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Polémica por el papel de la OMS
Polémica por el papel de la OMS
Polémica por el papel de la OMS
La crisis que atraviesa la humanidad cuestiona, una vez más, el funcionamiento de las organizaciones internacionales y su eficacia para ayudar a enfrentar las adversidades que se presentan. En esta ocasión, el foco está puesto en la OMS (Organización Mundial de la Salud), que cometió errores graves a la hora de informar acerca de los riesgos que implicaba el coronavirus y de cómo éste se contagiaba. Básicamente, trató de ocultar la relevancia del virus chino, como lo llama Donald Trump, quien acusó al organismo de defender los intereses de China y de no haber colaborado para que se pudiese atacar el problema tempranamente. Trump recibió muchas críticas después de su anuncio de suspender el financiamiento para el organismo, sobre todo porque es un puñal más para la gobernanza global y la integración a nivel internacional, a la cual según sus detractores usa como chivo expiatorio.

Luego de dos guerras mundiales marcadas por enormes diferencias, egoísmos y distanciamientos entre los países participantes, las potencias entendieron que para lograr un desarrollo sostenible, sin guerras a gran escala y con más diálogo, era necesaria una mayor integración. Para ello, el compromiso de todas las potencias era vital: la de Estados Unidos, Europa Occidental, la URSS y todos las restantes naciones. Es entonces que desde la firma del tratado de Bretton Woods en 1944 o de la constitución de la ONU en 1945, hasta la actualidad, las relaciones internacionales han resultado en una mayor integración en muchos aspectos y en un mayor multilateralismo, que permite mediar cada vez más problemas en instancias supranacionales. La OMS, La Unión Europea, el FMI, la OTAN, entre otras, son algunas de las entidades creadas con el objetivo final de tener un mundo más integrado.

Los resultados han sido variados. La mediación a través de instituciones evitó que hubiera grandes conflictos o crisis. La actividad conjunta entre muchos países sirvió para que, durante décadas, el mundo libre creciese a gran escala. Aun así, la creciente integración tuvo y tiene enemigos, que aumentan después de cada crisis surgida en tiempos de gobernanza global o de liberalismo y que canalizan el descontento de grupos que ya venían enemistados con el orden establecido. En Estados Unidos, Trump, uno de los más recientes detractores de esta globalización, se opone, entre otras cosas, a la translocación de empresas americanas en otros países o a ciertos tratados internacionales vinculados al cambio climático o a relaciones comerciales; en el Reino Unido ocurrió el Brexit; en los países de la Unión Europea hay políticos que acaparan la desilusión de “europeos tradicionales” con respecto a la incapacidad del conjunto para manejar cuestiones tan diversas como la crisis financiera o la inmigración, entre tantas otras.

La última novedad es el coronavirus, que ha puesto el foco de las críticas sobre la OMS. El problema es que, una vez más, el sistema vuelve a fallar. A futuro, esto puede dar lugar a que aparezcan nuevos contra-movimientos, nuevos actores que ataquen desde otro flanco a la gobernanza global y sus instituciones, poniéndolas en jaque.

Dentro de las posibles resoluciones, podría ser un error tratar de disolver o deslegitimar a esta o cualquier otra institución. La ONU y sus organismos pueden tener un rol importante en la mediación de problemas y conflictos. Aunque sea verdad que han cometido equivocaciones, sería muy inocente para Estados Unidos retroceder al aislacionismo y a la no participación en asuntos que se tratan en las organizaciones internacionales gubernamentales.

El objetivo, como contaba Zeynep Tufekci en un artículo para The Atlantic, debe ser enfocarse en reforzar y mejorar cualitativamente los organismos internacionales, de manera que actúen con profesionalismo y sin grises y para que Estados Unidos pueda actuar a través de ellos. Por otro lado, y con el apoyo de sus aliados, Donald Trump, o sus sucesores, deben castigar a quienes se equivocaron. Estados Unidos no debe darle la espalda al sistema que lo legitimó como el gran poder hegemónico y que le permitió mediar con los demás actores mediante el diálogo, tratados o castigos no armados, pero sin guerras a grandes escalas. Dejarse llevar por la bronca que generó esta mala pasada de la OMS y dejar libre su espacio en la gobernanza global tendrá efectos negativos. Los que corren de atrás quieren ocupar ese vacío y convertirse en las potencias principales. Basta con fijarse en el constante trabajo de China a través de la ONU e instituciones internacionales o de la asistencia a los países afectados de parte del gigante asiático y de Rusia para quedar bien parados una vez que termine esto.

Este análisis acotado acerca de lo que ocurre a escala global busca demostrar que Estados Unidos tiene mucho para perder si se da el lujo de desestimar a las organizaciones internacionales. Por ello creo que ni el poder legislativo ni la burocracia estadounidense permitirán que esto ocurra. Por otro lado, el mundo necesita a este y a su principal adversario, China, para salir de las pandemias sanitaria y económica, porque son los más capacitados y los que más legitimidad tienen para guiar al mundo al restablecimiento del orden normal de las cosas. Por ello, el camino lógico sería evaluar los aspectos que fallan dentro de estas organizaciones y corregirlos, colaborar en la búsqueda de soluciones y no tirar a la basura todo lo que se construyó en los últimos 75 años.
Fuente: El Entre Ríos

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