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Jaime Durán Barba
Jaime Durán Barba
Jaime Durán Barba
En la manera de encarar el ajuste fiscal, el Gobierno ha perdido una parte de su identidad y parte de la confianza popular.

¿Cuántas veces dio vuelta el Presidente sobre una iniciativa ante la primera dificultad? El reconocimiento de errores y la corrección, que al comienzo parecían rasgos que humanizaban a la gestión, hoy, por repetidos, provocan la sospecha de que hay cierta incapacidad para administrar.

Las idas y vueltas de la economía en 2018 no han hecho más que alimentar esta sospecha. Haber ido al FMI cuando las papas quemaban ha distinguido al Gobierno de muchos de sus predecesores, pues optó por el camino de la razón, aún a costa del costo político, antes que por la eterna solución argentina de arrojar todo por la borda ante la primera dificultad. Pero por otro lado hizo visible toda la fragilidad macroeconómica en que navegamos nuestro día a día.

Ir al FMI fue una respuesta racional, pero importó, para el Presidente, dar marcha atrás en numerosas cuestiones que parecían escritas en piedra. Bajar la pobreza y acordar con el FMI son frases que no caben en la misma oración, al menos en el corto plazo. Como sí caben en la misma oración las frases baja del déficit y suba de impuestos, o FMI y recesión. El ajuste era inevitable, el mercado lo forzó y el FMI puso las reglas para acelerarlo.

Con el beneficio de la perspectiva, creemos saber que no haber reconocido las dificultades de entrada y haber hecho el ajuste cuando el capital político estaba intacto fue un error. En eso, Macri fue como cualquier político: prefirió preservar la imagen antes que hacer lo que creía necesario. Supuso que la sociedad no estaba preparada para hacer las cosas bien.

Pero eso es pasado, y no se puede revertir. Con lo que hay que lidiar es con el presente que, FMI mediante, pide un ajuste monetario y fiscal que acompañe al ya ocurrido ajuste cambiario. La dimensión de tales ajustes obliga al Gobierno a desandar varios de los caminos que prometía seguir.

Con tasas de interés en 70%, el ajuste monetario echa por tierra el programa de expansión del crédito hipotecario que hace apenas un año impulsaba el Gobierno. Pero, además, a 70% se congela el crédito, muchos préstamos vigentes se hacen impagables y la cadena de pagos entra en un terreno fangoso. Si las tasas no bajan pronto, la caída económica podría ser más fuerte de lo esperado por el FMI, que ya anticipa dos años de recesión: caídas del PBI de 2,6% en 2018 y de 1,6% en 2019.

Que para cerrar el déficit fiscal haya habido que aumentar impuestos también es otra contradicción en el programa de gobierno. Que haya habido que romper acuerdos que este mismo Gobierno había hecho en algunos de los sectores más productivos de Argentina, como el agropecuario y la producción de petróleo y gas, es otra señal de alerta.

La demora en hacer el ajusto lo encareció, no sólo en materia económica, sino también social y política. La forma del ajuste, con foco en la suba de impuestos, le quita identidad al Gobierno y lo asemeja a algunos de sus predecesores, por más que el Presidente insista en que las medidas son transitorias y las detesta. ¿Qué piensa un ciudadano cuando el Presidente le dice que hace algo que no quiere hacer?

Una máxima del duranbarbismo ha sido la de hablar lo menos posible de los problemas. Quizás fuera una buena estrategia cuando Macri era un candidato opositor. Ahora que es Presidente, no hablar le ha costado en término de confianza popular, y ciertamente en términos de credibilidad del mercado.

Ser diferente a la mayor parte de la clase política parece haber sido un valor fundamental para que Macri llegara al gobierno en 2015. Pero no es suficiente para construir liderazgo. No está claro que, cuando sea vista en perspectiva, el duranbarbismo no sea interpretado como una debilidad de Macri, una falta de coraje para hacer aquello de lo que estaba convencido.

Para muchos argentinos, el egocentrismo, la corrupción, la mentira, la demagogia, son todavía un nunca más. Contra ese telón de fondo que marca a gran parte de la oposición, Macri aún luce diferente. Pero frágil es su futuro político si depende cada vez menos de su cualidad de líder confiable y cada vez más de esto de ser, apenas, diferente. Alguien del cual muchos piensen que es, apenas, lo menos malo que hay.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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