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Ni soy filósofo ni pretendo serlo. Nada me vincula a muchos de los filósofos modernos que hacen del tiempo existencial, no del cronológico, el motivo tanto de su preocupación como de su ocupación. Circunstancia, la que he dejado reconocida, que no me impide tener la opinión que, entre las distintas maneras en las que puede llegar a desagregarse el tiempo existencial, se encuentran el de la distracción y el de la preocupación.

Por Rocinante

Ninguna duda cabe que, a estar a las muestras de nuestro entorno, el que en este momento dejamos transcurrir, el de hoy es uno de distracción. Sobre todo las emociones que en el mundo entero, y no solo entre nosotros, despiertan los partidos de futbol que se juegan en Rusia, que para tantos es motivo de júbilo o de sufrimiento, o al menos de interés o de tensión. Todos momentos que a poco de suceder quedaran atrás, como la brisa que por un momento mueve los pastos de un campo.

Están, como decía, los otros tiempos; que son los de preocupación. Entre los cuales cabe hacer distinciones, ya que por una parte aludimos a los de la preocupación actual y por ello más que inminente, irresistible; y las preocupaciones que parecen lejanas porque se las deja estar. Entre las primeras la de dónde sacar el pan con el que no se cuenta para alimentar a su familia, que es una tragedia que se repite desde hace tiempo entre nosotros. Entre las que parecen lejanas porque se las deja estar, tenemos aquella provocada por una gran pregunta, cual es qué hacemos con nuestras fuerzas armadas.
Una investigación a la que se presta poca atención, a pesar de que se las trae
Me limito como forma introductoria a transcribir literalmente una noticia publicada hace poco menos de quince días, y a la que se ha prestado poca o ninguna atención.

Es la que señala que en los tribunales federales de Comodoro Py avanza una investigación para determinar si hay responsables penales detrás del "estado de deterioro" de las Fuerzas Armadas. Se agrega que el promotor del expediente es el fiscal federal Jorge Di Lello, y su punto de partida fueron la desaparición del submarino ARA San Juan y otras tragedias militares que -en términos del fiscal- podrían ser consecuencia de hechos o conductas delictivos. De la información que Di Lello reunió hasta ahora resulta que desde hace años el material con el que operan las tres fuerzas es obsoleto; y que, de acuerdo con los informes presentados por testigos, no hay submarinos en condiciones de navegar, la mayoría de los aviones están fuera de servicio y no hay un solo avión de combate en vuelo; tampoco hay municiones suficientes para el mínimo entrenamiento exigible y la mayor parte de los vehículos rodantes no tienen permiso para circular por la calle: no pasan la verificación técnica. Y se añade que una investigación iniciada tras la tragedia del ARA San Juan detectó que la mayoría de los equipos están obsoletos.

En suma, de acuerdo a información recolectada por el mismo fiscal no hay aviones de combate en vuelo ni submarinos en condiciones de navegar y el 80% del parque automotor tiene más de 30 años. Además, la mayoría de los vehículos no pasan la VTV.

No es de extrañar entonces, y esta es una acotación mía, que dentro de las fuerzas armadas haya en la actualidad más caciques que indios, y hayan proliferado las escenificaciones históricas protagonizadas por soldados con personificaciones de época, que dependencias militares sean alquiladas como salones de fiesta, y que la presencia de la banda militar sea, en un acontecimiento, una parte más del espectáculo.

De esa manera viene a desnudarse un crucial problema que es de dimensión nacional, en la medida que a todos nos atañe y por lo mismo debemos ocuparnos de él enfrentándolo, por más que el fiscal Di Lello señale que esta no es una investigación contra nadie - sino para ver si hubo responsabilidades penales a lo largo del tiempo o bien descubrir las causas del estado de deterioro.

Y que a modo de explicación de su proceder, yendo más allá de sus propias palabras, diga como al pasar que las posibles figuras delictivas podrían ser incumplimiento de los deberes de funcionario público o defraudación, de haber existido un fraude con el patrimonio destinado a las fuerzas. Todo lo cual tampoco le impide advertir que si se concluye que no hubo delito, "se remitirán las conclusiones a todos aquellos a quienes la Constitución y las leyes les encomiendan atender a la defensa nacional".

Después de todo lo transcripto, cabría señalar primero que es empequeñecer de una manera alarmante el problema apelar a una judicialización del mismo, tan de moda en estos tiempos. También mi escepticismo acerca del puerto a que puede arribar a una investigación como la que está en marcha.

Además, que nada de lo hasta aquí relatado es algo que cualesquiera de nosotros no haya intuido, e inclusive de saberlo sin que en verdad más que saberlo, tengamos suficientes y probadas razones para sospecharlo. Y en lo que respecta a las causas, razón asiste a quienes sostienen que la explicación de ese estado cosas es consecuencia de la estigmatización de las fuerzas armadas, como consecuencia del papel decisivo que jugaron durante el llamado proceso.

Una explicación que no es del todo completa, si se tiene en cuenta que hace tiempo que se viene estigmatizando a todos los servicios estatales, como consecuencia del desgobierno propio de una sociedad desquiciada, como es el caso de la nuestra.

