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Topo no es tan solo ese animal que vive bajo la superficie del terreno y que es ciego, o casi, ya que de la visión no necesita.

En el campo del espionaje y de los espías, y por sobre todo de las novelas que hablan de ambas cosas, "topo" es alguien que estando dentro de la organización de inteligencia de un determinado estado, ya sea porque ha ingresado en ella con ese objeto, ya porque ha llegado a comportarse después de ello por dinero, o en función de otras motivaciones, se sirve de esa circunstancia para trasmitir información de naturaleza secreta o confidencial a una organización gemela de otro país.

Todo lo dicho viene al caso, en referencia al asesinato de quien actuara como topo en favor de Inglaterra, dentro de los servicios de inteligencia de la entonces Unión Soviética, luego de haber sido reclutado por aquélla. Quien descubierto, fue condenado a prisión perpetua en Rusia, para luego ser canjeado junto a un lote de espías ingleses, también como él condenados y encarcelados, por otro de espías rusos detenido en cárceles inglesas.

Nuestro topo, luego de años de vivir en el territorio del país que lo había rescatado, fue un día, en el que se encontraba en un pub lugareño de un pueblo de provincia, envenenado junto con su hija, con una substancia sofisticadamente compleja, de esas que llegan a matar con solo oler o tocar al pasar una ínfima dosis y la que solo se produce en Rusia. Un policía que investigó lo sucedido, sufrió de rebote las consecuencias de ese mismo veneno.

Lo que sucedió después también es conocido. El ex topo y su hija continúan en estado crítico, con pocas perspectivas de supervivencia y el policía, afortunadamente, remontó la cuesta. Mientras tanto el gobierno inglés reclamó del ruso por lo que sucedió y esos reclamos fueron rechazados, a la par que este último se consideraba totalmente ajeno a lo ocurrido.

Mientras tanto, la convicción generalizada tanto en el concierto de naciones como en la opinión pública internacional, es que detrás de lo ocurrido está la mano de los rusos. Máxime teniendo en cuenta que no es la primera vez que situaciones de este tipo son vividas en Inglaterra, con una responsabilidad clara del gobierno ruso.

En el escenario de las relaciones internacionales en el que se mueven los estados, debe advertirse que los intereses egoístas de cada uno de ellos prima, generalmente, por encima de otra cosa, dado lo cual harto frecuentemente los comportamientos calificables de éticos sirven para vestir mucha hipocresía.

De allí que nadie, en principio, pueda asustarse que dentro de ese obscuro mundo del espionaje se mande asesinar a alguien y se cumpla con la manda. Pero a la vez, y en este ámbito en el que las reglas morales brillan por su ausencia, de cualquier manera se respetan ciertos códigos, entre los cuales está que un espía objeto de un canje no puede ser perseguido, y menos asesinado, por el gobierno que aceptó entregarlo en canje.

Para aclarar un poco más las cosas, cabría comparar ese canje con un contrato de permuta entre personas o para decirlo con la terminología de moda "un acto entre privados" y, como es sabido, en principio a ninguno de los permutantes se le ocurriría buscar la manera de destruir la cosa por él entregada en la permuta, y si lo hace sobre el debería caer todo el peso de la ley, por dejar a la contraparte contractual "sin el pan y sin la torta".

Y aunque no se lo diga de esa manera, y en el reclamo inglés se utilicen otros fundamentos, lo que está en juego es precisamente lo indicado. Ya que las relaciones internacionales son, en parte al menos, un auténtico "juego entre mafiosos", dado lo cual a sus participantes les viene a resultar muy molesto que de esa manera uno de los jugadores "saque los pies del plato" y siga participando del juego como si tal cosa. Máxime cuando en un pasado reciente se lo vio hacer cosas todavía más ominosas, como comerse un pedazo de Ucrania, cuando invadió y se quedó con Crimea.

La cuestión pasa ahora por lo que se hace frente a este nuevo "cruce de raya" por parte de los rusos. En el caso de picardías menores, lo común es que el estado ofendido expulse un número indeterminado de miembros de la embajada del estado ofensor, a lo que suma, en el mejor de los casos, una suerte de otro tipo de sanción más rigurosa, como puede ser una restricción comercial, las que son seguidas de "réplicas espejos" – o sea medidas de parecida dimensión - luego de lo cual, si bien las cosas no siguen exactamente como antes, a mediano plazo sucede lo mismo que lo que pasa con los matrimonios que tienen una trifulca de una entidad tal, que no justifica que se haga presente la palabra divorcio.

Pero aquí se trata de un comportamiento grave, ya que si no es comprable con los desplantes del líder norcoreano, se trata de una afrenta simbólicamente peligrosa de aquellas que no se admiten en ese club. Dado lo cual, el gobierno inglés ha comenzado por barajar la idea de no enviar representantes oficiales al acto inaugural del certamen por la copa mundial de futbol. Y a medida que crecía el enojo por una conciencia más clara del alcance de la demasía, se empezó a contemplar la idea de retirar el equipo nacional del certamen, para de allí en más preguntarse si no era razonable solicitar de otros países que como demostración de solidaridad hicieran lo mismo.

Una sanción de este tipo, no es algo extraño si se tiene en cuenta que no hace de esto muchos años un boicot impulsado por los Estados Unidos a los Juegos Olímpicos que tenían a Moscú por sede, tuvo un éxito relativo, en cuanto sirvió al menos para opacar en parte el brillo de este tipo de festejos. Y concebir ahora una estrategia similar, no aparece como nada descabellado de lograr ya que, al menos un número relativamente importante de países podría sumarse a una medida de este tipo, si se tiene en cuenta el egocentrismo elevado a la enésima potencia de Putin, que sirve para exacerbar un ya vibrante al extremo nacionalismo ruso, que le permitiría ser el actor principal en un acto en el que, televisión mediante, el mundo entero posará sus ojos en su país.

A lo que se agrega el argumento ambiguo –ya que en realidad no se sabe si es en favor o en contra de una medida de este tipo- la celebración de los Juegos Olímpicos en Berlín, en el apogeo del nazismo, y cuando se entreveía ese acontecimiento apocalíptico que fue la Segunda Guerra Mundial la mayoría de los países mandaron sus representantes.

En tanto, suponemos que los que participan de esa "pasión de multitudes" que es el futbol pueden estar tranquilos. Y en tren de hacer aflorar hechos del pasado respecto a la situación que comentamos, cabe recordar que el equipo de nuestro país participó en un certamen similar en pleno desarrollo del conflicto de Malvinas, y en la ocasión la trasmisión de los partidos en los que jugaba nuestra selección era repetidamente interrumpida por flashes que informaban sobre episodios de esa contienda.

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