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Personas algo misteriosas, siempre ocultas, amasando, sudorosas, cerca de los hornos. Con todo el agradecimiento que les debo (panes dorados y crocantes, tortas de masa tan blanca y caras tan negras), no es a ellos a los que me referiré, no sin dejar constancia que ni panes ni facturas son tan buenos como antes.

Pues, ¿qué otros panaderos conocen ustedes? Me refiero a esos que nos sorprendían al costado de una canaleta, o en un sector soleado del jardín. Semillas de una hierba, llamada en general diente de león, de hojas lanceoladas y dentadas, y flores como monedas de oro puro, un amarillo que parece definir al amarillo, compuesta en sí por cantidad de flores diminutas, que al madurar generan una bola blanca, casi transparente, formada por pequeños pelos que salen del centro a la periferia, y que parecen terminar en lo que es casi el espectro de una flor.

El nombre de esa esfera es vortex. ¡Qué difícil describirla! Los científicos son más directos, cada uno de esos pelos se llaman vilanos, son 100 o más filamentos que contienen una minúscula semilla, con forma de pan. De ahí su nombre común. Panaderos. ¿Conocen otro?

Y el viento los desprende de su tallo y los eleva. Si es que alguien no los arranca primero, y soplando sobre ellos, ve como suben llevando sus deseos o su mensaje. Echados sobre el pasto podemos ver como el viento los lleva lejos. A esto prestamos más atención, la lejanía es muy prestigiosa. En días de aire seco y caliente pueden recorrer hasta 100 kilómetros, si bien la mayoría han de caer en un radio limitado. Un hermoso mecanismo del que se valen algunas plantas para dispersar las semillas.

Temo que hoy día el primer encuentro de los niños con los panaderos no sea en una siesta soleada, sino en el cine, mirando "La bella y la bestia".

En esta elevación, vuelo y dispersión de los panaderos, juegan una cantidad de fuerzas finamente calibradas. Se pensaba que lograban esto por la resistencia que los pelos oponían al aire al soplar, pero he aquí que nuevas técnicas han revelado que el aire al pasar por los pelos forman arriba del vortex, remolinos o burbujas que detienen su caída como pequeños paracaídas, cuya construcción es cuatro veces más eficiente de los que pudieran ser hechos por el hombre, a esa escala. Son como pequeños drones, que no requieren una fuente de energía extra. Se piensa ya en una función: medir la polución atmosférica.

Pueden sugerir nuevas formas de vuelo.

El diente de león es una hierba muy difundida, que crece espontáneamente en el campo y aún en intersticios de rocas y veredas y cultivada casi en forma doméstica. Conocida por los antiguos médicos árabes, era recomendado como diurético, anti diarreico, problemas circulatorios y para facilitar el flujo menstrual. Su nombre le fue dado por un médico holandés del 1600, Leonhart Duche, diente era una medida de la época y del nombre quedó el león, de su versión francesa vino "dent- de- lion" que generó el "dandelion" de los ingleses.

Es probable que muchos de ustedes hayan leído "El vino del estío”, unas memorias muy bellas de Ray Bradbury. Ese vino no es otro que un extracto de flores de diente de león. Se maceran los pétalos en un recipiente con azúcar, levadura y jugo de naranja y limón, se filtra, y tenemos un licor apetecible. La receta figura en YouTube. Los pétalos pueden usarse en ensaladas, los capullos pueden simular alcaparras después de debida preparación, las hojas remedan las de la achicoria, del tallo se obtiene una material gomoso no inferior al caucho, la raíz tostada simula el café.

Nombres populares: "moja-camas”, “la meona" y adicha, radicheta, achicoria amarga, la amarga… y debe haber más.

Alguien definió para siempre a la soja como un yuyito. Esa mirada despectiva es lo que debemos evitar en la vida. Miren cuántas cosas útiles e incluso maravillosas surgen del estudio de este humilde yuyito, el diente de león, que tantas veces arrancamos casi con placer, las miradas deben ser inquisidoras o de admiración, en particular si están dirigidas hacia los frutos de la naturaleza. Las miradas despectivas obran como un veneno.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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