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Los cambios de la política se entretejen desde 2015. Los episodios de los últimos días no hicieron más que imprimirle a las relaciones alcanzadas, en cualquiera de sus grados, la vertiginosa presión de la realidad del momento.

Mesa grande. Diálogo. Consenso. Acuerdos. Las cuatro palabras distinguieron los objetivos plantados por el gobierno nacional en la conversación con las provincias. En ese camino, hubo desencuentros y el reflejo fácil de echar culpa a los ajenos. Sin embargo, con la luz del día, es clara la sensación de que no hay muchos barcos, sino uno sólo, y es que nos lleva a todos, guste o no.

Esta emergencia no es diferente en sus causas a la media decena de crisis que la anteceden. Guido, Rodrigazo, Martínez de Hoz, Duhalde y Menem tuvieron, cada uno a su turno, pero siempre cíclicamente, una corrida que derivó en devaluaciones.

Otra vez nos quedamos sin plata. Como en cualquier casa que gasta más de lo que ingresa.

Días atrás, un funcionario de tercera línea del gobierno provincial ex ministro de Economía de la provincia con Jorge Busti y luego legislador con el kirchnerismo, aseguró que la crisis es sólo del gobierno nacional. “No de las provincias y tampoco de los municipios”.

La revelación no hubiera sido trascendente si el propio gobernador Gustavo Bordet no hubiera admitido poco tiempo atrás que heredó una provincia quebrada y muy comprometida. Y cuyo déficit intenta sanear aunque para hacerlo confronta mes a mes con la sangría mil millonaria de la Caja de Jubilaciones que tiene una ecuación de 2 a 1 entre beneficiarios y aportantes.

La constante pérdida de la Caja tiene una explicación lógica que no dista mucho de las causas que provocan el déficit fiscal: El organismo previsional también gasta más de lo que recauda. Entre sus beneficiarios están los que perciben de a cientos de miles y que vienen del lado de la Justicia y también los que nunca aportaron y, gracias a las malas políticas, se jubilaron: Banco Bersa, Banco Municipal, y Líneas Aéreas Entre Ríos, entre otros organismos disueltos cuyo cotos siguen pagando los pasivos entrerrianos.

Al margen de esa situación, cierto es que el déficit de la Caja es lo que pone en jaque los números de la provincia que ya estaban muy dañados luego del paso de Sergio Urribarri por la administración provincial.

Algunas medidas como el consenso fiscal y los fondos para ANSES descomprimieron la tensión de la economía local que estaba muy resentida. Se sumó a eso la inversión en obras que permitió, por ejemplo, que ciudades cabeceras como Concordia, Concepción del Uruguay y Paranacito, puedan concretar la construcción de sus defensas para evitar las inundaciones. Mencionar la obra no es anecdótico. Sino un claro ejemplo de la desidia que atravesó la provincia durante tantos años donde el Estado dejó a los vecinos a merced del agua.

La foto grupal de mandatarios y los habituales encuentros de los decisores de la economía nacional con los provinciales son la postal de un cambio de forma, pero también de fondo. Podrá decirse que sin mayoría propia no existe otra alternativa que el acuerdo, y es válido. Como lo es entender que finalmente estamos aprendiendo que las cosas pueden resolverse de otro modo.

El pulso del gobernador Gustavo Bordet para comandar las negociaciones con Nación es de un fino equilibrio. Y es esa sutileza la que ha permitido que las dos gestiones; la nacional y la provincial encuentren, aún pensando distinto, un punto de encuentro para salir de la crisis.

La encrucijada de estos días no es fácil. Y lo muestra el talante de los gobernadores que, a pesar del desafortunado dicho del funcionario de tercera línea, saben que una mala economía nacional es un corset para la economía provincial, que como en el caso de Entre Ríos, todavía está herida y tanto que no le alcanza el recupero que logró el actual mandatario para remarla sola.

Algunos de memoria flaca todavía piensan en una ecuación binaria. Ese análisis es el que les nubla la vista. Esta vez el partido es más grande que el interés particular. Por algo y como en el fútbol son once en la cancha. También por algo, algunos son los que juegan, otros los que entienden la estrategia y pocos los que destellan. El resto, mira la jugada.
Fuente: El Entre Ríos

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