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En la columna anterior me había referido a la experiencia de trabajar fuera del país y, más allá de las circunstancias y condiciones en que ocurre este acontecimiento, focalicé en el proceso inicial del desarraigo y que denominé “el extrañamiento o despersonalización” por el que solemos atravesar.

En esta oportunidad deseo compartir la otra cara de la moneda, que de algún modo también mencioné en esa columna: “nunca volveremos iguales”.

La bella canción Copenhague nos invita con estas dos expresiones -“el valor para marcharse, el miedo a llegar…” y “nunca sabes dónde puedes terminar o empezar”- a esta segunda parte de “¿Nuevos Horizontes?”.

Las experiencias de vivir en el extranjero nos confrontan con esa primera etapa de despersonalización y paralelamente nos ofrece un espacio único de aprendizajes que solo se da si decidimos transitarlo.

El primer impacto es el cultural, los usos y costumbres, los horarios, el modo de relacionarse, de saludarse, de no entender una serie de códigos no escritos que hacen de esa etapa un tiempo fascinante. Aún hoy recuerdo que estando en la parada de buses, cuando se aproximaba el que estaba esperando, estiré el brazo para que se detenga. Los otros pasajeros que también esperaban ese bus no entendieron absolutamente nada y de la cara del chofer cuando vio mi brazo extendido no me podré olvidar jamás. En ese país el bus se detiene haya o no pasajeros, en el horario establecido, luego continúa su recorrido. La facultad en Argentina la hice viajando en la antigua y famosa ¡¡¡línea 60!!!

En mi segundo desarraigo estuve 8 semanas sin ver el sol, cielo gris, lloviznas, lluvias, niebla, neblina como paisaje diario. Melancolía y nostalgia recordando a mi terruño, tristeza e impotencia pero definitivamente un maravilloso aprendizaje; en ese tiempo descubrí el placer infinito que nos regala el sol casi todo el año en nuestro país. Como esa frase que alguna vez leí en un muro abandonado “No te estoy diciendo que será fácil, te estoy diciendo que valdrá la pena”.

Si el idioma del lugar no es el mismo, no hay mejor escuela que la necesidad de integrarse y comunicarse con el otro. Terminamos aprendiendo y ampliando no solo nuestros conocimientos sino que comenzamos a reducir significativamente nuestros prejuicios, comenzamos a entender que no hay verdades absolutas, que no hay un solo modo de vivir, que en cada país las rutinas son diferentes y que no hay mejores o peores, las hay distintas.

Sufrí sin entender por qué me invitaban a cenar a las 18.30. Con el transcurso del tiempo disfruté intensamente el paseo por los parques o una sobremesa acompañada de una buena copa de cognac después de esa cena tan temprana.

No quiero dejar de mencionar los nuevos aromas y olores que descubrimos en la experiencia de vivir en otro país. Alguna vez alguien dijo que para conocer un país hay que olerlo y en lo personal lo comparto plenamente.

Cuando el idioma es el nuestro también hay un proceso divertido de aprendizaje; no siempre las mismas palabras tienen el mismo significado, sean estos sustantivos, verbos o adjetivos, y no solo con nuestra madre patria, con todos los países de habla hispana aprenderemos nuevos significados.

La experiencia en el mundo laboral facilita la carrera profesional, no solo por el aprendizaje de idiomas. Los procesos de trabajo son distintos en cada país; la mayoría más ordenados y planificados; algunos pocos, muy pocos, más caóticos que en nuestro querido país; razones sobran para explicarlo.

En lo cotidiano recojo el respeto para con el otro, el valor de las Instituciones, el respeto por las normas de tránsito, el orden y la limpieza, el cuidado del medio ambiente, el cumplimiento de horarios, la calidad de los servicios, olvidarse de las interminables y agobiantes filas, sobre todo en las Instituciones bancarias y en los Entes Públicos, el acceso a la tecnología, la cultura del tiempo libre, y fundamentalmente el sentimiento de LIBERTAD, de ser uno y no sentirse observado o enjuiciado, descubriremos nuestra capacidad de adaptación.

Navegaremos entre ser más tolerantes o más exigentes. “Nunca volveremos iguales…”

El regreso, si regresamos, es también un extraño aprendizaje. Nos faltan las palabras para compartir lo que hemos vivido y quienes nos escuchan, después de 10 minutos ya no nos escuchan. La medida del tiempo para quienes no se fueron es distinta de quienes sí se fueron.

“NO HAY NADA COMO VOLVER A ESE LUGAR QUE NO HA CAMBIADO PARA VER CUÁNTO HAS CAMBIADO TÚ” Nelson Mandela.
Fuente: El Entre Ríos

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