en claro que la primera de esas palabras, hace que la misma se asocie a nuestra situación económica; pero a la vez, debe también insistirse, tanto dentro de ese ámbito, como en cualquier otro de la vida social debería asociarse el concepto de “ajuste” al del “orden”, considerándolo como un “valor” principalísimo, tanto en relación a una persona como respecto a una sociedad. Hasta cabre decir que en el “ajustar” debe verse como "una manera de poner orden, en aquello que aparece como desordenado".

Ya que así entendido, y en lo que hace a una persona, el orden es una cualidad positiva; dado que viene a fundarse en el principio de disciplina necesario para ordenar y perseverar en los objetivos de su vida. Y que en el caso de una sociedad, sirve para “ajustar” los comportamientos a reglas de convivencia equilibradas y pacíficas; enderezadas, a su vez, a posibilitar el desarrollo personal de sus integrantes.

Volviendo a ocuparnos de la palabra “ajuste”, la mejor manera de efectuar su correcto encuadramiento, es advertir cuales son palabras que se tienen como de similar significado a su opuesto, o sea al “desajuste” Es que a ese respecto se señalan como tales a “desarticular, desacoplar, desarreglar, desencajar, desigualar, desquiciar, separar.

Y no queda duda que a esos calificativos cabe aplicarlos a nuestra realidad sin que ello signifique una novedad. Aunque lo que debe inquietar es que esa desarticulación, o desquicio no solo va en un aumento, sino está corroyendo los fundamentos mismos de nuestra sociedad.

Con el agravante, tal como lo ha destacado recientemente un diputado nacional, quién es a la vez economista- algo que dentro de ese contexto adquiere una entidad mayor, es que no se tiene una verdadera comprensión por parte de un gran número de los integrantes de la sociedad, que ante la ausencia de una metodología adecuada para llevar adelante un imprescindible ajuste entre nosotros en forma ordenada, eficaz y equitativa; el mismo se lleva a cabo de la peor de las maneras posible, ya que su costo se vuelve muchísimo mayor.

Y pone como ejemplo “al apagón” del área metropolitana de la anterior semana, teniendo en cuenta que el mismo es una forma perversa de ajustar. Consecuencia de tarifas eléctricas, que ni siquiera completando su monto con subsidios estatales enormes, permiten efectuar a las empresas del sector, las inversiones indispensables, para mantener en condiciones nuestra red de distribución de electricidad, y su ampliación.

Con el agravante que el monto de las tarifas de electricidad son fijadas por organismos estatales de una manera a la vez discriminatoria y regresiva, ya que al establecerlas de una manera despareja y por ende desigual, se beneficia sobre todo al área metropolitana- e incluye entre sus beneficiarIos a personas con altos niveles de ingreso.

De donde si se ve en ese apagón, sus causas y secuelas son no otra cosa que ante un ajuste encubierto, que nos encontramos así ante la peor manera de ajustar.

Para concluir, y dejando de lado que un requisito que éticamente integra todo ajuste es el hecho todo ajuste debe ser equitativo y no se puede dejar de señalar que, entre nosotros, todo ajuste no será siempre otra cosa que “el anteúltimo”, hasta que nos demos cuenta como sociedad, que si se gasta en mayor medida de lo que se produce, nunca saldremos de este atolladero infernal en que estamos presos,

Y del que la necesidad del salir de él, mediante la instauración del orden en todos los órdenes, nos lleva a redoblar esfuerzos teniendo en mente a los más de cuarenta millones de argentinos que viven debajo de la línea de pobreza, por una parte, y en todos los compatriotas que se marchan por incurrir en la creencia equivocada de que somos un país sin futuro. Algo que no es así, y que quedará demostrado de proponérnoslo.

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