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Crease o no, la mayoría de los argentinos recién se enteró que el pasado 30 de julio se había aprobado una ley de teletrabajo, cuando el conocido Mario Pergolini salió a expresar su disconformidad con lo legislado. Milagros de esta época, muchas veces las noticias no tienen carácter de tal hasta que no se viralizan a través de las redes sociales.

Pergolini tiene razón en estar enojado, aun cuando su exceso de vehemencia haya hecho que profiriera algunos insultos poco edificantes en dirección de nuestros legisladores. No es que no se los tengan merecido, pero la verdad es que casi nunca conviene perder el buen gusto. Menos en público.

El teletrabajo ha sido uno de las grandes innovaciones en materia laboral de la pandemia. Desde hace ya un tiempo estamos viviendo una revolución en el mundo del trabajo con muchas profesiones nuevas, otras que han desaparecido o van a desaparecer, y una flexibilización de facto que las legislaciones, hechas para otra época, muchas veces no recogen.

La ley recién aprobada trata precisamente de aggiornar esta nueva forma de trabajar al viejo e inflexible molde de un mercado del trabajo que ya no existe más. Y no al revés. Tiene razón Pergolini, todo hecho a las apurada y sin que nadie entienda el motivo del apuro y con la mayor de las improvisaciones.

Nadie se ha animado a regular sobre el tema todavía en el resto del mundo, ya que todos los países quieren entender mejor cómo termina de integrarse el teletrabajo al mundo laboral de manera definitiva. Es que la idea no es coartar esta herramienta valiosa e innovadora, sino todo lo contrario, asegurarse que ayude a crear la mayor cantidad posible de nuevos trabajos.

Aquí se decidió sin más apurar el trámite, ¿será por presiones sindicales?, y elaborar un proyecto de ley sin darle ninguna cabida o posibilidad de opinión a la otra gran parte interesada, esto es los que crean trabajo, los empresarios, emprendedores o empleadores, cualquiera sea hoy el término políticamente correcto. Increíblemente, se prefirió no consultarlos porque “no había tiempo” ya que el gobierno estaba apurado en sacar la ley.

Previsiblemente entonces, la ley aprobada no es sino un adefesio. Que otra cosa se puede esperar cuando solo se escucha a una sola campana y quienes son los encargados de legislar, en una abrumadora mayoría, no han tenido que pagar nunca un sueldo en su vida. Casi todos políticos profesionales, en la mayoría de los casos conocen solo el camino de la relación de dependencia y en especial en el sector público. No hay nada peor que un ignorante; solo un ignorante mal asesorado como parece ser este el caso.

Esta ley -más propia de hace cincuenta años-, solo logra desalentar la creación de empleo. Para los que no la vieron en detalle, evita que nuestras nuevas generaciones, tan amantes de la flexibilidad, puedan contar con varios empleos vía teletrabajo al mismo tiempo y los ubica exclusivamente en relación de dependencia. Fuerza además al empleador a tener que disponer de un lugar físico para recibir al empleado si este quisiera dejar de hacer la tarea en su casa. Un despropósito.

El empleador no obtiene entonces ninguna ventaja de esta nueva modalidad de trabajo y el contratado es forzado a vincularse contractualmente solo con una contraparte. Como hoy ya sucede, quien genere desde ahora un empleo que se pueda cubrir con trabajo a distancia estará más enfocado en entender los costos eventuales de un despido que en analizar las posibilidades de creación de nuevos trabajos y aprovechar las relaciones laborales abiertas y flexibles que se han abierto a partir del arribo de las nuevas tecnologías.

Es necesario e impostergable que nuestros políticos entiendan que el mundo en que vivimos ya no es el de antes. Si no se forman, educan y asesoran adecuadamente seguirán legislando mamarrachos. Lo que hace obvia y ostensible la explicación del porqué ya llevamos varias décadas de postración económica, con altísima inflación y estancamiento, sometidos a un liderazgo liviano y autista que, como acaba de quedar demostrado, otra vez no escucha a nadie.
Fuente: El Entre Ríos

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