María tiene casi 11 años y no se atreve a ir a la panadería de enfrente, situada a apenas 200 metros de su casa. "Me da miedo. Nunca he salido sola a la calle", esgrime.

Situaciones como ésta se repiten en muchos hogares del primer mundo y son fruto, según los expertos, de un mismo árbol: la sobreprotección.

Convengamos que ser padres es tal vez una de las vocaciones más complejas y a la vez más extraordinarias y apasionantes. Los que hemos aceptado el desafío de afrontarla, sabemos cuán difícil resulta y cuántos errores hemos cometido y seguiremos cometiendo. Alcanzar el punto medio para no sobreproteger pero tampoco desproteger es casi un imposible, aunque se nos vaya la vida en el intento.

La sugestiva metáfora del título, los padres helicóptero que sobrevuelan todo el día la vida de los hijos, casi sin dejarles respirar por sí mismos, y consecuentemente los niños convertidos en burbujas, aparece en un completo y provocador informe publicado por el sitio http://www.huffingtonpost.es/ en el que vale la pena detenernos:

La revista digital estadounidense Slate realizó una encuesta entre 6.000 lectores a los que preguntó qué cosas de las que hacían de pequeños permitían hacer hoy a sus hijos. La conclusión fue clara: los niños actuales tienen mucha menos libertad que sus progenitores.

Pero, ¿qué diferencia hay entre los pequeños de ahora y los de hace 20 años? ¿Qué ha cambiado para que la actitud de los padres haya variado de forma tan radical? ¿Cuáles son las posibles soluciones?

Después de 30 años en el mundo de la educación, Mercedes Gómez observa grandes diferencias entre los niños de ahora y los de antes: al empezar la guardería, los pequeños de hoy en día suelen ser más "torpes". Por ejemplo, "no saben montar en triciclo y apenas saltan, porque sus padres les llevan de la silla de paseo a la sillita del coche", explica esta directora de una escuela infantil. A su juicio, los menores están mucho más apegados a sus progenitores y les cuesta más adaptarse a los cambios.

Cuando los niños inician su etapa preescolar, la situación no varía: también son mucho más "inmaduros" que antes. Al menos así lo ve Carmen Velasco, una maestra con 25 años de experiencia. Según la profesora, ahora los pequeños se enrabietan a la mínima y son más débiles y dependientes. "No son capaces de hacer cosas tan cotidianas y sencillas como abrir una canilla", lamenta.


Mamás agendas y padres guardaespaldas


Paula, madre de Irene, sale agobiada de recoger a su hija de clase. "¡Cuántos deberes nos han dado hoy!", se lamenta.

Juan, de 12 años, presenta en el colegio un trabajo de tecnología que él no ha hecho. "Es que el padre de uno de sus compañeros es ingeniero y, claro, seguro que el niño lleva un proyecto mejor", se justifica su padre, tras dos días trabajando con circuitos integrados.

La sobreprotección no disminuye a medida que el niño cumple años. Para ilustrar la situación, Carmen Velasco cuenta: "Una madre llegó diciendo que tenía la culpa de que su hija de 11 años sacara peores notas en el colegio: 'Es que como he empezado a trabajar, ya no me siento con ella para las tareas'".

Es un claro ejemplo de las llamadas mamás agenda.

El pasado octubre, el blog de la ingeniera industrial y experta en coaching Noelia López-Cheda pasó de recibir 250 visitas por post a más de un millón de visitas gracias a una publicación titulada "Me niego a ser la agenda de mi hija por WhatsApp". Miles de padres se sintieron identificados con Noelia, que en este artículo describía el momento en el que decidió dejar de recordarle a su hija Enma los deberes que tenía. "Cada uno debe asumir su parte", señalaba en su blog.

A las mamás agenda, como era Noelia, hay que añadir tres categorías más: los padres helicóptero (que sobrevuelan sin cesar las vidas de sus pequeños), los apisonadores (que allanan sus caminos para evitarles dificultades) y los guardaespaldas o padres extremadamente susceptibles, preocupados por cualquier crítica o porque toquen a sus hijos.

Los niños protegidos en exceso tienen una dependencia "extrema" de los adultos, según una directora de escuela: "Viven en una burbuja, desarrollan menos recursos, menos estrategias y habilidades".

