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En Lisboa acaban de encontrar el cadáver de un hombre que se había suicidado. Ello por sí solo no sería noticia, más allá del sentimiento que provoca toda muerte; sino fuera que quien se quitar la vida fuera el gestor financiero en Portugal de la mujer más rica de África, investigada por la Fiscalía de Angola por corrupción, y que a la vez ella y sus personeros, lo son por la misma causa también en Portugal.

El contador al que nos referimos, se trataba de Nuno Ribeiro da Cunha, director de banca privada del portugués Eurobic, propiedad en un 45% de la hija del expresidente angoleño José Eduardo Dos Santos. Este era uno de los cuatro portugueses acusados formalmente por la Fiscalía de Angola por delitos de blanqueo de dinero, atribuidos a Isabel dos Santos, hija de quien durante 37 años fue presidente de Angola, José Eduardo dos Santos. Las autoridades angoleñas la acusan de causar un perjuicio a las arcas públicas de 2.000 millones de euros, principalmente a través de Sonangol, la petrolera estatal que ella presidió por designación de su padre.

Ribeiro da Cunha se ha convertido así, en la primera víctima mortal del caso, tras la publicación de los esquemas financieros de la familia Dos Santos. Ente ellos el brazo derecho de Isabel dos Santos, Mário Leite da Silva, ha dimitido como presidente del Banco de Fomento de Angola —52% de sociedades de Dos Santos—, aunque en su renuncia señala que no tiene nada que ver con el caso Luanda Leaks, la investigación periodística internacional que ha analizado más de 7.000 archivos relacionados con el imperio de la llamada mujer más rica de África.

El comienzo tardío de este “destapar de ollas”, es consecuencia que el padre de Isabel, luego de casi cuarenta años en el poder, dejó el mismo en manos de otro exguerrillero y ahora también general –se trata de João Lourenço -que en la época en la que Angola era una colonia portuguesa se sumó junto a aquél, a uno de los grupos guerrilleros que luchaban por la independencia de su país; luego, como tantos otros, de haber recibido instrucción en materias ideológica y militar en la entonces Unión Soviética.

Consolidado Eduardo dos Santos en el poder, luego de una larga y feroz guerra civil - de esas en que las grandes potencias se pelean a través de terceros países y grupos- y que dejó más de 300 mil muertos, usufructuó de su rango máximo presidencial por casi cuarenta años.

Fue así como al tiempo que se ocupó de intentar la reconstrucción de su país, en forma paralela se preocupó del futuro económico de sus hijos –por aquello de que “la familia es lo primero”. Con este propósito -y aprovechándose entre otras cosas de los cuantiosos recursos petrolíferos angoleños- acumuló una inmensa fortuna que por lo que se sabe fue puesta en una gran parte nombre de sus hijos, y que como se ha indicado es materia de una investigación, a la que en cualquier momento se la puede llegar a ver como un “law fare”.

Dos hijos son y se presumía que seguirían siendo fundamentales en la estructura económica del país: la primogénita mencionada, Isabel Dos Santos, 44 años de edad, un año sí y otro no, ha resultado elegida la mujer más rica de África. Dirige la empresa estatal del petróleo Sonangol (primera fuente de ingresos del país), posee la primera telefónica privada del país (Unitel) y el primer banco privado del país (BFA), aparte de sus posesiones en la banca y las comunicaciones portuguesas. Los diamantes, segunda fuente de ingresos del país, también son controlados entre ella y su marido, Sindika Dokolo.

El segundo hijo más viejo, José Filomeno Dos Santos, también tiene otra telefónica, Movicel, en competencia con sus hermanastros Isabel (Unitel) y Danilo (socio de Angola Telecom); pero la principal misión de Filomeno son las finanzas públicas. Creó el Kwanza Invest, correa de transmisión de inversiones extranjeras y ahora dirige el Fondo Soberano del país, con unas reservas de 5.000 millones de dólares.

Mientras un analista político, angoleño complementa ese repaso, señalando que “aunque parezca que son muchos Dos Santos, es solo un espejismo. En realidad hay muchos más, pero el patriarca se va y deja sin colocar a tres de sus retoños, Houston, Eduardo y Joseana, aún en edad escolar.” De allí que se pregunte ¿Qué va a ser de ellos?

Esta larga relación, en apariencia completamente descolgada de nuestra realidad, viene a confirmar una vieja afirmación nuestra en el sentido en que para los latinoamericanos en general, y los argentinos en particular “el África negra, es el espejo en qué mirarnos”, ya que es allí donde se ve a nuestras taras y falencias exacerbadas.

No se trata de traer a colación la “Misión Argentina a Angola”, que encabezó la entonces ex presidenta y actual vice que en los primeros meses del año 2012 aterrizara en Luanda su capital, mientras una delegación compuesta por más de cuatrocientos empresarios, a los que se le sumaban no solo los dueños de La Salada, sino también sindicalistas como el infortunado “Caballo” Suárez, que lo hacían en lo que se dio en llamar “Arca de Guillermo Moreno. Y que entre las cosas a mostrar se llevaba una cabra “clonada” por el ingenio argentina, y el prototipo de las cosechadoras de arroz a una de las cuales hiciera trepar Urribarri a la presidenta en Plaza de Mayo, con la que este fuera junto al gobierno provincial estafado por quienes se presentaban como acreditados empresarios.

Hemos mencionado recién taras y falencias exacerbadas endémicas la África Negra. Una enfermedad de la que no terminamos de vacunarnos, aunque se debe admitir que se los ve entre nosotros atenuados. Algo explicable ya que nuestras repúblicas –odiamos que se nos mencione como “republiquetas”, por más que reconozcamos que no faltan ocasiones en que pareciera hacemos esfuerzos inauditos para presentarnos como tales- ya que los vientos independientistas llegaron a ese continente casi dos siglos después que al nuestro, a la vez que su población autóctona sabía mucho menos de instituciones que fueran más allá de lo tribal que nuestros ancestros.

Es por eso que allí se da con más fuerza la presencia de la “triada maltita”: autocracias preñadas de un nepotismo vitalicio – corrupción sin límites – riqueza obscena, en contraste con la indigencia analfabeta”.

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