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No se trata de una rememoración de una vieja canción infantil. Sino de la instalación en San José de un “taller municipal de costura”, nombre con el que se designa un emprendimiento docente cuya finalidad es precisamente esa, la de enseñar a coser. Un aprendizaje necesario, en épocas como la nuestra, entre tantos progresos y retrocesos, tanto en materia de hábitos como de habilidades.

La noticia habla de que el taller funcionará en el aula satelital de esa ciudad, y para su funcionamiento se cuenta con un inventario que incluye diez máquinas comunes de coser, una overlock y una collareta, además de todos los hilos, telas y demás elementos. Los cursos durarán, según la misma, cuatro meses, y se deja entender que el cupo es de diez participantes. El objetivo es preparar a las cursantes para una salida laboral, y como detalle importante se tiene que dentro del proyecto se contempla la fabricación de diversas piezas de tela, como es el caso de “cubrecamas” para los centros de salud municipales.

De lo que cabe inferir, que no nos encontramos frente a los clásicos y ahora lamentablemente poco difundidos “cursos de corte y confección” -algo por otra parte explicable si se tiene en cuenta que la mayor parte de la ropa existente en el mercado es de fabricación industrial- o si efectivamente la capacitación que se da a las cursantes tiene precisamente como objeto su preparación para el desarrollo de esa actividad.

Tuvimos en su momento, y atendiendo a una feliz iniciativa del entonces intendente Williman de Ubajay, quien había promovido el dictado de cursos similares, la creación con las egresadas de una cooperativa de trabajo con el objetivo, mediante la simultanea adquisición de cortadoras de tela y máquinas de coser industriales, de ocuparse de la confección de guardapolvos escolares y ropaje de enfermería, con destino a los establecimientos públicos del gobierno provincial que lo requieran, obviamente, previa contratación. Ignoramos si ese tipo de curso se sigue dictando, pero de lo que estamos ciertos es que la idea de formar una cooperativa no prendió.

Por nuestra parte, seguimos siendo de la opinión que no se trata de “capacitar”, sino al mismo tiempo de encontrar -o crear- “nichos” donde ubicar a los “capacitados”. Y eso es precisamente algo que sobra, aunque a veces damos muestras de que carecemos del ingenio creativo para buscarlos. En esa línea se inscribe una sugerencia nuestra, sobre la que volvemos una y otra vez. Cuál es la de emplear mujeres como barrenderas, prever que al menos un grupo de ellas se capacite y dentro del área de acción social, se les asigne para prestar cuidados a personas que ni están en condiciones de valerse por sí mismas, ni de pagar por servicios para su asistencia. Nichos de este tipo puede encontrárselos en muchas partes dentro de las competencias municipales, y de esa manera podría menguar el número de empleados que hacen “como que trabajan”.

Todo ello sin llegar a los extremos de un intendente de la localidad nogoyaense de Hernández, al que se le ocurrió la idea que su municipalidad se pusiese a fabricar ladrillos.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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