"Los padres creen que cualquier cosa puede traumatizar a un hijo", confirma el psicólogo español y ex defensor del menor Javier Urra. Además, la sobreprotección se prolonga hasta la universidad, como relata el también psicólogo Ángel Peralbo, autor del libro Adolescentes Indomables.

El problema es que un día la burbuja estalla. Los niños hiperprotegidos suelen presentar más miedos, conflictos emocionales y ansiedad. Por otro lado, diversos estudios vinculan la sobreprotección del menor con el acoso escolar, asociado a la falta de seguridad del niño y su vulnerabilidad.

No obstante, las consecuencias también son fisiológicas. Numerosos pediatras apuntan a que esta tendencia sobreprotectora aumenta las alergias y las enfermedades autoinmunes, dado que la interacción que antes se daba con los microorganismos se ha disminuido o eliminado.

Ausencia de responsabilidad, carencia de autonomía y falta de iniciativa son tres de las consecuencias que completan el círculo. A la larga existen dos más: los jóvenes tienden a independizarse más tarde y, según Álava, son "más infelices" porque no toleran las frustraciones "del día a día", ya que siempre les han resuelto los pequeños problemas cotidianos.


¿En qué ha cambiado nuestra sociedad?


Carlos y Lidia son padres de Álvaro y Laura, de diez y seis años. A través de multitud de aplicaciones y otras tecnologías, controlan dónde están sus hijos en cada momento. Por ejemplo, la 'app' DondeEsta les avisa cuando han llegado al colegio o han vuelto a casa.

Para los expertos, los responsables de la sobreprotección son, claramente, los padres. Uno de los puntos de inflexión de este cambio social se sitúa en la incorporación de la mujer al mundo laboral. De acuerdo con los especialistas consultados, al dedicarles menos horas a los pequeños, a los adultos les cuesta decir que no y establecer obligaciones. Asimismo, sienten que deben dar a sus hijos todo lo que ellos han echado de menos en su infancia, puesto que ahora cuentan con más recursos.


Sobreinformados y muertos de miedo


Desde un punto de vista sociológico, el asunto es algo más complejo. Los motivos de la sobreprotección son casi idénticos a los ya expuestos, pero habría que añadir tres matices, según la socióloga Almudena Moreno. El primero es que han cambiado los modelos familiares (el tamaño, las formas, la edad de los progenitores...) y el hijo es ahora "una especie de bien a proteger" al tener menos hermanos, menos competidores.

El segundo motivo que da la socióloga tiene que ver con el cambio del entorno rural al urbano de los años 70 hasta hoy. "El control desaparece, porque antes lo ejercía la comunidad, los vecinos. Hemos perdido ese control y nos estresamos por ello", expone, e ilustra su idea: "Cuando nos vamos de vacaciones a los pueblos del interior, generalmente los niños están más solos, les dejamos más libres. . . ¿no?".

El tercer apunte de Moreno es compartido por padres y expertos: "Estamos sobreinformados" por los medios de comunicación, siempre al tanto de sucesos y patologías que aumentan las alarmas. "Vivimos en una sociedad del miedo, que sobreprotege a sus ciudadanos", agrega Urra. Este matiz tiene otra cara que, a veces, es esgrimida por los padres para justificar su actitud sobreprotectora: la sociedad ha cambiado.

La mayoría se declara incapaz de "evitar" esa sobreprotección, pese a saber que podrá entorpecer el proceso de desarrollo y maduración de sus hijos.


Los especialistas recomiendan


Los consejos de las maestras a los padres son simples: en primer lugar, "que se relajen, los niños no son de cristal"; y en segundo, que establezcan límites y aprendan a decir que no. Los padres tienen que guiarlos, pero no sobreprotegerlos, según Velasco, que ofrece una metáfora "muy utilizada" en la enseñanza: el niño es como una puerta que los maestros se empeñan en abrir. Al otro lado están los padres, que empujan en sentido contrario, cuando lo ideal sería que contribuyesen a esa apertura.

Los psicólogos y sociólogos también devuelven la pelota al origen y sujeto activo del problema, los progenitores. Ángel Peralbo y Silvia Álava sugieren incentivar la autonomía de los niños y adolescentes, planteando al menor, progresivamente, pequeños retos y objetivos. El consejo de Almudena Moreno implica un ejercicio más profundo: "Tenemos que cambiar los estilos de vida y buscar una fórmula intermedia que incluya nuestra educación, la de los padres, para que no vivamos en esa angustia permanente de que, si pierdo el control, a mi hijo le va a pasar algo".

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