“A Nisman lo suicidaron”, fue el mensaje de texto que recibió en plena madrugada brasileña el periodista Jorge Fontevechia. El aviso, premonitorio a la luz de los últimos acontecimientos, fue relatado por el propio CEO de Perfil en su columna “Cabezas y Nisman”.

Del “todo conduce a un suicidio” (ver nota: http://www.elentrerios.com/policiales/berni-quottodo-conduce-a-un-suicidioquot.htm?com=1) casi concluyente, apresurado, insoportablemente atropellado del secretario de Seguridad Sergio Berni a la frase de que la Presidente Cristina Fernández de Kirchner está "convencida" que lo de Nisman "no fue suicidio" apenas pasaron 72 horas. Todos son parte del mismo Gobierno, obviedad grande como que saber que los perros ladran, aunque parezca necesario aclararlo en este caso.

¿Por qué mienten? ¿Acaso hace falta aclarar que mintieron? Que la puerta estaba cerrada, a “cualquiera la podía abrir”, que murió a tal hora cuando desde el SAME se dijo que la mamá de la víctima al comunicarse aseguró que ya estaba muerto; que un tercer acceso; que la cantidad de custodios (que son 10, pero que sólo 8 estaban afectados) y podrían seguir las incongruencias. Al fin de cuenta un tuit ayer le ponía picardía: “la puerta de servicio estaba abierta”, dijo el cerrajero y dijo que lo único raro fue que al abrirla “salió un encapuchado”.

Reitero: ¿por qué mienten? A mi modesto entender caben tres posibilidades:
1) Porque son unos inútiles;
2) porque están encubriendo algo y
3) ambas cosas.

Analicemos la primera hipótesis: inútiles, incapaces para el cargo que ostentan hubo y habrá siempre y no solo en ámbitos gubernamentales. Convengamos quién no tiene o tuvo algún compañero de laburo de estas características. Esos a los que uno califica: “es re macanudo para invitarlo a comer un asado, pero de ahí a pedirle que haga bien un laburo hay un abismo”.

En el caso particular de la actual gestión de Gobierno (la autobombeada “década ganada”) hay pruebas concluyentes de la ineptitud de varios de sus integrantes, como también es cierto mencionar que hay otros muy capaces. Lo preocupante es que, ante la gravedad de las circunstancias, los que demuestren torpeza sean los máximos funcionarios. “De ahí para abajo, entonces, estamos sonados”, diría un amigo.
La opción del encubrimiento es más preocupante. El incapaz, reitero, hasta resulta simpático (al menos para compartir un asado). El encubridor es un delincuente, lisa y llanamente. Si a eso le añadimos que estamos hablando del presunto encubrimiento de la muerte del fiscal, que 5 días antes había denunciado a la presidente Cristina Kirchner y algunos de sus más cercanos funcionarios y militantes, el asunto se torna mafioso.

Si, finalmente, son inútiles y encubridores la combinación es explosiva. Es como darle “una navaja a un mono”, por decir una frase hecha y que viene al caso. Dejen, dejemos, que la Justicia actúa y puede esclarecer esta muerte. Que sea el principio de luz para conocer la verdad sobre una tragedia que ya se cobró 86 vidas.

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