Despejado en gran medida el panorama político, la dependencia del contexto global queda al frente de los riesgos para el modelo.

Los hoteles de la Ciudad de Buenos Aires están atestados de visitantes. Por los pasillos de los ministerios de Finanzas y Hacienda, o por los del Banco Central, ya nadie se da vuelta si escucha hablar en inglés. Los bancos de inversión organizan conferencias a las que se ven forzados a cerrar la inscripción por las hordas de extranjeros ansiosos por conseguir un lugar. Y en las conferencias que se realizan en el exterior, los paneles argentinos se encuentran abarrotados.

Los mercados emergentes siguen en boga y Argentina, otrora la Cenicienta del grupo, se ha convertido en su nueva estrella. ¿Qué provocó tal cambio? El cambio político lo hizo, y supo prolongarlo con la salida del default, la liberación del mercado de cambios y el inicio del proceso de normalización de las tarifas de servicios públicos en el Gran Buenos Aires.

Sin embargo, el camino se había embarrado con la negativa de MSCI-Barra de incluir a las acciones argentinas dentro del índice de mercados emergentes (manteniéndolas en la categoría de frontera) y, sobre todo, con la candidatura de Cristina Kirchner a una senaduría por la provincia de Buenos Aires. Pues, aunque los inversores creyeran en la administración de Mauricio Macri, siempre sobrevolaron sobre la nueva Argentina dos riesgos principales: la política interna y el contexto global.

La cuestión del riesgo político había aflorado en ocasión de la consulta a inversores institucionales respecto de la conveniencia de ascender a las acciones argentinas a la categoría de emergente. Los inversores decidieron ver para creer: preferían una mayor certeza de que el cambio no se truncaría. Es posible que, si se confirma el 22 de octubre el resultado registrado en las elecciones PASO, en 2018 se produzca el ansiado ascenso.

Una de las mayores curiosidades que se registran desde el 13 de agosto es que en las charlas entre inversores tentados por las oportunidades que ofrece Argentina, el tema político ha pasado a un segundo plano. Las PASO son una razón central para que hoteles, conferencias y pasillos se hayan llenado de extranjeros.

Si la elección general repite lo ocurrido en agosto, nos queda por delante el desafío de superar la mayor vulnerabilidad del modelo gradualista: la dependencia del contexto global. Es que, como a esta altura nadie lo ignora, el proceso paulatino de reducción del déficit fiscal conlleva la necesidad de financiar el déficit transicional. Como el ahorro interno no alcanza, se depende, y mucho, del acceso al mercado externo de deuda.

Una realidad que no deja de estar exenta de riesgo ni de crear problemas colaterales. El riesgo principal es que la gradualidad sólo funciona mientras el mundo esté dispuesto a financiarla. Un cambio en las condiciones de liquidez globales, que nadie parece pronosticar pero que nadie que conozca un poco de historia debería descartar, podría forzar a cerrar la brecha fiscal con un ajuste acelerado.

El riesgo colateral proviene del impacto que el alud de dólares que llega para cubrir el déficit y, de manera creciente, como inversión directa, presiona al tipo de cambio a la baja y quita competitividad a algunos de nuestros sectores más dinámicos.

Así como, mes a mes, todos los indicadores de nivel de actividad sorprenden al alza, también sorprenden de manera negativa los indicadores del sector externo. Esta semana se conocieron los datos de la balanza comercial de agosto y de la cuenta corriente al segundo trimestre. Ambos muestran un fuerte deterioro respecto de 2016. Al ritmo actual, el déficit de cuenta corriente en 2017 podría exceder 4%, un nivel que en la historia argentina no ha sido sostenible, ni siquiera en el corto plazo.

Argentina está dulce. Su cambio y los rendimientos esperados que ofrece atraen a inversores de las más variadas latitudes. Pero haría mal en confiarse demasiado y no tener un plan B. Los elevados déficits gemelos son una primera señal de alerta. Los mismos inversores que hoy confían podrían cambiar de opinión de repente. Parte de su confianza se cimienta sobre el hecho de que no encuentran mejores oportunidades en otros lados. Cambios en factores sobre los que Argentina no puede influir pueden alterar esta ecuación y dar vulnerabilidad al actual círculo virtuoso de crecimiento e inversión.

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