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En una reciente entrevista por un medio periodístico nacional, Miguel Angel Broda, uno de nuestros economistas de nota, que por estar al final de su larga carrera, es todavía mucho más sincero en sus respuestas que lo que lo ha sido siempre, fue interrogado acerca de “si le preocupa que la medida del dólar soja, deteriore aún más el patrimonio del Banco Central”.

Su respuesta, a primera vista parece ser contradictoria, dado que comenzó diciendo que no le preocupa que si, ahora el patrimonio de esa entidad está constituido en su casi totalidad por letras del Tesoro Nacional – que él considera “papel mojado”, al referirse a ellas como “un pagadiós”- pasará de ser negativo de 4 billones de dólares, a 5 billones. Para enseguida indicar que lo que sí le preocupa es la ausencia de un “programa monetario” lo que atribuye a esas “devaluaciones sectoriales” –la expresión es una ingeniosa novedad- que parece a nadie en el gobierno preocupar y es de temer que precisamente por esa circunstancia, las mismas se repetirán.

Con lo que en lenguaje llano vendría a querer decir, que “endeudados hasta la manija” como estamos, no importa agregarle “una mancha más al tigre”. De esa manera, se pasa por alto, que lo que importan no son las manchas, sino contar con un “quita manchas” para eliminarlas, o sea un “programa monetario”, o lo que es casi lo mismo, aunque mucho más abarcador, del que en algún momento, si queremos que las cosas se encarrilen de verdad, comenzaremos a escuchar no “al pasar”, sino como una acción concreta, de “un programa de estabilización”. En tanto, con un temeroso atrevimiento nos permitimos plantear, lo que sería tan sólo una aparente discrepancia con nuestro economista, ya que consideramos que mientras esperamos convencidos de su necesidad la elaboración y puesta en marcha de ese programa de estabilización, se hace necesario “no agregar nuevas manchas”. Empezando de una manera directa por Estado Nacional, y de allí a todos los otros estados y administraciones centralizadas y descentralizadas, salvo en los casos que ello sea totalmente inexcusable.

Es por eso que no podemos menos que preguntarnos o si era realmente necesario el nombramiento de más de mil nuevos empleados en el Senado de la Nación, curiosamente el día antes que se publicó la decisión del congelamiento de todo nombramiento en todas las reparticiones del Estado, a partir de ese momento. O que el presidente Alberto Fernández viaje a los Estados Unidos con una comitiva de treinta personas –entre las que se incluye a la primera dama, a la que no se la vio asistir a la cuestionada misa celebrada recientemente en la Basílica de Luján- con el objeto de participar en la Asamblea de las Naciones Unidas. Ámbito en que sería bueno se fije una posición sin ambigüedades – lo que estamos convencidos que no va a ocurrir- respecto a la situación que se vive en Nicaragua y Venezuela, ya que para referirse a nuestra legítima reivindicación de las Islas Malvinas y el condenable atentado fallido a la vicepresidenta, hubiera sido suficiente que nuestra representación en ese acontecimiento estuviera a cargo, no ya siquiera del Canciller, sino de nuestro embajador ante ese organismo. Y que, también nuestros funcionarios en sus traslados utilizaran para hacerlo servicios aéreos de línea y no aviones oficiales.

A la vez, si es necesario que el Presidente se mueva en helicóptero entre su residencia en Olivos y la Casa Presidencial, una práctica que se va extendiendo al caso de otros funcionarios, muchos de los cuales, según se dice, ya están olvidados de lo que significa viajar en un avión de línea. De allí que tampoco no resulte descabellado, aunque más no sea por su efecto ejemplar, que las enormes millonadas de pesos –por más que nuestra moneda esté harto devaluada- que la casa presidencial y los ministerios gastan en cócteles y servicios de lunch, sean desviadas al menos, a algunos comedores escolares de zonas carenciadas. No ignoramos que de esa manera nuestro tigre no quedará sin manchas. Pero sí se trata de “restricciones” –nos abstenemos de utilizar la palabra “ajuste” ya que no ignoramos que para muchos no solo provoca molestia sino espanto el escucharla – que el Estado se debe auto-aplicar estas restricciones ya; dado que si bien ellas no resultan necesario para la elaboración y aplicación de un programa como aquél al que nos hemos referido; vendría a representar , a no dudarlo, una forma de internalizar comportamientos, que inclusive se deberían mantener cuando lleguen tiempos de bonanza.

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