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Hace cuatro meses que los argentinos vivimos en una montaña rusa en la cual cada curva (cada día) depara una gran sorpresa que parece hacer pender de un hilo el futuro del país y la economía personal.

La suba del dólar, la caída de la Bolsa, el alza del riesgo país, el apoyo del FMI, los cuadernos de Centeno, la reclasificación como mercado emergente de las acciones argentinas, la salida de un presidente del Banco Central, una nueva suba del dólar, otra baja de la Bolsa, mayores tasas de interés, las indagatorias de Bonadío, la salida de otro presidente del Banco Central, la ampliación del acuerdo con el FMI, el mensaje de YouTube de Macri, las conferencias de prensa; una sucesión inacabable de eventos que durante estos cuatro meses han mantenido a los argentinos en vilo y han revivido en parte el extremismo, esa grieta que alimenta el populismo y que parecía estar en camino de extinción.

El apaciguamiento de 2016 y 2017 mutó en una crispación propia de los años kirchneristas; una crispación que nada tiene que ver con relatos, sino que se origina en esos vaivenes de las variables económicas que tanto alteran el humor popular.

La volatilidad, en las variables económicas y en las políticas, constituye una muestra elocuente de esta volatilidad que tanto aviva los espíritus:

Lunes 24: a la apertura, el dólar mayorista baja $1, pero luego vuelve al punto inicial de $37,30. La Bolsa cae 4%. Acto de los gremios más combativos, previo al paro nacional anunciado para el martes.

Martes 25: paro nacional; temprano, renuncia de Luis Caputo a la presidencia del Banco Central; el dólar abre a $39,45 y cierra a $38,13. La Bolsa cae casi 3%, después de estar 3% positiva al mediodía.

Miércoles 26: el dólar abre a $39 pero cae al cierre hasta $38,50. La Bolsa cae 0,7%. Al cierre del mercado, se anuncia el nuevo acuerdo con el FMI y Guido Sandleris, flamante presidente del Banco Central, anuncia una nueva política monetaria y cambiaria.

Jueves 27: el dólar se dispara hasta $39,80. La Bolsa cae 1,7%. En conferencia de prensa, Macri anuncia el índice de pobreza y preludia meses arduos.

Viernes 28: el dólar vuelve a dispararse y cierra en $41,30 y la Bolsa baja 0,6%. Fin de una semana con suba de 11% en el tipo de cambio y caída de 4,1% en la Bolsa.

Este breve inventario de noticias económicas de cuenta de eventos que, al momento de influir sobre el humor personal, probablemente provoquen menos crispación que agotamiento. La crispación llega con la frecuencia en la recepción de las noticias.

Los eventos ya no son conocidos solo una o dos veces al día, con el noticiero de la tarde o el diario de la mañana, como hace no tantos años. Ahora todo ocurre en vivo. El relato, minuto a minuto, de la cotización del dólar y las acciones a través de medios digitales, redes sociales, TV nacional y radios, debería ser patrocinado por un fabricante de ansiolíticos.

Los argentinos tenemos alta propensión al debate efervescente, y nos consideramos expertos de opinión en todas las materias. Fútbol, economía, política y geopolítica, comida, medicina, psicoanálisis, sexo: de todo sabemos, y sabemos más que los demás. Somos los mejores y estamos condenados al éxito, solo que éste se está demorando un poco en llegar; unos 200 años, apenas.

O quizás sea que lo estamos demorando porque no nos aguantaríamos el aburrimiento que supone ser exitosos. Quizás por esa razón minimizamos los indicadores de calidad de vida y equidad social de, por ejemplo, los países escandinavos, y casi nos regocijamos al saber que, ¡oh casualidad!, en esos países hay un alto índice de suicidios. ¡Todo anda tan bien que se quieren morir del tedio!

Nuestra historia sugiere que pensar que algún día seremos un país escandinavo es ilusorio. Pero no se trata de eso, sino de soñar con un poco más de paz. Debemos permitirnos desear que, entre tanta montaña rusa, llegue cada tanto uno, o unos cuantos seguidos, de esos días aburridos. Uno de esos en que lo más grave que pasa sea un escándalo del mundo del espectáculo.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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