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Quienes manejan la economía del país bien podrían aprender de la sensatez de la economía familiar

Por Rubén Denis

En Entre Ríos, de cada dos pesos que gasta el estado provincial, casi uno va para pagar sueldos. Y de cada cuatro que le ingresan, casi tres vienen del tesoro nacional. Es que a pesar de todos los buenos oficios del gobernador Bordet, quien se ha hecho de una buena reputación - merecida o no- como administrador, en Entre Ríos el estado sigue gastando mucho y mal. El consuelo que queda es que esta pandemia de gasto excesivo y de bajísima calidad no es solo privativa de nuestra provincia, sino que por el contrario, es un virus que aqueja a la inmensa mayoría, incluida también la administración nacional.

Todos sabemos que en nuestra economía hogareña, gastar más de lo que nos ingresa es una aventura de corto recorrido si no es que se quiere terminar en una crisis familiar. Lo mismo aplica para las cuentas públicas, aunque a veces nos cueste entenderlo tanto a nuestros políticos como a todos nosotros. El kirchnerismo, ante el gran aislamiento que vivió Argentina durante sus días en la cima - o sea que no por virtud sino por necesidad-, no utilizó deuda para cerrar ese déficit entre ingresos y egresos pero sí acudió a la inflación como herramienta, despertando a un monstruo e introduciéndonos en una pesadilla que todavía no tiene visos de terminar.

El gobierno de Macri, enfrascado en su política del gradualismo, tal vez el mejor pasaporte a la gobernabilidad, entendió el juego nocivo de la inflación solo para reemplazarlo por un mal sindicado como menor: el endeudamiento. Como consecuencia de ese cambio de política hoy nos encontramos entonces a mitad del río. La inflación no acaba de bajar como se esperaba, la gran suba de las tarifas congeladas durante quince años y su actualización tiene mucho que ver con eso, y al mismo tiempo comenzamos a sufrir niveles de endeudamiento, que sin ser todavía críticos, han alcanzado un nivel que justifica un monitoreo cercano de cara al futuro.

Si bien el stock de la deuda argentina en dólares alcanza el 35% del PBI, un número todavía no muy preocupante, la deuda total, incluyendo pesos y dólares, ubica el endeudamiento argentino en niveles de 57/58% del producto bruto. Además, Argentina este año se va a terminar endeudado por un monto equivalente a los treinta mil millones de dólares y una cifra similar se espera para el próximo año. Mientras tanto, la baja en subsidios que se esperaba iría a reducir un altísimo y casi increíble déficit fiscal se ha visto compensada por un aumento en el pago de intereses de la deuda, la que este año va a llegar a poco más de dos puntos del PBI.

Mientras tanto, es cierto que el gobierno trabaja en la reducción del déficit primario u operativo, incluso sobre-cumpliendo las metas propuestas cuando asumieran. Pero es cierto también que ese endeudamiento se está utilizando en buena medida para financiar gastos corrientes, lo que no es bueno. Llevado al plano familiar, se entiende que uno puede financiar con la tarjeta la compra de una heladera, pero todos sabemos que si la utilizamos recurrentemente para financiar idas al cine o cosas por el estilo al final del camino habremos de tener serios problemas.

Argentina debe ser hoy muy cuidadosa en endeudarse y entender muy bien para qué lo hace. Si el objetivo es por ejemplo de dotarnos de una mejor infraestructura y por ende de bajar costos logísticos, esa deuda tendrá todo el sentido del mundo. Si en cambio el objetivo que se persigue es seguir manteniendo un aparato estatal enorme e ineficiente que represente erogaciones operativas descomunales en términos de PBI - hoy el gasto publico ya alcanza casi la mitad de nuestra economía- entonces es posible presagiar un final no muy auspicioso.

En definitiva, con cero margen para volver a los viejos días de la alegría kirchnerista -la casa ya está hipotecada y ahora no hay nadie que no lo sepa-, el futuro de este gobierno radica en ganar una carrera donde las tasas de crecimiento de la economía superen a aquellas de endeudamiento. Solo una economía más grande y un país más rico harán sostenible un volumen de deuda que si esta teoría se verificara terminaría achicándose en términos relativos, haciéndose así más manejable. Mientras tanto, que ellos y nosotros entendamos que gastar más de lo que tenemos es un camino sin retorno, y una crisis permanente, será otra forma de ayudar a que la situación se remedie. Es que en definitiva, el primer paso para resolver un problema es entender que un lo tiene. Y eso nos está costando, y mucho.
Fuente: El Entre Ríos (Edición Impresa)

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