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Guzmán con Kristalina Georgieva, del FMI
Guzmán con Kristalina Georgieva, del FMI
Guzmán con Kristalina Georgieva, del FMI
Quizás la definición económica más relevante de los últimos días haya sido la de la Vicepresidente, cuando anunció que los Derechos Especiales de Giro (DEG) que se reciban como fruto de la distribución que realizará en los próximos días el Fondo Monetario Internacional (FMI) serán utilizados para hacer frente a los pagos de capital e interés del préstamo que Argentina debe al organismo. Los primeros pagos de capital caen en septiembre y diciembre y absorberán gran parte de los US$4350 millones en DEG que corresponden a Argentina.

El anuncio de Cristina Kirchner se suma al acuerdo temporario logrado anteriormente con el Club de París para postergar el pago de la cuota final del crédito con esta institución, hasta mayo de 2022, con pagos parciales en julio de 2021 y febrero de 2022.

Los mercados financieros reaccionaron bien al acuerdo con el Club de París y, sobre todo, a la afirmación de Cristina Kirchner. Fue una señal de sensatez, en contraposición con la locura que propugnaban algunos de sus más fervientes adeptos, que sugerían que los DEG debían utilizarse en gasto social para paliar los efectos de la pandemia.

Indirectamente, esta idea suponía incumplir con los pagos al Fondo. Ese “peor escenario” es el que por ahora parece haber quedado descartado. Decimos “por ahora” porque en 2022 los vencimientos son mucho mayores que los de este año, y comienzan en marzo. Esto deja poco espacio para el error si la táctica es la de esperar hasta después de las elecciones para llegar a un acuerdo.

Los funcionarios del FMI repiten que el diálogo técnico es fluido, que tiene cada vez más sustancia, y que está tan avanzado que un nuevo programa podría cerrarse con rapidez. Pero no esperan que algo pase antes de las elecciones de noviembre. Para la política lo único importante es la elección; como si mejorar la economía y las condiciones de vida de los argentinos fueran detalles que pueden esperar.

El préstamo stand-by que recibimos del FMI tiene como objetivo auxiliar a los países en situaciones temporarias de iliquidez: reemplaza el crédito que se perdió en el mercado de capitales hasta que vuelva a estar disponible.

Es curioso, entonces, que el FMI sea presentado como un enemigo por la política. Nos prestó cuando ya nadie nos prestaba. Y ahora nos propone postergar pagos a cambio de fijar un programa sustentable. En otras palabras, nos propone ayudarnos otra vez a cambio de tomar medidas que nos beneficien como país. Da para preguntarse si la política se preocupa tanto por el país.

En el más rancio estilo argentino, maltratamos al FMI y nos irritamos no sólo porque pretende cobrar, sino, además, porque pretende entender cómo haremos para pagar si acepta dilatar los pagos. En otras palabras, pretende saber cuál es nuestro “programa”, ese en el cual el Presidente descree.

En la práctica, no se espera que el país ahorre US$44000 millones de dólares para pagar la deuda. De lo que se trata es de combinar medidas de política fiscal, monetaria y cambiaria tales que le permitan al país recuperar el crédito externo y obtener fondos frescos con los cuales cancelar el préstamo con el FMI.

No es sencillo acertar cuándo se recuperará el acceso al mercado. Ni el préstamo del FMI, ni el ajuste fiscal y monetario de 2018 y 2019, ni la reestructuración de la deuda privada en 2020 crearon la sustentabilidad necesaria. Los bajísimos precios de la deuda argentina en el mercado indican cuán lejos estamos de recuperar el crédito.

¿Por qué hay que esperar hasta marzo para tener un nuevo programa? Un programa supondría un sendero macroeconómico más creíble y equilibrado, que ayudaría a descomprimir algunas tensiones y a despejar muchas incertidumbres. Quizás, sólo quizás, podría iniciar la recuperación del acceso al mercado voluntario de deuda.

El lugar común es que no podemos anunciar un acuerdo en medio de la campaña. Es explícito: para los dirigentes la campaña es más importante que normalizar la economía. Las tribulaciones de la gente son un asunto secundario, que sólo vive en los discursos de ocasión. ¡Cómo si pudiéramos darnos el lujo de esperar! Tenemos un 40% de la población debajo de la línea de pobreza. No nos sobra el tiempo.

Tan enroscada en sí misma está nuestra política que no puede ver que fue la reticencia a llegar a un acuerdo con el FMI hasta ahora la que nos fuerza a utilizar los DEG para empezar a repagarle al FMI, en lugar de poder usarlos en gasto social.
Fuente: El Entre Ríos

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