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I- De Nicaragua a Entre Ríos

Quien más quien menos, todos hemos oído hablar de Daniel Ortega. El que repitiera en pequeño –o en grande- la gesta castrista, expulsando de Nicaragua al autócrata Somoza, al que el terrorista argentino Gorrarián Merlo le dio en Asunción el tiro de gracia. Hasta que cayó del poder como consecuencia de una embestida contrarevolucionaria, que fue posible por la ayuda del presidente norteamericano Reagan y los que se conocían entonces como “los contras”.

Finalmente Ortega volvió al poder como consecuencia de los malos manejos y divisiones entre los que lo sucedieron. Con la ayuda de Chávez primero, y del hijo de éste después que le entregaban petróleo a precios regalados, pudo mantener la máscara de líder progresista, a pesar de que ya se había convertido en un autócrata cleptómano y nepótico (hay que recordar que su actual vice presidenta es su esposa, de quien se dice es ahora quien lleva los pantalones).

En tanto, y como se sabe, en estos días en Nicaragua se ha asistido a una manifestación pacífica que se volvió revuelta, luego de una sangrienta represión, que dejó un montón de manifestantes muertos o detenidos, en su mayoría estudiantes.

La causa de la protesta fue el cambio del régimen jubilatorio en Nicaragua, que se hizo nada menos que con el “auxilio” del Fondo Monetario Internacional –¡cosa de no creer hasta de un izquierdista latinoamericano aunque sea corrupto!- por el cual se disponía bajar en un 5% las jubilaciones de los trabajadores y se incrementaban los aportes previsionales, tanto patronales como los laborales, dado que de acuerdo a las estimaciones de técnicos en la materia, el sistema previsional nicaragüense ingresaría en situación de quiebra a dos años vista.

Luego de la revuelta, como también se sabe, Ortega dio marcha atrás en las reformas legalmente establecidas, por lo que no se sabe cómo se las arreglará de aquí en más.

Esta experiencia orteguiana, debería servir para que nuestro gobierno provincial pusiera las barbas en remojo, a los efectos de encontrar una solución para el sistema previsional de nuestra provincia, jaqueado como está por un déficit que, según la información disponible, es igual al del gobierno provincial, de manera tal que de no ser así las cuentas públicas provinciales estarían niveladas.

Máxime si se tiene en cuenta, que la presión tributaria de los entrerrianos no es menor, y que al menos en una parte es consecuencia del “aporte solidario” que hacemos nosotros con el anterior objeto.

A la vez de hacernos recordar que, así como a fuerza de voluntad no podemos abolir la ley de la gravedad, tampoco a largo plazo al menos, el efectuar cálculos y asientos contables manipulados por la magia, no es sino jugar con una suerte de suicidio colectivo.

II- La mirada de sus amigos puesta en Ortega: algo que parece una historia sin vuelta

Aunque sea cosa de no creer, como algunas veces se escucha decir, los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, acaban de decidir sino imitar, al menos seguir el ejemplo al Presidente Macri.

Una conclusión a la que vuelve válida el hecho que quienes componen ese organismo hayan resuelto viajar de Nueva York a Suecia con el objeto de encerrarse lejos del mundanal ruido, con el objeto de contar con la tranquilidad de espíritu, que les permita encontrar una solución a esa trampa diabólica para la humanidad toda, la que no es otra cosa que la “tragedia siria”. Una cuestión de tanta gravedad, que en la actualidad en ámbitos especializados encuentra grandes similitudes con la situación que se vivió en los Balcanes -más precisamente en la región que la posterior Yugoeslavia terminó explotando en un conjunto de pequeños estados, que entre ellos se miraban y actuaban con salvaje fiereza- y que llevó al desencadenamiento, en 1914, de la Primera Guerra Mundial.

Nos encontraríamos entonces ante al empleo de los “retiros espirituales” a los que nos tiene acostumbrados Macri y su equipo aunque en este caso dentro de nuestros límites territoriales, como el caso de reuniones celebradas en Chadpamal o Tandil.

Sin embargo, existe una gran diferencia entre ambos “retiros”, ya que es de suponer que en el caso de Macri existe una coincidencia por lo menos última en intereses y objetivos, algo que no se da en el caso de los miembros del Consejo, dentro del cual los tironeos entre intereses en pugna resulta notorios.

Es que en el caso de las llamadas grandes potencias, las que tienen poder de veto en las decisiones del cuerpo- más que de llevar a cabo un retiro, de lo que se trata es que se asista a un acto de “desarmar los espíritus”. Circunstancia indispensable para que una decisión adecuada pueda efectuarse. Algo que implica mirar las cosas no solo con buena disposición, sino con esa honrada objetividad que significa despojar del lente ideologizado e interesado con el que habitualmente se miran las cosas.

Un tipo de actitud que nos lleva a ocuparnos de Rafael Ortega, sino de la manera en que sus amigos variopintos de la autodesignada izquierda latinoamericana miran a Rafael Ortega y sus acciones, en especial, como hemos referido, luego de la feroz represión que efectuara de manifestantes. Es que como en el caso de Ortega, como en el del “hijo de Chávez”, Nicolás Maduro, y sus respectivos séquitos, se guarda por parte de ellos un silencio de ultratumba a las agresiones evidentes que ellos comenten contra los derechos humanos.

Es que no hay transgresiones buenas y transgresiones malas en la materia. O son mejores los represores de los regímenes socialistas, a sus equivalentes del capitalismo. Ya que los derechos humanos ni tienen dos caras, ni admiten que se los aborde con lentes distintos. De donde es tan repudiable la muerte en manos de un policía estadounidense de un ciudadano de ese país de raza negra, como el que se sesga la vida de un estudiante en Caracas o Managua.

Pero lo que vuelve las cosas de mayor gravedad y debe causar mayor alarma, es que esa manera de ver las cosas parece haberse adoptado por organismos y organizaciones internacionales de derechos humanos. Ya que de otra manera no se explica la inmediata reacción ante la desaparición del malogrado Santiago Maldonado, en contraste con el silencio al que acabamos de referirnos.

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