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Mejor dicho ¿de qué trata lo que se rumorea en las calles y las redes sociales recogen? Que a una señora equis (no nos interesa ni corresponde dar nombres) a la cinco de la tarde, cuando fue a buscar sus chicos a la escuela, “le entraron en su casa” y no interesa cuánto le robaron. Que lo mismo le sucedió también a otra vecina en idénticas circunstancias. Que a su vez, por el mismo trance pasó alguien que vive en calle 25 de Mayo de misma ciudad, y no es ninguna de esas dos madres que con razón quedaron entre enojadas y afligidas, o las dos cosas a la vez. Un “alguien” del cual es tan imprecisa la información con que contamos que no nos queda más que apuntar el hecho.

También que hubo quien pasara por una vinoteca con idénticos propósitos y resultados, sin poder precisar si aprovecharon la ocasión para llevarse una botella de buen vino.

Del hurto con fractura -¿o se trata de un robo?- en la Dirección Departamental de Educación ya hemos dado la noticia, pero es buena la ocasión para discrepar con quienes sostienen que a quién se le ocurre dejar un montón de billetes, por más que valgan cada vez menos, dentro de una caja de zapatos; ya que en un edificio con sus aberturas cerradas cualquiera tiene derecho a dejar cualquier cosa en cualquier parte, aunque nadie pueda nunca convencerse del todo que andan “chorros sueltos”.

A lo que se agrega otro rumor que pega fuerte, y que habla que también hubo quien o quienes entraron en una farmacia céntrica, aunque si bien no se habla esta vez de si hubo botín arrebatado, lo que sí se afirma sin hesitación es que a una de las empleadas del comercio tal fue el susto que le entró, que al término de la jornada la enviaron a la casa en un remise.

Rumores, solo rumores. ¿O se trata de aquello que cuando el río suena es porque agua es lo que trae? Por las dudas, lo mejor es ser todo lo precavido que se pueda, sin que ello signifique dejarse ganar por la histeria. Estar atento a lo que pasa en las casas vecinas, o avisar a un vecino en el caso que uno llegue a ausentarse por poco rato de la propia casa. Y efectuar la denuncia policial en todos los casos, aún en los de atracos que quedaron en tentativa, para incluso que no sea otra cosa que fines estadísticos.

Muchos especulan que entre los cacos -que es la manera como en la otra orilla llaman a los ladrones- hay gente de “la droga”, aunque les cuesta coincidir si se trata de los que la venden o de quienes la consumen.

Entre tantas versiones enojosas hay sin embargo una versión alentadora, la que se refiere al buen trabajo que está haciendo la policía local colaborando con los fiscales, para procurar domeñar el narcomenudeo. Y en relación con esto último, ¿no sería útil habilitar un teléfono en alguna parte para recibir denuncias anónimas de quienes están en condiciones de suministrar información a ese respecto?
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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