De cualquier manera lo hasta aquí expuesto da pie para que formulemos la pregunta, pero no la respuesta acerca de qué hacemos con nuestra fuerzas armadas.
Reconstruirlas partiendo casi desde cero
Esa es a no dudarlo la primera respuesta posible a esa pregunta, por razones diversas entre la que no es la menor, aunque de cualquier modo pasible de ser puesta en cuestión, la afirmación que nuestras fuerzas armadas nacieron con la patria. A lo que se agrega, repitiendo conceptos de un ex ministro de Defensa de la Nación lo que no son sino verdades a medias, en tanto y cuanto a pesar de su pertinencia y corrección al mismo tiempo que se las menciona no se las toma demasiado en serio. Cuál es la indicación que nuestras fuerzas armadas son custodios de nuestra soberanía, integridad territorial, recursos naturales y, finalmente, de la vida y la libertad de los argentinos. Por eso son una parte esencial, vital y estratégica de nuestra nación.

Conceptos hechos suyos por el Presidente Macri en su discurso en la última conmemoración del Día del Ejército cuando señaló que necesitamos Fuerzas Armadas que se adapten a las necesidades del siglo XXI y preparadas para las amenazas que hoy nos preocupan. Ya que nuestra ley de defensa (de 1988) fue concebida para mundo ya no existe y que desapareció hace casi treinta años, con la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Ahora vivimos uno nuevo, con nuevos conflictos de una dimensión y unas características antes desconocidas. El terrorismo, cuyas consecuencias de muerte y dolor vivimos directamente con el atentado a la embajada de Israel y a la AMIA. La expansión incontenible del narcotráfico, con la generación de agentes cada vez más poderosos económicamente y mejor armados para un eventual combate. Los fanatismos religiosos, con sus secuelas de crueldad y muerte de inocentes. Las denominadas guerras asimétricas, que enfrentan a Estados con agentes no estatales, muchas veces subvencionados o protegidos por otros Estados. Los ataques con aviones que transportan civiles inocentes. Las agresiones cibernéticas. Las migraciones masivas. Las catástrofes naturales, cada vez más frecuentes. Para mencionar tan solo algunos ejemplos de esas situaciones.
Es por eso que como cambiaron los tiempos, cambiaron los conflictos a los que tenemos que dar respuestas y, por lo tanto, han perdido actualidad presupuestos que se consideraban de absoluta validez tiempo atrás. Entre ellos, y de manera fundamental, la división en compartimentos estancos entre la defensa y la seguridad interior (hoy consideradas en el mundo una continuidad íntimamente vinculada), y su correlato, la determinación del medio para repeler la agresión según su origen geográfico.


De donde la forma de encarar el problema pasaría por una reestructuración de las fuerzas que las unifique en un solo cuerpo, con un grupo de personal dramáticamente reducido en su dimensión, pero potencializado por su preparación y entrenamiento a todos sus niveles, de manera que alcance un grado de profesionalización con remuneración acorde e esa circunstancia (en la actualidad su monto es inferior a la del personal de muchas de nuestras fuerzas de seguridad y el de nuestra fuerza aérea inferior a una escuela de pilotos para las empresas privadas de aviación) y con capacidad de reacción inmediata y efectiva contra cualquier eventualidad.

Y con una intervención en el ámbito de la seguridad interior (algo distinto a la de la defensa) que queda abierto por la ambigüedad con el que se lo explicita.
Suprimir las fuerzas armadas y sustituirlas por un Cuerpo de defensa y seguridad
Se trata de una alternativa, la misma, que es una especulación que suena a fantasiosa y hasta disparatada, si se tiene en cuenta nuestra acendrada manera de ver las cosas y de mirar al mundo, que nos lleva inclusive a la imposibilidad de concebir nuestro entorno global sin su existencia.
No porque ello no sea posible, ya que como en seguida se verá existen infinidad de estados sin fuerzas armadas, pero los mismos tienen características que los diferencian del nuestro y hasta en algunos casos se hace necesario hacer un esfuerzo para tenerlos por tales.

Tal el caso de veintiún países que se mencionan en un informe a los que se los considera sin fuerzas armadas aunque algunos de ellos cuentan con fuerzas de autodefensa como es el caso de Japón o Panamá, y otros como el de Islandia tiene un tratado con los Estados Unidos que en esa materia lo coloca bajo la tutela de éste.
La cuestión de la manta corta
Debo confesar que en principio me inclino por la primera alternativa. Pero ello no me impide ser consciente de un estado de cosas al que debe atenderse con pragmatismo, y que denomino en la forma con la que titulo este acápite.

Dejemos de lado la situación de desastre que actualmente viven nuestras fuerzas armadas. Pero no hay que dejar de atender al hecho de que nuestras fronteras están desprotegidas frente a los ataques, si de esa manera podemos llamar a las depredaciones de nuestra riqueza ictícola en el mar y la manera como los narcotraficantes van y vienen a través de fronteras que de una manera eufemística calificamos como de porosa. Algo que conforma un cuadro que se completa con gendarmes y prefectos, descuidando nuestras fronteras para cumplir funciones de policía de seguridad en las grandes concentraciones urbanas.

A lo que se agrega la creciente labor de apoyo logístico (¡!) de nuestras fuerzas armadas a las de seguridad ubicadas en la fronteras.
Dicho lo cual, resta un profundo momento de meditación y que cada uno saque sus propias conclusiones…
Fuente: El Entre Ríos Edición impresa

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