Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
En 1996, Samuel Huntington escribía El Choque de las Civilizaciones, donde retrataba su teoría acerca de las relaciones internacionales. El politólogo observaba que luego de la Guerra Fría las diferencias más notorias entre los estados no eran ni ideológicas, ni políticas, ni económicas, sino más bien culturales.

Más allá de cuán de acuerdo pueda estar uno, o no, con su tesis, es inevitable pensar que parte de lo que contaba se refleja en dos de las cuestiones más tratadas en la política europea de los últimos 30 años: la inmigración y la convivencia entre la civilización islámica y la civilización europea.

Huntington delimitaba geográficamente a cada civilización. Además, mencionaba los países centrales de cada una de ellas, los países desgarrados (que pasaron de una civilización a la otra), los estados aislados (difíciles de definir) y los países escindidos o multiculturales, donde conviven más de una civilización. En cuanto a estos últimos, él aseguraba que allí los conflictos, tarde o temprano, llegarían. Así ocurrió en el caso de Yugoslavia. A su vez, decía que había otros países o regiones donde el multiculturalismo era una cuestión más laxa, pero que de todas maneras podían verse afectados por un confrontamiento entre la civilización de origen y la entrante. Uno de sus ejemplos era, lógicamente, el de Europa y la inmigración islámica.

El choque entre Occidente y el Islam en Francia, Alemania o en el resto de Europa Occidental tiene varios ejes. El racismo infundado, el progresismo exagerado, el conflicto de intereses en el control de las fronteras; etc. son cuestiones que han sido estudiadas por los medios, la academia y los gobiernos.

El debate volvió a intensificarse esta semana, luego de que el día lunes la directora de recursos humanos de Charlie Hebdo, una revista satírica francesa de izquierda, tuviese que abandonar su casa por amenazas de muerte ¿Por qué Marika Bret, la mujer en cuestión, tuvo que mudarse? Recordemos que el semanario Charlie Hebdo se volvió famoso en enero de 2015, cuando dos hermanos de apellido Kouachi ingresaron a las oficinas del semanario con armas de fuego y mataron a 12 personas e hirieron a otras 11 bajo la dirección de la organización terrorista Al Qaeda (la misma que perpetró el ataque a las Torres Gemelas). El rechazo frente a lo ocurrido se vio reflejado en la solidaridad de la prensa internacional, en manifestaciones con la conocida consigna “Je suis Charlie” (yo soy Charlie), en condenas de parte de diferentes líderes políticos y hasta en ataques contra mezquitas alrededor de Francia.

Bret, como responsable de recursos humanos, fue de las personas que continuó trabajando para la publicación de la revista a pesar de lo ocurrido. Ahora bien, a comienzos de este mes, Charlie Hebdo volvió a incluir caricaturas de Mahoma. Sí, las mismas que habían motivado el atentado en 2015. La revista dedicaba, hasta antes del atentado, algunas de sus tapas o ediciones a la satirización de la religión musulmana y de algunos de sus preceptos más controversiales (aunque también lo hacía con otras religiones, como la judía o la cristiana). El retorno de esta faceta en medio del avance del juicio contra los co-responsables del atentado, provocó la ira de algunos fundamentalistas islámicos, que amenazaron de muerte a Bret. La misma, que cuenta con custodia policial desde el atentado, debió huir de su casa ante las recomendaciones de los servicios de seguridad. Bret decidió que este suceso fuese de público conocimiento, para alertar sobre el riesgo que corre la libertad de expresión en Francia. Agregó que las amenazas de Al Qaeda nunca cesaron desde el ataque anterior y que los mensajes se resumían en la idea de que ellos iban a terminar el trabajo que los hermanos Kouachi habían comenzado.

En este sentido, ha habido en Francia y en el mundo occidental una interminable discusión acerca de quiénes alimentan el odio de un lado o de otro, o sobre cómo debe encararse este tema tan delicado. Esto recobra peso luego de episodios como el que acabamos de describir. Por dar un ejemplo: en medio de los numerosos atentados ocurridos en Europa entre 2015 y 2016 por parte de terroristas de Al Qaeda o del Estado Islámico (ISIS), algunos, incluso quienes no solían tener una posición tan extremista o alocada sobre el tema de la inmigración musulmana, llegaron a preguntarse si era posible ser un ciudadano europeo y musulmán a la vez.

Al observar el calvario en el que viven los miembros de Charlie Hebdo, resurgen las preguntas sobre la convivencia entre los musulmanes más ortodoxos y el ciudadano europeo. Una vez más, ganan espacio las posiciones que generan tensión y que no permiten hacer una descripción de lo que es la realidad.

El modus vivendi de una parte de los musulmanes que viven en Europa, fuertemente vinculado a la sharía (ley islámica), ha estado en tensión con una civilización que hace rato abandonó la unión entre iglesia y estado y que optó por valores más liberales. Mientras se degradan los valores clásicos occidentales, los valores musulmanes persisten a gran escala, y esto lleva a un choque cultural muy fuerte.

Ha sido casi imposible encontrar un punto medio en torno a esta problemática. Las visiones salientes han sido, por un lado, la que propone algo parecido a la expulsión de inmigrantes y/o la prohibición de la inmigración, y por el otro, la de las corrientes de pensamiento más liberales o empáticas. Estas últimas serían las que se desentienden a la hora de criticar a las facciones religiosas que cometieron estos atentados o que a lo sumo promueven que dichas facciones se manejan con valores arcaicos pretendiendo que ello sea respetado ¿Qué quiere decir esto? Ha habido numerosas críticas con tono racista (como puede haber sido el caso de Charlie Hebdo), pero a la vez un silencio rotundo por parte del progresismo para debatir acerca de lo que ocurre con el Islam en Europa.

Tanto una posición como la otra solo generan un clima tensionado y de odio. Por un lado, no parece posible debatir acerca de los preceptos de una religión, pues no sólo los involucrados (que lo calificarán de sacrilegio), sino también gran parte del progresismo (que lo calificarán de racismo), reaccionarán con violencia, verbal y hasta incluso física. Es decir, la libertad de expresión sucumbe de manera selectiva frente a un colectivo, mismo si sus preceptos condenan costumbres y derechos liberales, mientras que los guardianes de los derechos se traicionan a sí mismos porque quieren parecer empáticos. Por otro lado, el silencio y la falta de una posición intermedia llevan a que sean cada vez más populares los movimientos racistas que proponen medidas extremas e infundadas. Por esto y por lo otro, el choque de civilizaciones es un problema latente en Europa Occidental.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario