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Se trata de una pregunta que dejamos planteada de una manera desnuda, ya que debemos admitir que nos hemos quedado en ella, sin avanzar en la investigación que la cuestión merecía. Interrogante que nació de observar a los barrenderos municipales con su habitual labor a media máquina, en la tarea de amontonarlas en pequeñas parvas.

Algo que nos llevó a reflexionar, no ya tan solo lo que se hacía con ellas aquí, sino extendiendo la curiosidad a lo que sucede en otras localidades al menos de nuestra provincia, en las cuales damos por descontando que se ha de llevar a cabo idéntico proceso. Es que quemarlas -si es eso lo que ocurre- resulta indudablemente una mala práctica, de la que resulta inexplicable que no se hayan ocupado de buscar alternativas tantas de las agrupaciones de defensa del medio ambiente, las que en tantas ocasiones dan cuenta de una ceguera inexplicable parcial, la que precisamente por esa adjetivación de inexplicable aplicada a su falencia, nos abstenemos de calificar de deshonesta.

Es que por una de esas inexplicables asociaciones de ideas, luego de formularnos la pregunta se hizo presente la palabra “compost”. Que como es sabido, con ella se designa -también se la puede designar como “composta”- a un producto obtenido a partir de diferentes materiales de origen orgánico (lodos de depuración, estiércol, fracción orgánica de residuos sólidos, residuos agropecuarios y otros), los cuales son sometidos a un proceso biológico controlado de oxidación denominado compostaje. También cabe recordar que al final del proceso se obtiene un producto de aspecto terroso, libre de olores y de patógenos, que es empleado como abono de fondo y como sustituto parcial o total de fertilizantes químicos. Quien consulte algún manual de jardinería, de no estar interiorizado en el tema, podrá no solo imponerse de la simplísima tarea que significa ese procesamiento, sino que el compost se usa en agricultura y jardinería como abono orgánico para mejorar el terreno, aparte de su contribución al control de la erosión, recubrimientos y recuperación de suelos.

Y para todos los habitantes de la comarca cabe efectuar una mención especial, cual es que el producto y su proceso de producción fue estudiado por el químico alemán Justus von Liebig, cuyo apellido se encuentra tan ligado a nuestra zona. Resulta una ironía señalarle al alcalde de Paraná, que en tren de engrosar el organigrama de su administración, por qué no contempla incorporar al mismo una “Dirección de Composta”. Una ironía que en realidad no es tal, ya que se trata de un tema que debería ser materia de análisis por parte de las municipalidades, que podrían de esa manera completar con esas hojas, los residuos orgánicos domiciliarios de cuya recolección separada de los restantes, se ocupan o debieran hacerlo.

Y en tren de seguir con las preguntas, no estaría demás detenernos a inquirir cuál es la explicación para el hecho que la producción y el uso del compost no esté entre nosotros tan difundida como debiera.

Una cuestión cultural, seguramente, como es el caso de la utilización de las denominadas “camas de pollo” que se las usa como fertilizantes, desparramándolas en los campos recién salidas del galpón donde se las recoge, es decir sin procesamiento alguno, sin que ninguna autoridad se ocupe de educar primero, y luego de controlar a los que así actúan.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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