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Argentina, el país donde políticos y funcionarios tienen “boleto gratis”

En su último libro “La piel en el juego” el popular académico Nassim Taleb, más conocido por ser el autor del famoso clásico “El cisne negro”, se ocupa de una cruda realidad que es que mucha gente con posiciones de liderazgo y de cuyas acciones depende la vida de cientos de cientos de millones de personas en el mundo no tiene, por lo general, la piel en el juego.

Traducción literal de una conocida frase en idioma inglés ¨skin in the game¨, entre sus varias acepciones se destacan aquellas vinculadas a que la mencionada gente en posiciones de poder no tiene nada que perder, nada en juego -por ejemplo en el sentido económico o material-, en una clara situación de desalineación de intereses frente a aquéllos que si pueden ser perjudicados por sus acciones.

En un cuadro del libro se describen de manera clara y contundente las asimetrías en la sociedad que vivimos y como estas afectan, por ejemplo, a políticos, ciudadanos de a pie, y a una tercera categoría que describe como de santos, caballeros, y soldados. Según Taleb, quienes caen dentro de la categoría de políticos, funcionarios públicos, y a quienes él define como ¨comentaristas¨ no ponen nunca su piel en juego. Esto implica que toda la potencial ganancia de una situación es toda suya mientras que la potencial pérdida se transfiere a otros.

Para los ciudadanos comunes nos queda la menos feliz, pero más bien justa, situación de quedarnos con toda la potencial ganancia o pérdida -según como se den las cosas-, mientras que para los soldados y santos les queda solo la opción de tomar todas las potenciales pérdidas- nunca las ganancias-, haciéndose cargo de las propias y también de las de los demás.

Ya más de uno se habrá preguntado el porqué de tanta perorata, pero lo que sucede es que lo explicado más arriba viene bien a cuento de lo que está sucediendo por estos días en Argentina. Un gobierno de Alberto Fernández decidido a ajustar la economía subiendo aún más los impuestos y ahogando aún más al sector privado sin sacrificar nada del gasto.

Con un nivel de gasto público de poco menos de cincuenta puntos del producto bruto de Argentina, mucho más en línea con el de países como Francia o Italia donde el estado ofrece una cantidad innumerable de prestaciones a sus ciudadanos y mucho menos con países de la región con economías más comparables a la nuestra, la única forma de sostenerlo en el tiempo es seguir exprimiendo recursos de donde se pueda. Bajar el gasto sería otra de las opciones posibles -pero en este caso no deseable- para nivelar ingresos y egresos. Seguir endeudándose o emitir a mansalva no se ven hoy como alternativas muy apetecibles.



Por aquí entonces solo tenemos? funcionarios que, sin nada que perder salvo el favor el voto, deciden? exterminar casi al sector privado bajo el cuento de la obligación moral que tienen todos ellos de ser solidarios. Quienes toman las decisiones y definen políticas de estado en Argentina no tienen nada en juego y se ocupan precisamente de transferir cualquier potencial pérdida suya a los pagadores de impuestos. Si todo sale viene, los políticos contentos, pero si todo sale mal, los perjudicados serán -otra vez- aquellos que vienen tomando riesgos en el país desde hace muchísimo tiempo. Sensación no desconocida por supuesto, pero altamente frustrante y que vuelve entendible la poca predisposición de toda esta gente a seguir invirtiendo y confiando en la Argentina.

Mientras tanto, se establece en el imaginario popular la idea de que quienes toman riesgo y las más de las veces terminan fundidos y perdiendo todos, son explotadores y que si les va mal mejor que no se quejen porque seguro que alguna vez les debe haber ido muy bien y vaya uno a saber si en su momento pagaron los impuestos que le correspondían.

No parece haber santos o soldados en esta historia, en este país nadie parece dispuesto a inmolarse por otro salvo que no tenga otra alternativa. Es decir no existen -o casi-? aquellos dispuestos? a arriesgar y perder todos para ayudar a los demás. No es la idea cargar las tintas sobre Alberto Fernández, circunstancialmente? a cargo de una maquinaria estatal que si se viene ocupando desde hace mucho tiempo de que quienes toman los riesgos en estos países, sean por lo general parte del bando de los perdedores. Si resaltar, y coincidir, que nuestros políticos, funcionarios y tal vez comentaristas, -esos que uno escucha todo el día por radio y televisión-, son posiblemente los únicos ganadores de esta tragicomedia en la que se ha convertido nuestra querida Argentina.

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