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La última información oficial conocida da cuenta de una disminución significativa en el tamaño de la planta de personal de la administración pública nacional, mientras que al mismo tiempo continúa el crecimiento continuo -como si se tratara de un persistente “goteo” al revés- de las plantas de personal de las administraciones provinciales y municipales.

Mientras tanto, el fracaso en domeñar la incorporación de personal a la administración pública no es otra cosa que una forma de “disfrazar” la desocupación, la que queda totalmente desnuda en el caso de los beneficiarios de los denominados planes sociales. Un estado de cosas que se hace perceptible en algunas oficinas públicas municipales, donde no alcanzan las sillas para que todo el mundo se siente, y que queda corroborado de una manera contundente cuando al transitar por algunas de las calles de nuestros pueblos y ciudades nos encontramos con “personal de calle” -o sea, barrenderos y similares- ya en grupos en los que se los ve conversando apoyados en sus escobas o escobillones, o escondiéndose como chicos que se hacen “la rabona”.

Lejos está de nuestra intención pretender que se ponga a todos los “disfrazados” de patitas en la calle, ni que se dejen de efectuar las prestaciones que significan los llamados planes sociales. De lo que se trata es de recuperar la imaginación perdida, al menos en conjeturar soluciones útiles -sabemos que a la hora de hacer “picardías” esa imaginación es lo que sobra- con el objeto de convertir lo que en la actualidad no son otras cosas que “subsidios” que se pagan con fondos públicos, llámense como se llamen, en un “trabajo provechoso”, en el sentido que resulte de beneficio para el común, al mismo tiempo que viene a restaurar más que la autoestima, la dignidad perdida de quienes trabajan poco y nada y cobran por estar en esa situación.

Es que resulta un grave pecado social que todos debiéramos asumir como propio el que haya hambre y desnutrición en un país como el nuestro, que con su producción alimenta a millones de personas en todo el mundo, existan argentinos sin trabajo o trabajando a medias, cuando también entre nosotros hay tantas cosas sin hacer y tantas necesidades insatisfechas que podrían serlo con el trabajo adecuado de los actuales “subsidiados”.

Claro está que para buscar una salida a nuestra actual situación, partiendo de ese enfoque se hace necesario capacitar a los subsidiados de manera que puedan desempeñarse con eficacia en el ámbito de la obra y los servicios públicos e inclusive de prestaciones personalizadas a vecinos que se encuentran desvalidos y sin recursos con los que amortiguar ese no estar en condiciones de hacer las cosas por sí mismo.

Dicho lo cual, no podemos dejar de admitir que avanzar en la dirección apenas así esbozada, solo será posible con gobiernos que dejen de pensar solo en el día a día, o lo que es lo mismo tratando de permanecer en una situación de equilibrio inestable mediante la aplicación de parches sobre parches.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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