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Se trata de un agujero grande. Hasta se diría de un agujero negro, de esos de los que hablan los astrofísicos –se hace aquí presente el merecido y conmovido recuerdo a Stephen Hawking que acaba de fallecer- si se tiene en cuenta que cada vez se reclamará, de una forma que parece insaciable, más y más; cuando en realidad lo que habrá es cada vez menos, menos, menos...

Nos estamos refiriendo, como algún lector avispado ya se ha percatado, al gravísimo problema, no nuestro sino a escala mundial, que representa la financiación del sistema previsional de cada país. El que lamentablemente, y por añadidura, es encarado generalmente con la actitud displicente de quien dice "la cosa es seguir tirando hacia adelante, mientras se aguante"; algo que no es sino hacer propia la actitud tan egoísta como por lo mismo tan insolidaria de aquel viejo rey que se le ocurrió afirmar que "después de mí, el diluvio", una manera que pretendía ser elegante de decir, que más nada que poco la importaba lo que podía llegar a suceder en el mundo después que el muriera.

De dónde se trata de algo que va más allá de lo que suena a situaciones en apariencia de poca monta -sin que por supuesto lo sea, sino que así aparece mirado desde una perspectiva más lejana- que aquellas que se traducen en diversas afirmaciones que impresionan. Que con lo que el tesoro bonaerense dispone para enjugar el déficit insalvable de la Caja de Jubilaciones del Banco de la Provincia de Buenos Aires en cada uno de sus ejercicios, se podrían construir anualmente tres autovías como la que une a Buenos Aires con Mar del Plata. O, si es cierto o no, que el aporte que nuestro gobierno provincial efectúa anualmente a su Caja de Jubilaciones para equilibrar las cuentas, es equivalente al del déficit del presupuesto provincial.

Sucede que ha caído por total casualidad en nuestras manos un informe del Fondo Monetario Internacional – el mismo que para tantos es más que una mala palabra y que puede llegar a ser la manifestación revivida del mismo demonio- que con el título de "Retos más allá de la sostenibilidad financiera" trata de contestar a la pregunta de qué ocurrirá con los pensionados –se hace referencia a los pensionados españoles que son equivalentes a nuestros jubilados- del futuro.

Todo ello basado en una serie de proyecciones con todas las variables que los condicionan entre las que se encuentran el número de jubilados que se prevé, el de los trabajadores, la inmigración, y lo que parece sonar a la mayor o menor "generosidad" solidaria no solo con los pensionistas, sino entre ellos también. Variables en función de las cuales se elaboran diversas alternativas.

Todo lo cual es consecuencia de un cúmulo de circunstancias todas ellas perceptibles, entre las que la principal es el aumento afortunado de la esperanza de vida de los integrantes de la sociedad española y a la vez la de todas, unida a la creciente caída en la relación en el número de trabajadores activos, en proporción al de pensionados.

De todas las alternativas barajadas en el informe, la que este considera la más viable socialmente – mejor que no se nos ocurra pasar a detallar las restantes- es aquella que destina a atender el fondo anual de pensiones al casi el 13 % del Producto Bruto interno y los aportes por trabajador treparían al 27.3 % del salario.

Y a la par, no solo habría que elevar la edad en que un trabajador ingresa en una situación de pasividad, sino que habría que aumentar en forma simultánea tanto el porcentaje de los aportes de los trabajadores que cobran sueldo altos -es decir que ellos dejarían de representar una carga de igual proporción para todos los trabajadores en actividad- para pasar a una progresividad mayor en el monto de los aportes, dado lo cual cuando más importante es la remuneración cobrada superior sería también el monto retenido en ese concepto. A lo que se agregaría fijar un tope, que representaría un recorte significativo, a las jubilaciones de montos mayores, al mismo tiempo que se mantendrían inalterables el monto de las jubilaciones mínimas.

Mientras tanto, casi como una frutilla amarga, para una torta difícil de tragar, y luego de indicar que se parte del presupuesto de que los niveles de inmigración – que vendrían a compensar la caída que acusa el índice de natalidad, al mismo tiempo como ya se ha indicado de vidas laborales más largas, además de reformas estructurales que bajen la tasa natural de desocupación- se llegaría a una situación en la que el monto de "la pensión, acabaría en el 35 % del salario".

De allí que al mismo tiempo en ese informe se recomienda - recomendación que parece difícil de concretar en una situación de salarios bajos- que se promueva un sistema de ahorro voluntario por parte del trabajador equivalente al 5 % del salario, en un sistema privado de retiro garantizado y controlado por el Estado.

Además aconseja como un tercer pilar del sistema reformado la implementación y en su caso difusión de mecanismos para firmar "hipotecas inversas". Entendiéndose por tales o por hipotecas revertidas una operación financiera especialmente diseñada para mayores de 65 años y personas dependientes, con la que se posibilita convertir a dinero el valor patrimonial que representa la propiedad de su vivienda, sin perder la titularidad, a través de distintas variantes entre las que se encuentra la de una renta vitalicia a favor del constituyente y se su cónyuge o conviviente.

De donde de todo lo hasta aquí indicado, surge la necesidad que el problema – como en tantos otros casos- no quede en manos de multitudes vocingleras, o de sectores de posiciones ambivalentes ya que dicen una cosa cuando son gobierno y levantan las banderas opuestas cuando les toca estar en el llano, con el agravante de mostrarse en ambos casos equivocados; sino por cenáculos ilustrados conformados por la más amplia expresión de las posturas encontradas, con el objeto de arribar en la materia a una solución equitativa, solidaria y sostenible a largo plazo.

Y que no pase por la solución simplista y que suena aún menos espantosa de lo que parece, aunque se ha asistido a distintas variantes apenas camufladas de ponerlas en práctica, cual es la de fijar así como hay una edad para jubilarse, otra para morirse. Porque no hay que olvidar que, con razón o sin ella, uno de los argumentos que utilizan en su prédica los grupos contrarios a la licencia para abortar, es aquel que dice que se empieza por autorizar se prive de su derecho a la vida a la persona por nacer, para en segundo momento admitirlo en personas que por viejas y por la carga que significan, han perdido la razón de seguir viviendo.

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